Capítulo 37

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Creímos ser verano, pero cuando el invierno congeló lo nuestro dijimos adiós.

Pov Narrador Omnisciente.

César estaba tan contento, por fin tenía a sus princesas con él, era algo de gozo y alegría, su pequeña María José dormía cómo siempre quiso verla, cómo una hermosa bebé que papá hubiera consentido demasiado.

Era una de sus princesitas y él sabía que se merecía lo mejor.

A veces no sabemos diferenciar la locura, en los tiempos antigüos una persona con locura era condenada a la hoguera acusados de brujería.

Un terrible final para aquellas pobres almas condenadas al encierro y voces que habitaban en sus mentes.

Nadie podría pensar que el padre de aquellas chicas sufriera problemas mentales, para César era una constante miseria escuchar las voces de su mente. Se encontraba en un cuarto blanco con diferentes voces y carcajadas sonando con persistencia en su cabeza.

Un trauma provocado por su padre... Un padre que abusaba sexualmente de él.

¿Qué se podía esperar de una persona que recibió maltratos, abusos y golpes por cada acción qué realizaba de pequeño?

Una chica inconsciente y con un punzante dolor de cabeza despertaba lentamente, sintiéndose débil y cansada. Enfocó su vista y observó a su padre no muy lejos de ahí.

— Papá, déjanos ir.— Habló Elizabeth con voz mortecina.

— Lizzie, princesa, despertaste.— El hombre celebraba al ver a su hija despierta.

César solo buscaba ser el mejor padre, pero en vez de eso consiguió ser prepotente, un padre pudiente que consiguió el odio a su alrededor, más viniendo de sus hijas.

— Papá, por favor, no compliques más las cosas.— Rogaba Elizabeth, descubriendo que estaba atada de pies y manos.

—¿Yo?— César se señaló a si mismo haciendo una mueca.— Yo no complico nada, solo las quería conmigo.— Para César era simple la ecuación.

—¿Dónde está Martha?— Inquirió Elizabeth, al recordar que su amiga y madre de María José estaban en su departamento.

César tomó su cabeza entre sus manos y gritó, tapando sus oídos y negar con su cabeza al oír el nombre de la mujer.

—¡Shhh!— Tapó la boca de la ojiverde con su mano, viendo a todos lados desorientado.— No menciones a esa traidora, no, no, no.— César negaba y se separaba de su hija.

— Papá...— Murmuró Elizabeth con miedo.

— Duerme, mi princesa.— El mayor sonreía y acariciaba el cabello de Elizabeth.— Iremos con mamá pronto.— Añadió dejando un beso en la cabeza de la chica.

— Mamá está muerta.— Recordó Elizabeth con el ceño fruncido.

Elizabeth no entendía el comportamiento tan cambiante de su padre, después de tantos años sin verlo y descubrirlo de aquella forma solo la aterraba.

—¿Qué? ¿Te sientes bien? Mamá, espera en casa, princesa.— César miraba a su hija cómo si hubiera dicho una aberración.— Se pondrá muy contenta cuando vea a María José.— El mayor miraba a la morena recostada en un sofá de mala muerte.

—¡Mamá está muerta!— Gritó Elizabeth a César, el mayor apretó su mandíbula.

— Silence, salope ingrate!«¡Silencio, perra malagradecida!»— Una bofetada fue a parar a la mejilla de la ojiverde.

La lista || TerminadaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang