Capítulo 12: En carne viva (1ª parte)

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Hola, vuelvo a ser yo y... bueno... esta es una de mis partes favoritas así que espero comentarios. :3

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Reyja no había dicho nada desde que Suke se había puesto la cadena con el anillo alrededor del cuello. No había dicho nada desde que Retto le había convertido en un títere sin voluntad. Tampoco dijo nada mientras subían las escaleras rumbo a aquella habitación que conocía tan bien y que había escondido todas las miserias de su infancia. Ni siquiera habló para protestar cuando la puerta se cerró tras ellos y se quedaron a oscuras en el pequeño estudio.

Suke intentó girar el picaporte, pero solo fue una comprobación de que, como se temían, la puerta había sido cerrada con llave.

Reyja se sentó en el alféizar de la ventana, había roto los cristales cuando no era más que un niño y nadie se había molestado en arreglarlos, después de todo, nadie entraba nunca allí. A sus pies tenía toda la extensión de la mansión Arinsala con el lago al fondo. A lo lejos, entre las copas de los árboles, se intuían los tejados de las casas de los vecinos.

—Parece que... pasaremos la noche aquí —titubeó Suke. Solo había una cama y era tamaño infantil. Por la ventana se filtraba una brisa helada, ambos habían dejado las camisas en el suelo del vestíbulo y estaban desnudos de la cintura para arriba—. Hace frío —comentó, abrazándose a sí mismo. Se veía que hacía todo lo posible por romper el incómodo silencio, pero Reyja no podía hablar, todavía no. Sentía que si lo intentaba siquiera, su voz se quebraría y empezaría a llorar y eso sería como si se hubiera rendido.

Casi sin darse cuenta, acarició con los dedos el collar metálico y se preguntó cuánto duraría la pequeña tregua que Retto le había dado; cuándo volvería dejar de ser él. ¿Eso significaba ser un vincio? Ahora entendía la petición que Suke le había dicho esa misma tarde, aunque en ese momento le pareciera que había sucedido hace mucho tiempo.

—¿Estás enfadado conmigo? —preguntó Suke con un hilo de voz.

Reyja negó con la cabeza, pero evitó mirarle. No podía. Era tan... frágil, y él había estado a punto de destrozarle a golpes y algo peor. Y ahí estaba el problema, ¿verdad? Suke sabía, y Reyja era consciente de ello, que nunca, nunca le habría golpeado así de haber podido evitarlo.

Pero lo que había sucedido después...

Retto le había hecho un daño que no se podía imaginar. Había visto la duda en los ojos de Suke cuando le besaba. Estaba aterrado. Jamás podría olvidar esa expresión de genuino dolor. No había mostrado ese rostro en ningún otro momento, ni cuando lo pateaba en el suelo. Y esa mirada le partía el alma. Y le hacía sentir culpable. Culpable porque él sí había sentido algo.

Quizá fuera el anillo y quizá solo había sentido lo que Retto quería que sintiera, pero ahora no podía poner la mano en el fuego y decir que no había sentido nada al besarle porque no era cierto. Y parte de los motivos que tenía para no querer mirar a su amigo era su propio deseo de abrazarle y besar sus heridas.

—Me estoy volviendo loco —murmuró para sí—. Mi mundo se acaba, estoy condenado, me matarán en cualquier momento y solo me preocupo por estupideces.

Suke suspiró aliviado al escucharle hablar, y Reyja no pudo menos que sonreír. No había querido preocuparle más pero no sabía muy bien cómo debía actuar.

—Entonces eres el mismo de siempre —se burló Suke y Reyja se vio obligado a asentir con la cabeza.

—Esta vez es diferente, solo un poco, pero diferente —dijo Reyja señalando con la distancia de los dedos la sutil diferencia que marcaba esa ocasión.

El Alma en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora