-Las tres puertas- (*PARTE 3/6*)

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Era una estancia circular, con tres puertas de madera separadas unos dos metros, justo al frente. Esta madera no tenía nada que ver con la madera de las escaleras. Era bonita, estaba pulida, brillaba y no tenía un simple rasguño ni deterioro por el tiempo. Olvidó por un momento dónde estaba, pues estaba maravillada con aquella imagen tan preciosa, tan artística.

Cuando salió de su ensimismamiento, cayó en la cuenta del porqué estaba ahí. Se acercó a la primera puerta, situada a la izquierda. Acarició la madera, y sintió mucho calor en la palma de la mano. Pero era agradable. Incluso se agradecía algo de calidez entre tanta piedra gélida. Un pergamino salió desde debajo de la puerta. Humeaba y las esquinas estaban algo quemadas, pero aún así se agachó a cogerlo. Lo leyó:

"Hola, pequeña aventurera.

¡No, no temas! No soy más que una puerta.

Si necesitas calidez gira el pomo y entra,

pero ¡cuidado!, a veces mi calor quema."

Intentó entender el mensaje... Le estaba diciendo, por una parte, que era inofensiva. Pero por otra, que podía salir herida. No le hizo mucha gracia. Dejó el pergamino justo delante de la puerta, y se dirigió a la segunda, la que estaba en el medio.

También la tocó, aunque esta vez lo que notó era... ¡NADA! No estaba excesivamente fría, pero tampoco sentía calor. Era una puerta normal y corriente. Igual que ocurrió con la primera, salió disparado un pergamino bajo ella. Decía lo siguiente:

"Bienvenida, minúscula guerrera.

Yo también soy, como verás, una simple puerta.

¿Tienes curiosidad? ¿Quieres escuchar mi oferta?

Adelante, camina con tranquilidad pero mantente despierta."

Aquí volvió a sentir lo mismo que antes, con la diferencia de que aquí interpretaba un consejo, no una advertencia. Por salir de toda duda, tocó decidida la tercera. Sintió calor de golpe (que raro, ¿otra puerta como la primera?) pero al rato notó que lo que le quemaba era el frío que desprendía. De hecho, estaba más fría que las paredes. Otra vez, otro texto, en el que podía leerse:

"Enhorabuena, diminuta chafardera.

De nuevo, sabes qué soy, lo sabes de sobra.

¿Y qué es lo que buscas hoy? ¿Será una moneda?

Tú misma, si valoras tu vida, te quedarás fuera."

Esta puerta era menos amable. Le amenazaba directamente, con la frialdad que desprendía. "Si valoras tu vida, te quedarás fuera"... ¿Y si no la valora? ¿Entonces? ¿Entra? Por otra parte... Sabía lo de la moneda. Y al fin y al cabo, ella había bajado a por la moneda. Y qué demonios, ¡quería su moneda!

Así que entró en la nada-recomendable tercera puerta.

Pequeñas y grandes historiasWhere stories live. Discover now