UNO.

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—¡Maldita sea Bel!—escuché la voz de mi mejor amiga a través del celular con un ojo entreabierto.

Me había vuelto a quedar dormida.

—Lo siento, de verdad lo siento—murmuré con la voz adormilada, levantándome de mi cama.

—Deja de disculparte y mueve tu trasero hacia el aereopuerto, estoy a punto de llegar—replicó, yo volqué mis ojos como si pudiera verme.

—Bien, pero no te enfades, mamá—suspiré adentrándome a el baño con pereza.

—¡Entonces sal ya! Las personas empiezan a verme con mala cara, no quiero seguir regañandote—cada vez su voz iba bajando de tono cosa que me hizo soltar una risilla por lo bajito.

—Cómo ordenes, Mackenzie.

Entonces alejé el teléfono de mi oreja y ni siquiera me dio tiempo de darme una ducha, solo fuí directo a mi vestidor y tomé un pantalón y un jersey coral, no pasaron veinte minutos cuando salí de casa en dirección al aeropuerto.

Me dirigí hacia el parqueadero donde se suponía que nos encontraríamos. Y así fué, ahí estaba mi mejor amiga la cual no veía desde hace dos años. Mis ojos se llenaron de lágrimas al verla con sus tres maletas viendo fijamente hacia mi dirección, la había extrañado cada segundo de mi vida.

Más que mi amiga, ella era mi hermana. Nos conocimos cuando éramos muy pequeñas, pero lamentablemente años atrás ella se había mudado a Venecia en busca de un mejor futuro, la buena noticia era que había vuelto a pasar navidad con mi familia, la mala noticia era que el primero de enero ella se devolvería a su nuevo hogar.

—¡Mack!—susurré cuando llegó hacia mi, envolviéndome con sus delgados brazos, juro que era el abrazo que necesitaba para volver a ser yo.

—¡Dios mio Belinda, cuanto te extrañé!—exclamó la rubia abrazándome más fuerte.

—¡Feliz casi navidad, Mackie!—murmuré y el sonido se perdió en un inmenso silencio, hasta que ella por fin habló con su voz quebrada.

—Feliz casi navidad, Bel—dijo en un susurro.

—Bien, ¿nos quedaremos así todo el día o empezaremos con nuestras aventuras?—reí separándome de ella.

—Te odio, siempre arruinas los momentos emotivos—pasó su mano por debajo de sus ojos quitando los restos de rimel que se había corrido por las lágrimas.

—Callate, lunita, mejor vamos a el hotel antes de que me arrepienta y haga que te quedes en mi casa ajuro—froté mi mano contra su cabello en un acto molesto, ella gimió de frustración al ver por el vidrio del coche que la había despeinado.

—¡No hagas eso idiota!—exclamó ofendida—Por eso es que no tienes novio.

—Hey, no te metas con los problemas amorosos de las demás personas, además, no tienes base para hablar sobre eso, porque tú—la señalé con mi dedo—, estás peor que yo.

—Bueno, bueno, cálmate fiera, lamento haber herido tu ego—soltó otra risilla mientras se subía al coche.

—Bien, ahora vámonos.

***

Pasé unos cuantos minutos conduciendo cuando el coche se detuvo en un semáforo, dirigí mi mirada hacia un lado, haciendo contacto visual con una chica y un chico hablando en la puerta de un club, algo del chico llamó mi atención, específicamente su cabello rubio y su barba roja, la chica se veía más frágil y delicada, tenía su cabello negro muy corto y era muy delgada, mi mirada se posó en un aviso, tenía por nombre "Dexter club" ¿A quién se le ocurría ponerle el nombre de la ciudad a un club"

Entonces el semáforo marcó verde y mi mirada se posó nuevamente en la carretera y el coche empezó a andar, pero extrañamente esos chicos me habían dado una mala impresión, aunque traté de borrar la imagen de mi cabeza, pues seguramente estaba alucinando.

Llegamos al hotel unos minutos más tarde encontrándonos con una gran fachada que gritaba "Aquí se hospeda solo gente de dinero" Era hermoso y relativamente grande, Mackenzie bajó del auto y sacó sus tres maletas de la parte trasera, yo la seguí hasta la entrada, dejando que un delicioso olor a lavanda golpeara mi cara al instante de que las puertas se abrieron.

Íbamos caminando cuando vi un chico de reojo que justamente acababa de llegar a la sala, era alto, muy alto. Pude visualizar sus ojos grises posándose en cada rincón del lugar, su cabello era negro azabache, lo que extrañamente combinaba con sus ojos, era una combinación extraña, pero sin duda...¿Alucinante? No me dediqué a verlo mucho tiempo, pues quise centrarme en otra cosa para no hacerle saber que me estaba fijando en él.

Odiaba subir el ego de una persona, a menos de que me gustara de verdad, aunque después de lo que pasó con mi ex novio dudaba que volviera a hacerlo. O al menos que sintiera algún tipo de vínculo o conexión con esa persona, a tal punto de soltarme y ser yo misma, pero eso pasaba con muy pocas personas.

Muy pocas.

—Habitación ciento sesenta y siete, piso tres a la derecha—habló la recepcionista entregándole la llave a mi amiga.

Y entonces sentí el olor de una colonia... ¿Quién carajos olía a vainilla en pleno siglo veintiuno? Giré mi cabeza encontrándome con el chico llamativo. Tan fino que se veía, y olía a vainilla.

—Vamos, Bel. Ya tengo la llave de la habitación.

Y entonces caminé con mi amiga hacia el elevador, tratando de no posar mi vista en ese chico nuevamente.

***

Autora:

Si leyeron mi primer libro sabrán quienes son esos dos chicos desconocidos:D

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now