0 7 - No eres débil, nena

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Mi almuerzo fue moco con jugo de lágrimas

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Mi almuerzo fue moco con jugo de lágrimas. En cuanto fui consciente de que sería invadida por el llanto corrí al baño y me encerré en un cubículo a llorar como una imbécil. No sé por qué lloré. No hubo una razón exacta. Quizás porque Ezra me hizo dar cuenta de que tengo la autoestima destrozada. Quizás porque el chico que me parecía lindo me dijo las verdades en mi cara. Quizás, porque la verdad no ofende, pero sí duele.

«Vibel, qué patética».

Salgo del cubículo y me dirijo a los lavabos. Me lavo las manos y la cara. El rímel se me corrió. Lo quito con una toalla de papel. No tengo nada para retocarlo porque dejé mis maquillajes en casa. Mis ojos se ven muy pequeños y tienen el melancólico brillo de las lágrimas. Se nota que lloré y me avergüenzo de mí misma. Me odio.

«¿Y qué importa si lloraste? ¡No es eso lo que Ezra trató de decirte! No pienses en los otros, Vibel. Haz tu vida», me autorregaño.

Mi cerebro siempre es tan sabio, pero ¿eso también tendrá relación con mi obsesión para que nadie descubra que soy Aisha? Suspiro. Me peino con los dedos y me ato el cabello con una coleta alta. Tomo una buena cantidad de papel de baño y salgo con una ola de falsa energía renovada. No me importa que mi cara esté enrojecida ni que mis ojos se vean acuosos y pequeños. No me pone mal tener la voz pastosa o tener que sonarme la nariz cada dos pasos.

Miro la hora y veo que aún tengo diez minutos libres. Podría ir a almorzar, pero realmente no me apetece nada. No tengo hambre. Decido que lo mejor es quedarme y revisar mi móvil, sentada en algún banco de piedra que hay al aire libre. Los de la parte de atrás siempre suelen estar vacíos. Nadie va porque la recepción de wifi es mala, yo utilizo mis datos móviles así que no me importa.

La humedad del agua por no haberme secado la cara me revitaliza, pero no lo suficiente. Camino con la cabizbaja porque me niego a mirar a la gente a los ojos. Mi valentía no llega a tanto. Encuentro un buen lugar y me siento en un banco pequeño de cemento. Apoyo mi bolso en la mesa que tiene pintado un tablero de ajedrez, que dudo mucho alguien lo hay usado alguna vez, y lo utilizo de almohada. Tomo mi teléfono. Mi estómago se revuelve, quiero vomitar. Tengo mensajes dos mensajes de Ezra sin leer. Respiro hondo y los abro:

[No te preocupes por el almuerzo. Comí solo.]

[Entiendo que tú no quieras cumplir con nuestro acuerdo.]

Es cierto. El almuerzo. Anoche, me dijo que la próxima vez que nos viéramos, quería que almorzáramos juntos. Él sabía que hoy nos veríamos en la escuela, por eso lo hizo. . No sé cómo reaccionar a eso, ¡lo tenía todo planeado! Pero... ¿en serio, pretendía que comiéramos juntos después de lo que pasó? Yo no me siento en condiciones, si quiera de responderle un simple mensaje de texto. Sé que la mitad de la culpa en la pelea fue mía. Reaccioné mal. Me comporté como una histérica. Pero él aportó lo suyo. No me puede dar una clase de moralismo sin siquiera conocerme. No es justo.

No me delates  ✔️Where stories live. Discover now