DOCE.

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Las calles de Dexter estaban llenas de personas, estas caminaban de un lado a otro, yo las veía por la ventana del auto el cual iba camino al "Bosque especial" Pues así lo llamaba Thomas. El último conducía como siempre solía hacerlo, en silencio y sin quitar la vista de la carretera. En la radio sonaba Never Ending Story. Una de mis canciones favoritas.

El aire acondicionado estaba encendido batiendo mi cabello y refrescándome al instante. Mi respiración empañaba la ventanilla del auto y con mi dedo dibujé una flor en esta. El auto se detuvo unos minutos después en aquel espeso y hermoso bosque. Inmediatamente mi mirada fue dirigida a el encantador árbol perenne. Pero me llevé una sorpresa al ver unas cuantas de sus hojas en el piso.

Me bajé casi trotando y me acerqué a él, sintiendo mi pecho apretado al ver las pocas hojas que quedaban. Ya no se veía igual de hermoso, ya no tenía el mismo brillo, ya solo quedaban sus ramas con algunas hojas las cuales empezaban a marchitarse. Me giré hacia Thomas el cual me veía expectante. Por primera vez pude ver un brillo en su mirada. Un brillo de decepción.

Me acerqué con pocos pasos hacia él sintiéndome extraña y triste, el solo veía el árbol sin procesar el hecho de que empezaba a marchitarse.

—¿Estás bien?—pronuncié a penas entendible.

—Lo secaron—dijo en un aludido.

—¿Qué?—pregunté sin entender absolutamente nada, me acerqué aún más a él y tomé su mejilla en mi mano brindándole leves caricias.

—¡Le echaron un jodido veneno!—solté un jadeo de frustración al oír eso, sin embargo creía que no estaba seguro....

—No estas seguro de eso, ¿o sí?

—La última vez que cambió sus hojas fue hace tres meses. No tiene por qué volver a hacerlo, es casi imposible, Bel.

Cerré la boca sin saber que decir, su cara de tristeza me arrugó el corazón, aunque esa era una de las cosas que más me gustaba de Thomas. El hecho de que mostraba sus sentimientos hacia mi, como si yo no fuera una barrera y me conociera de toda la vida, lo abracé un segundo para girarme aún pegada a su pecho.

—¿Era muy importante para tí?—volví a ver con tristeza el árbol.

—Vengo aquí desde que tenía quince, creo que me enamoré de él desde el primer momento en que lo vi. Recuerdo que cada vez que cambiaba sus hojas no venía porque me daba lastima verlo así—soltó una risa suave haciendo que su pecho vibrara contra mi espalda y un escalofrío me corrió por la espina dorsal, él pareció darse cuenta, pues me dedicó una mirada tan seria que me perdí por un momento.

—Oh—fue lo que alcancé a pronunciar antes de que el se acercara a mi, nuestras narices chocaron un momento. Me era imposible calmar mi respiración agitada, mi pecho subía y bajaba con rapidez.

Y esta vez nada impidió que sus labios tocaran los mios, sumergiendonos en un hermoso y sultil beso. Al principio el succionó mi labio inferior y las mariposas en mi estomago aumentaron. Sentir el tacto que tenían nuestros labios unidos era una de las cosas mas nuevas y extraordinarias que había experimentado en mi vida. Esto hizo que quisiera tatuarme este sentimiento para así no borrarlo nunca de mí. El movimiento de sus labios encajaba a la perfección con lo mios, estos se movian tan sincronizados que me hacia creer que estaba en la nubes.

Cuando nuestros rostros se alejaron mis ojos aún seguían cerrados, mientras mi interior intentaba procesar el hecho de que acababa de besar al chico que me gustaba. Del chico que me estaba enamorando, y luego sentí nuevamente sus labios en los míos pero esta vez solo dejo un casto beso, dejándome con ganas de más.

***

Las estrellas ya se hacían presente en el hermoso cielo, eran al rededor de las siete de la noche y estábamos acostados en una pequeña manta que Thomas había traído. En mi mano tenía una manzana que el chico había bajado de un árbol anteriormente, sabía que se acercaba la hora de irnos. Aún así yo quería quedarme toda la noche junto a él así, bajo a la luz tenue de la luna alumbrando el bosque especial, vi su perfilado rostro el cual tenia la mirada perdida en el bosque, eso hacia cuando pensaba, me había dado cuenta en varias oportunidades. La ventisca fría golpeó mi rostro y movió mis cabellos, algunos de ellos se quedaron en el rostro de mi chico ojos grises, y ahí salió de su trance soltando las palabras que menos me esperaba.

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now