1 6 - Que-puta-mala-suerte

7.6K 999 200
                                    


El nudo en la garganta aún no se me quita, solo empeora, más aún si me lo tengo que topar en mis próximas dos horas de clase: arte

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El nudo en la garganta aún no se me quita, solo empeora, más aún si me lo tengo que topar en mis próximas dos horas de clase: arte. Maldito sea el día en que decidí que hacer dibujitos facilitaría mi vida académica y la haría menos tediosa.

—Permiso —le digo a Ezra con mi mejor cara de pocos amigos—. ¿Me dejas pasar?

—Ah, no te vi —menciona como si nada, se aparta y sigue hablando con uno de sus amigotes del club de Natación. Típico.

—Imbécil... —farfullo lo suficientemente audible como para que se oiga y el otro chico pregunte si me ha hecho algo.

Lo odio. Juro que lo odio. Es un idiota sin cerebro. ¿Por qué juega así conmigo? ¿Por qué? Y sí, ya sé que todo esto me lo merezco por haberlo ignorado por casi un mes, pero... ¡igual! No tiene necesidad de fastidiarme tanto. Maldito.

Mis ojos comienzan a quemar y avanzo antes de oír su respuesta. Lo único que me apetece es llorar por el estrés. Camino por el aula y me acomodo en un escritorio vacío, del lado del pasillo ya que los grandes ventanales hoy me hacen sentir expuesta. Apoyo mi vaso térmico aún con café y saco un cuaderno. Suspiro. Entierro mi cabeza entre mis brazos y caigo en la cuenta que aún tengo su blazer. Me lo quito, mientras insulto hasta el último bebe recién nacido del mundo.

Levanto mi vista con pesadez y justo veo que Brinna y su amiga rubia, Tammy, entran al aula. Mis ojos se chocan contra los de ella. Trato de fingir que no la vi pero no puedo, es demasiado tarde. Ya no puedo fingir que no la he visto.

Qué-puta-mala-suerte.

Brinna se me acerca con una sonrisa de oreja a oreja que me hace sentir un tedioso escalofrío que me recorre toda la columna vertebral. Mis ganas de llorar se acrecientan cuando huelo su perfume a flores. No puedo definirla como una chica popular, eso sería muy cliché; pero sí puedo decir que es una hija de su buena madre: es demasiado hermosa y muy carismática.

Suspiro y sonrío con incomodidad. Me digo que debo pensar en positivo y, por suerte, llego a la conclusión que el perrito teñido, Lola, no cursa con nosotras. Brinna se sienta en el banco de en frente y se estira para saludarme con un amistoso beso en la mejilla.

—¿Cómo estás? ¿Hoy irás a teatro? ¿Practicaste? —me pregunta todo junto que no sé por dónde empezar a contestar. La amabilidad le brota por los poros y yo siento que quiero vomitar.

¿Practicar?

—Oh, sí... seguro —respondo perdida, las horas de sueño me están pasando factura—. ¿Tú?

—Claro que sí, me gustaría el protagónico.

Vuelvo a suspirar y me aferro al blazer de Ezra que tengo sobre las piernas. Lo estrujo como puedo para liberar mis energías negativas. Brinna me genera un amor-odio inexplicable. No me cae mal, pero tampoco bien. Sé que es agradable y es el estándar de perfección que busca cualquier chico, cualquier padre y cualquier profesor. Es la mascota de todo el cuerpo docente, la alumna estrella por su participación —pero no por sus notas—. Tal vez por eso, es que no la tolero. Simple envidia y ese pequeñísimo hecho hace que tenerla cerca me ponga incomoda.

No me delates  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora