-Las tres puertas- (*PARTE 6/6*)

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Tras varios minutos y con el agotamiento empezando a hacerse notable, decidió que ya era hora de intentar regresar al mundo que conocía. Se angustió de nuevo al recordar que cada vez había dejado menos camino disponible tras ella y pensó que quizá no podría salir más... Pero no, no era así. Efectivamente, las paredes seguían estando muy apretadas pero ahora, con su moneda en el bolsillo y las ganas de salir, pronto encontró que había más espacio para caminar. Más calma. Más aire para respirar. Volvió tras sus pasos, subió las escaleras de dos en dos, atravesó la seca alfombra de hojas y hierba para finalmente, salir por la reja.

Volvía a haber ruido, volvía a haber gente, coches, sonidos desagradables. Pero sólo le preocupaba llegar a su querida tienda y llenarse los bolsillos de dulzura. Esta vez caminó con más cautela y no volvió a correr para saltarse un semáforo (aunque daba saltitos de impaciencia mientras esperaba que cambiase de color a su favor). Llegó y... La tienda estaba cerrada. ¡Y ERA SÁBADO! Mañana domingo, todavía seguiría cerrada... Se había quedado sin sus chucherías por haber perdido la moneda.

De pronto, bajo la puerta de la chuchería, apareció un pergamino muy decorado. Lo leyó sin siquiera agacharse pues sólo había una frase escrita con letras bien grandes:

"A veces es más recomendable pararse a observar un reloj sin vida, que dejar que el reloj nos observe a nosotros."

Pequeñas y grandes historiasWhere stories live. Discover now