📸 e z r a - 0 1📸

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Intento apartar los pensamientos de mi cabeza, aquellos que me persiguen desde hace seis meses y no me llevan a ningún lado, esos que me hacen sentir enjaulado y no me permiten avanzar, los que me ahorcan en la oscuridad y me aprisionan contra la ...

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Intento apartar los pensamientos de mi cabeza, aquellos que me persiguen desde hace seis meses y no me llevan a ningún lado, esos que me hacen sentir enjaulado y no me permiten avanzar, los que me ahorcan en la oscuridad y me aprisionan contra la realidad. Intento, intento, intento, pero no puedo. Sé que no me hacen bien y que solo me hunden, «nos» hunden. Intento sonreír, pero temo haber olvidado cómo hacerlo de verdad. Mi madre cree que el cambio será bueno para ambos; yo creo que solo para ella y me ocuparé de que al menos así sea. Para mí, la culpa no se irá por mudarnos y, mucho menos, desaparecerá.

Seguirá aquí. Conmigo.

Y, Érika, no.

Cierro los ojos mientras me acerco con la bicicleta a la entrada del edificio de departamentos. Gastar dinero extra en el hospedaje no era algo que teníamos planeado, sin embargo, la inmobiliaria dijo que se haría cargo de los gastos por no tener lista la casa a la que nos deberíamos haber mudado antes de ayer.

Frustrado, me descuelgo el morral de mi hombro y, con cuidado, lo apoyo en el piso ya que llevo la cámara. Acabo de volver de recorrer la ciudad, estuve buscando sitios donde entregar currículums, pero la mayoría me rechazó por no ser mayor de edad. Necesito un trabajo para aliviar el bolsillo de mi madre y, al menos, hacerme cargo de todos mis gastos.

«Al parecer, aunque no quiera, voy a tener que buscar algo para salir del apuro. Supongo que podría volver a dar clases», pienso mientras siento cómo el nudo que me quita la respiración en las noches vuelve a  pero no quiero..., no puedo... me recuerdan a Érika.

Dejo que la bicicleta se sostenga con mi cuerpo mientras me agacho para buscar la cadena en uno de los bolsillos del costado. Prefiero atarla fuera, ya que en un rato volveré a salir. No pienso volver a subir la bici por las escaleras tan rápido; lamentablemente, no cabe en el ascensor.

Mis dedos juegan con el candado, pero no llegan a trabarlo. Un golpe en mi espalda me hace trastabillar y el manubrio se me entierra en el estómago. Por un momento, pierdo el aire y me llevo una mano a la zona para apalear el dolor. Con el ardor latiendo en la zona del golpe, suelto un suspiro ahogado y me dejo dominar levemente por la furia. No sé si lo que acaba de suceder es una señal divina, pero desde hace tiempo tengo muchas ganas de enterrar los puños en la cara de alguien y liberar un poco de ira contenida.

Soy una bomba a punto de estallar. Y no puedo determinar si es bueno o malo.

Siempre es malo... ¿No?

—¡Oye! —grito y me levanto—. Fíjate por dónde vas i... —comienzo a decir mientras me giro, pero el «idiota» se desvanece de mis labios y me quedo estático.

«Mal-di-ta-se-a».

Es una chica y qué chica. Mis ojos la recorren de arriba abajo y no puedo dejar de obviar que tiene el uniforme de mi colegio y demasiado mal arreglado. Me es imposible no preguntarme si acaba de salir del hotel alojamiento que está a una cuadra de aquí.

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