0 8 - Se te metió en el cerebro

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Brrr

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Brrr...

Brrr...

Brrr...

Poco a poco, abro mis ojos. ¿Qué hora es? ¿Cuándo me dormí? Tengo el celular sobre el pecho. Está vibrando. Me reincorporo en la cama y me froto los ojos. Pronto, me doy cuenta que tengo los lentes de contacto por lo que se me irritan. Parpadeo varias veces para eliminar la sensación de arenilla.

La vibración cesa. Mi habitación está a oscuras. Me estiro para encender las luces que rodean la cabecera de mi cama y mis estanterías. La tenue luminosidad casi me deja ciega. Me siento confundida, como si hubiera dormido demasiado. Busco mi móvil con las manos y trato de enfocar la hora. Son las diez de la noche. Carajo. Ni un sedante para elefantes me hará dormir esta noche.

Desbloqueo mi teléfono. Lo primero que veo es un mensaje-testamento de mi madre. Me dice que me dejó la comida lista en el microondas y que trató de levantarme pero que no pudo, ya que yo estaba profundamente dormida. Me aclara que me notó afiebrada, pero que no cree que sea nada grave. Su doctorado en Ser Madre le afirma que debe ser calentura por haber estado expuesta al sol, pero que si me sigo sintiendo mal que me tome un paracetamol del blíster que me dejó sobre la mesa.

Sonrió. Tengo hambre. Antes de bajar a cenar, decido checar el resto de mis notificaciones. Tengo dos llamadas perdidas. Y son de Ezra. Trago saliva en seco. No me esperaba que él me llamara y mucho menos después de lo de sucedió hoy. Mi corazón empieza a latir cada vez más fuerte, ¿cómo se supone que me debo tomar eso?

Brr...

Brrr...

Veo su nombre en el visor de la llamada. Un escalofrío me recorre de arriba abajo.

—¡AY! —grito y mi teléfono vuela por los aires. Cae boca abajo. Un ruido sordo, que retumba, se extiende por la habitación.

«La rompí. La pantalla. Esta vez sí que se rompió...».

¡Carajo! ¿Qué demonios le pasa? ¿Por qué es tan insistente? ¿Ahora también será el culpable de que mi teléfono se dañe? Tomo aire y trato de tranquilizarme; las secuelas del susto aún pasean por mi cuerpo. Me agacho para recoger mi móvil y lo levanto con miedo de ver la pantalla partida. Me llevo la sorpresa de que no le sucedió nada; una vez más, está sano. Suelto el aire contenido.

Brrr...

Su insistencia me pone fatal. No sé si insultarlo o disculparme por mi crisis histérica de hoy o la de ahora. En el fondo, creo que lo más coherente es explicarme la razón de mi actitud de niña pequeña —si es que tiene justificación—, pero en el otro fondo sé que no se lo merece. Pienso que lo mejor es dejarlo llamar hasta que se aburra; no obstante el fugaz pensamiento de él-sabe-mi-secreto vuelve a mi mente. Después de todo, no estoy en una posición para hacerme rogar.

—Hola. —Mi voz sale entre suave y ronca a causa de los vestigios del sueño y el grito.

—¿Estabas dormida? —pregunta. Trato de distinguir alguna clase de mensaje oculto en sus palabras, pero no hay nada. La decepción me domina por unos instantes.

No me delates  ✔️Where stories live. Discover now