-El farolillo- (*PARTE 1/3*)

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Ofrecer luz aquí, regalar luz allá. Más visitantes: más luz aquí; luz del mas allá. Que pesados son. Pero bueno, ¿qué más da? Era su trabajo y función y no cambiará por más que se empiece a quejar. ¿Que de quién os hablo? Del farolillo, claro está.

Iba colgado sobre un manufacturado e improvisado perchero, en la parte más ancha de la barca, que era exactamente en el centro de la misma. Su remador era un ser sin rostro, sin cuerpo, sin nada. Colgaba como una espesa y oscura capa, sólo se vislumbraba el remo moviéndose por el gesto de sus mangas. Pero eso los viajeros no lo veían, por supuesto. Imaginad sus rostros de temor y el consecuente susto, ¿no? Simplemente se les decía "hay mucha corriente en el río" y como memos asentían con la cabeza. En realidad lo más tedioso de esto era soportar las nada-interesantes conversaciones que mantenían entre sí los turistas. "¿Has visto ese árbol? ¿Has visto esa rama? ¿Has visto esa nube?"... Diantre, como si no hubiera nada de eso fuera de la ruta, ¡vamos!

Era, como habréis deducido, una ruta nocturna a través de un río. Nada tenebroso, no no... Algo normalito. Agua, árboles, nubes iluminadas por la luna y una barca que se movía misteriosamente. Iban embarcando en grupos pequeños siempre dado que la barca, pese a ser sólida, no ofrecía la seguridad de un transatlántico moderno. Era un conjunto de madera y por si acaso, más madera aún. El único sistema de seguridad era una pequeña caja que contenía bolsas de aire, algunas ya deshinchadas por algún golpe.

Otro grupo más subió. Todos contentos, alegres, sonrientes mirando alrededor. Pero una niña en el grupo, la única que había de esa edad (y no solían haber muchos niños puesto que solían asustarse con la oscuridad, o eso creían sus ignorantes padres) se posó delante del farolillo, se sentó, entrecruzó las piernas como pudo y observó esa pequeña fuente de luz. Mientras que el mundo iba a un ritmo normal para todos, ella simplemente no le prestaba atención a nada: sólo le picaba la curiosidad... ¿Y si preguntaba? No, no... Era una estupidez. Pero, ¿y si no? Se percató en el particular Caronte que tenía un poco más lejos de su vista. Entonces ya no pudo mantener su silencio más.

Pequeñas y grandes historiasWhere stories live. Discover now