-El farolillo- (*PARTE 2/3*)

15 2 0
                                    

- ¿Qué es? — preguntó mirando directamente al farolillo. No obtuvo respuesta.

Mientras, el farolillo intentaba aguantarse, no moverse más allá del previsible vaivén provocado por las aguas bajo ellos.

 - ¿Quién es? — re-formuló esperando contestación.

"Aguanta, se cansará" pensaba el farolillo.

- ¿Me oyes? — insistió.

- ¡SÍ! — explotó. — Te OIGO, te VEO, y te HUELO. No estaría de más SILENCIO, que te OCULTES y que te LAVES.

- Qué mal genio tienes... — respondió ofendida aquella niña. 

- En años de profesión, jam...

- ¿Profesión? — rió, dejando atrás todo semblante de enfado. — ¿Llamas profesión a estar colgado dando luz?

- Eso hago, ¿verdad? "Oh, sí, vamos a reírnos todos del farolillo que es poca cosa", ¿no? Si supieras el motivo real de mi existencia tendrías que alimentarte de tus propias y necias palabras, ¡niña!

- Entonces dime el motivo para que lo conozca, venga. Sorpréndeme. — esta última palabra llevaba un tono desafiante imposible de rebatir con silencio.

- Pues verás... — añadió una pausa para captar más la atención. — El motivo es sencillo: intento que aquellos que van cegados por el mundo, tengan al menos una ayuda para no estamparse contra todo lo que está frente a sus ineptas narices. 

- No estoy segura de entender eso. — admitió aquella pequeña criatura humana.

- Me explicaré mejor: los humanos (tú incluida, sí) vivís en un mundo que pensáis que os pertenece. Plantáis árboles. Le dais nombres y formas a las nubes. Sois estúpidos, sí. Y lo digo porqué observo cada día. Manipuláis lo que tenéis a vuestro alcance, y lo que no tenéis a vuestro alcance lo acabáis manipulando creando medios para alcanzarlo.

- Vale, me parece perfecto. — interrumpió. — pero... ¿Qué ser es el que nos guía?

- Ah, veo que no quieres que me vaya por las ramas, ¿cierto? Pues "eso", incordiante niña, es el Paseador. Y antes de que preguntes, que seguro que lo ibas a hacer, te explicaré también: el Paseador en realidad era un humano, pero fue decayendo día tras día hasta llegar a lo que es hoy. 

- ¿Es como una penitencia? — preguntó, y tras pensárselo unos segundos añadió con temblor en su voz — Está... ¿vivo? 

- ¡CLARO QUE NO! — bramó. — Obviamente sólo puede tener vida aquello que no tiene ya la muerte, y el Paseador hace años que murió. Se mueve, claro. Incluso nos oye. Pero como te cuento, era un humano: un humano que se encerró tanto en querer cambiar el mundo que al final lo único que hizo fue dejar que el mundo le cambiara a él. Le decían que no era capaz de nada, que no avanzaría, que no era suficiente, que su futuro estaba tintado de negro. Le hundían, ¿y qué hizo mal? Les creyó. Simple y llanamente eso: les creyó. Esas palabras le hicieron mella hasta hacerle ser lo que es hoy. 

Tras un extenso silencio, surgió otra duda más.



Pequeñas y grandes historiasOnde as histórias ganham vida. Descobre agora