-Las tres puertas- (*PARTE 4/6*)

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Tras unos segundos empujando, la puerta cedió. Al instante se arrepintió de lo que había hecho: un panorama completamente blanco estaba ante sus ojos, y para su disgusto, bajo sus pies había hielo tan fino que podía ver agua a través. Se tapó como pudo los ojos para protegerse de la ventisca, y vislumbró un destello. Era cierto, estaba su moneda. O al menos eso parecía... Avanzó un poco, y sintió como el hielo cedía peligrosamente. 

Estuvo un instante dubitando, hasta que refunfuñando, se dio media vuelta y salió por la puerta de nuevo. Volvía a la fría sala, pero ahora no lo era tanto comparándolo a lo que acababa de sentir. Así pues... ¿Esa no era su puerta? Mal vamos.

Se dirigió a la puerta del medio, la que parecía neutra. Empujó sin premura y con fuerza. Lo primero que hizo fue mirar al suelo y seguía siendo igual de firme que el de ahí fuera. Ante ella había un pedestal alto pero estrecho, y tenía agujeros. Sobre él había una cuerda. La tocó con miedo, y de pronto... Nada. No ocurrió nada. Era una cuerda sin mucha historia, sin nada mágico (lo cual le decepcionó un poco). Pero la cogió, se la enfundó a modo de bandolera y salió.

Ahora tocaba averiguar de qué trataba la calidez de la primera, y estaba más decidida aún al entrar. Caminaba sobre brasas, que le quemaban sólo si se quedaba quieta. En frente de ella había otro pedestal como el primero, con una antorcha encendida por una inmensa llama agarrada. Pensó qué hacer (mientras se movía en círculos para no quemarse) y en qué utilidad podía tener. Tomó la antorcha y salió.

Ahora estaba delante de las tres puertas, tocaba pensar.

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