Capítulo 9: El despertar de las llamas (2ª parte)

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—¿Reyja? ¡Reyja! —gritó Bittody a su oído sacándole de sus pensamientos.

—No estoy sordo —gruñó Reyja, frunciendo el ceño.

La hora del almuerzo casi llegaba a su fin y los tres amigos se habían apartado para acabar de rematar los planes de la cercana fiesta en la piscina. Pero Reyja no estaba con ellos. Al menos, no en espíritu. Aunque procuraba no darle más vueltas al tema, se encontraba con que sus pensamientos le llevaban de regreso una y otra vez a lo que había sucedido aquella mañana. Suke no estaba bien, eso era evidente. Pero también era evidente que quería que se marchara.

«¿Por qué me sigues a todas partes? Es… es enfermizo», había dicho y quizá tuviera razón.

—Decíamos —continuó Bittody poniéndole en antecedentes de la conversación que supuestamente estaban manteniendo— que casi con seguridad, Silia Edinova estará en mi fiesta.

—Te acuerdas de Silia, ¿verdad? —insistió Ewdar llevándose las manos al pecho para recordarle los generosos atributos de la muchacha. Reyja sonrió al recordar que no era lo único generoso en ella.

—¿Puedes jugar al No-me-importas? —le suplicó Bittody—. Silia está cañón.

El No-me-importas era como llamaban a una extraña maniobra para ligar que solía dar buenos resultados. Para ello, la chica de interés debía de haber sido una antigua novia de Reyja y aunque a priori parecería una condición muy exclusiva, en realidad, no lo era tanto en la pequeña comunidad de Mivara donde los buenos partidos eran conocidos por todas las jóvenes en edad de merecer. Reyja era guapo y rico, y su fama de casanova le precedía, lo que era casi tan efectivo como su físico y su riqueza juntos. Pero la chica en cuestión no se daba cuenta de lo casanova y, por qué negarlo, cruel que podía ser Reyja hasta que la estrategia No-me-importas entraba en funcionamiento. Entonces podían suceder dos cosas: la muchacha lloraba y encontraba consuelo en los brazos de sus delicados y comprensivos amigos, o se ponía furiosa y buscaba venganza pagándole con la misma moneda en los brazos de sus amigos, por supuesto.

—La verdad es que… —Reyja dudó— no creo que vaya a tu fiesta.

—¡Qué! ¿Por qué? —protestó Bittody.

—Sí, eso, ¿por qué no vas a venir? —insistió Ewdar—. ¿Qué puede ser más importante que la fiesta?

Reyja iba a contestar pero recordó la discusión que había mantenido con Suke esa mañana. Suke seguía enfermo, esto estaba claro. Y su padre seguía sin estar en la ciudad, pero no creía ser bienvenido en esa casa. ¿Qué era lo que había pasado para que todo cambiara?

—Tenía algo que hacer pero no estoy seguro de si todavía tengo que hacerlo, pero di mi palabra. De todas formas —añadió, intentando quitar hierro al asunto—, sois mayorcitos. Deberíais empezar a ligar sin mi ayuda.

—Desde luego, llevas meses sin comerte una rosca. Si tenemos que seguir a tu sombra nos moriremos de hambre —se burló Ewdar.

—¿Qué quieres que te diga? Me he vuelto exigente —dijo—. Hace tiempo que no veo ninguna chica que me llame la atención.

—Ni que lo digas —cuchicheó Bittody y Ewdar ahogó una risotada.

—Quizá prefieras los chicos de ojos grandes y pelo oscuro —dijo entre risas y Bittody también rompió a reír en sonoras carcajadas.

Reyja les observó estupefacto. ¿Había entendido bien lo que habían dicho sus amigos? Suke había insinuado algo parecido. Todavía tenía muy presente la extraña sensación que le invadió la tarde del lago y que le asaltaba de vez en cuando. Una sensación que no había sido capaz de definir.

El Alma en LlamasWhere stories live. Discover now