Capítulo 10: Cuando la guerra llama a tu puerta (1ª parte)

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—Capitán Aizoo —le llamó un agente uniformado nada más pisar tierra. Kobe fue hacia él, y le tendió la mano—. Soy el teniente Azura, me han encargado que me ocupe de usted mientras está en Capital.

—No esperaba que me pusieran niñera —bromeó Kobe. Por suerte, su comentario provocó una sonrisa en el rostro marcial de su acompañante.

—Para mí es un honor, Capitán. Si me lo permite —dijo, cogiendo su maleta—, tengo mi automóvil aparcado por allí. Aún quedan un par de horas para la reunión. ¿Quiere que le lleve al hotel?

—Sí, gracias —asintió agradecido mientras salían con paso rápido del enorme edificio abarrotado de gente.

Comparada con Mivara, Capital era ruidosa y sucia. El cielo apenas era visible tras la cortina gris de las fábricas colindantes que lo envolvían todo. Las fábricas habían traído trabajo, y el trabajo, a las familias. En apenas unos años, la ciudad había duplicado, si no triplicado, su población. La industrialización se había extendido para lo bueno y para lo malo. Lo malo era, entre otras cosas, una ciudad sucia y un cielo sin estrellas. Lo bueno eran las máquinas que surcaban el cielo sin necesidad de esclavos y un futuro sin vincios cada vez más cercano.

—Capital ha cambiado mucho —dijo, sorprendido por el contraste que ofrecía en sus recuerdos.

—No tanto como cree —replicó Azura abriéndole la puerta de uno de los coches oficiales—. Es como antes, pero más. En todos los sentidos. Mis superiores están impacientes por escuchar lo que tiene que decirles —dijo, tras una larga pausa. Probablemente para romper el incómodo silencio que se había aposentado en la cabina mientras conducía hacia el hotel.

—No lo dudo —murmuró Kobe—, pero no creo que les guste.

Todavía tenía que atar un par de cabos sueltos en su versión ya que no podía contar de dónde había obtenido la información de la liberación de los vincios o por qué sabía que Lederage había sido deliberadamente apartada de los ataques.

—¿Cuál cree que será el próximo movimiento? —preguntó Azura. Kobe le miró con curiosidad—. Me refiero al patrón que ha observado, ¿le ha permitido elaborar alguna predicción?

—No —reconoció Kobe, esa era una de las asignaturas pendientes—. Sus objetivos han sido por ahora, magnates y gente que poseen vincios. Ni siquiera sé si tienen más móvil que la venganza.

—¿La venganza es una opción? —preguntó extrañado.

—Esos tipos eran esclavos desprovistos de voluntad, vejados, maltratados... Muchos han pasado por cosas que ni usted ni yo podemos imaginar. ¿Venganza? Pueden tener otro objetivo, pero no me apresuraría a descartarla.

—Vaya. —Azura frunció el ceño con una expresión de fastidio.

—¿Algún problema?

—No, es que... —Azura tomó aire y le miró de reojo, sin duda sopesaba sus palabras—. No esperaba que fuera un abolicionista, nada más.

—¿Abolicionista? —repitió Kobe.

Abolicionista... Así llamaban ahora a aquellos que se manifestaban abiertamente en contra de los invocadores. Sí, Kobe había sido abolicionista antes de que alguien acunara el término. La sociedad estaba cambiando, pero algunas cosas iban despacio. Cambiar la opinión de las personas llevaba su tiempo.

—Ya sabe —dijo el teniente—. Ahora han salido muchos movimientos de defensa de los derechos de los vincios. Consideran que deben dejarles libres, ¿se lo puede creer? ¿Cómo puede vivir tranquilo pensando que tu vecino puede incendiarte la casa con un simple gesto? Es... preocupante. La esclavitud es horrible, no me malinterprete, pero la considero completamente justificada en este caso. Después de todo, tanto poder no puede quedar sin control, ¿no cree?

El Alma en LlamasWhere stories live. Discover now