Capítulo 25

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Cada invierno me recordaba nuestra distancia y frialdad.

Pov Valentina.

Pasé una mano por mi cabello soltando un suspiro, estaba agotada, sentía una tremenda carga en mis hombros con la cual no sabía lidiar.

Por un lado estaba la muerte de mi papá, que me dolía cómo nada en el mundo, hubiera preferido morir yo que él.

Por otro lado estaba el hecho de estar para mi hermana, no sabía que le pasaba pero últimamente no era la misma, pensaba que era por la muerte de papá, pero siento que algo más le afectó y por más que he intentado hablar con ella, simplemente me aleja.

Ser la hermana mayor era una tremenda responsabilidad, a veces solo deseaba tener una máquina del tiempo y ir a esos días en donde estaban papá, mamá, Poché y yo en ropa interior viendo caricaturas animadas con la voz de mamá de fondo haciendo panqueques.

Limpié la lágrima que resbalaba por mi mejilla, me levanté de la silla de la mesa y fui abrir la puerta, el timbre sonaba y no sabía quién podría ser. Con los pies arrastrando caminé hasta la puerta, tomé el pomo de ella y la abrí.

—¿No llevaste las llaves?— Pregunté a mi hermana con Paula y Laura detrás.

— Las olvidé.— Contestó cómo robot, tirando la mochila al suelo e ir a su habitación.

—¿Me perdí de algo?— Pregunté viendo a las chicas, ellas se vieron entre si y negaron con su cabeza.

— No la conocemos hace una semana.— Contestó Paula afligida, suspiré.

—¿Se quedan?— Pregunté dandoles el paso a entrar.

La verdad es que la compañía de las chicas nos ayudaba mucho a mi y a Poché, aunque sabía que Laura se quedaba más por mi hermana. La había cagado con ella y eso solo me hacía sentir cómo una basura.

— Yo si.— Contestó Paula entrando a cada.

— Yo no.— Replicó Laura viéndome.— Tengo cosas que hacer.— Añadió ajustando la mochila en su hombro.

— Pero dijiste que-

— Tengo cosas que hacer, Pau.— Interrumpió la pelinegra dando media vuelta.

— Lala.— Llamé su atención sosteniendome de la puerta.— ¿Podemos hablar?— Musité con mirada suplicante.

— Valentina...— Respondió cerrando los ojos unos momentos suspirando pesado.

— Por favor.— Rogué curvando la comisura de mis labios en una sonrisa fantasma.

— Bueno, veré si ya puso la marrana.— Paula se iba al cuarto de Poché.

Laura y yo quedamos solas, suspiró y se adentró a la casa en silencio, cerré la puerta a mis espaldas y rasqué mi nuca nerviosa.

—¿Quieres algo de tomar?— Sugerí jugando con mis manos.

— Valentina, ve al grano.— Pidió Laura cruzándose de brazos.

¿Cómo le decía que la extrañaba con cada parte de mi y que su lejanía me dolía cómo si me quemasen viva?

— Te extraño.— Me limité a decir, tragando grueso.— No sabes cuánto lo hago.— Agregué viendo su rostro.

—¿Ya acabaste?— Replicó alzando una ceja, negué con mi cabeza.

— No. Sé que la cagué, arruiné todo y si, merezco esto y más, pero Lala...— Me acerqué a ella a pasos lentos.— Te juro que nunca había sentido esto por nadie.— Declaré mordiendo mí labio inferior inquieta.

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