SEIS.

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La navidad llegó trayendo consigo alegría, cánticos y un clima maravilloso. Creo que eso era lo que más me gustaba de esa época además del olor, aunque muchos decían que el olor a navidad no existía yo era fiel creyente de que si lo hacía.

Habían pasado dos días desde la salida con Thomas, desde entonces no había sabido de él hasta esa misma mañana.

—¿Quieres salir conmigo a una fiesta hoy?—el chico me invitó a través de la pantalla del teléfono.

A lo que por obvias razones no me negué, así que le avisé a mi amiga que iríamos a salir a las diez de la noche a una fiesta de la cual desconocía su nombre y su ubicación, pero Thomas se había ofrecido a venir a buscarnos así que no tenía que preocuparme por eso.

Bajé de la habitación un poco cansada, pues eran las nueve de la mañana y aún me faltaba una hora por dormir, pero debía hacer muchísimas cosas, entre ellas envolver los regalos que anteriormente había comprado en el centro comercial y arreglarme, cosa que era muy importante pues siempre tardaba mínimo dos horas para hacerlo cuando iba a salir a cualquier lugar, ese día iba a tardarme unas cuatro horas, pues quería lucir diferente y arreglada aunque fuera una vez al año.

O dos, porque año nuevo también contaba.

Subí nuevamente a mi cuarto luego de llegar hasta la mitad de las escaleras, pues me lo pensé mejor y tomé la decisión de que bajaría cuando mamá me necesitara. Entonces tomé un baño de agua fría y escuché la voz de mamá llamándome desde las escaleras de la casa, le respondí con el típico "Ya voy" lo suficientemente fuerte como para que me escuchara, pues si no tendría que aguantar una discusión en plena navidad. La nieve caía desde el cielo llenando cada vez más el asfalto, yo la veía por la ventana siendo esta una de las cosas que más amaba de Dexter, el que solo nevara en las épocas navideñas las hacía aún más especial.

Mientras me vestía oí como algunas personas cantaban villancicos por las calles, es muy temprano, deben de estar congelandose. Pensé. Así que después de vestirme con algo decente y asomarme por la ventana de mi habitación encontrándome con un grupo de ellos a la esquina de mi cuadra bajé a la cocina donde mamá se encontraba preparando todo para la cena de esa noche.

—Hola, Linda—me saludó la mujer que me dió la vida cuando notó mi presencia en el lugar

—Buenos días, madre. ¿Necesitabas algo?—pregunté mientras sacaba el chocolate del gabinete de la cocina y calentaba agua en la estufa.

—No, solo quería asegurarme de que estuvieras despierta—me dedicó una sonrisa cálida y luego se acercó al horno para sacar el pavo que había cocinado.

El olor llegó a mis fosas nasales haciendo que mi estómago sonara, tenía hambre, sin embargo no podía sentarme a comer puesto a que el agua había hervido. Preparé un rápido chocolate caliente y luego de servirlo en pequeño vasos de plástico los coloqué en una bandeja y salí de casa con sumo cuidando intentado que ninguno se derramara.

Con suerte llegaron sanos y salvos a su destino, las personas que cantaban alegremente sonrieron cuando les entregué aquella bandeja como si de un angel se tratara, yo les devolví el gesto y tomé la bandeja—ahora vacía—nuevamente para devolverme a mi casa, puesto a que el frío empezaba a congelar mis huesos.

****

Unas horas más tardes me ví a mi misma sumergida en el inmenso silencio de mi habitación intentando que el delineado que hacia en mi ojo quedara perfecto. Pero esto se vio interrumpido cuando Mackenzie entró por la puerta haciendo que me desconcentrara al instante, solté un sonido de frustración cuando vi mi ojo ahora manchado de negro.

—¡Carajo! ¡Lo siento, lo siento!

—Ya no importa.

Después de maquillarme abrí la ventana de mi cuarto, de inmediato la ventisca de invierno golpeó mi rostro y de pronto los villancicos volvieron a sonar por todo mi cuarto dándole un toque de alegría a mi momento de arreglarme.

Mack ya estaba completamente lista, mientras yo a penas iba a vestirme. Claro que ya había adelantado muchas cosas como el peinado y el maquillaje, ahora solo faltaba la vestimenta y los accesorios.

Una vez mi cuerpo era tapado con un hermoso vestido color vino escarchado, coloqué un poco de mi perfume olor a rosas, y terminé colocando un par de anillos en mi mano para bajar hacia la planta baja de mi casa donde madre y Frank esperaban nuestra llegada.

La velada fue increíble, comimos mientras contábamos anécdotas vividas cosa que le daba un toque de nostalgia y felicidad a la noche. Se hicieron las diez de la noche cuando el timbre de casa sonó, Mackenzie al igual que yo nos despedimos de mis padres y caminamos hacia la salida.

Un sentimiento de adrenalina se apoderó de mi, pues sería la primera vez que Thomas me veía realmente decente y no sabía cuál sería su reacción. No podía controlar mis emociones, en cada paso me adentraba más a una incertidumbre sin salida que hacia que mi corazón latiera cada vez más fuerte.

Como era de esperarse al abrir la puerta me encontré con la mirada de aquel chico vestido con una camisa manga larga negra, un pantalón negro y su cabello negro sin contar sus accesorios del mismo color. Su piel pálida hacia que el color resaltará aún más cosa que hizo que suspirara inconscientemente. Y en ese momento quise desaparecer de la faz de la tierra, pues él me miró desde los pies a la cabeza y luego tomó mi mano plantando un beso formal en esta, mi corazón dio un salto al sentir sus labios contra mi piel, si embargo supe controlarme.

—Feliz navidad, chica bonita—habló él mientras yo intentaba cubrir mi rostro rosáceo.

—Feliz navidad, Sherlock —murmuré casi inaudible, aun así logró escucharme. Entonces una tercera voz se hizo presente en el lugar haciendo que cerrara los ojos implorando paciencia.

—Iugh, ¿no pueden tener su momento romántico en otro momento? Tantas miradas me dan escalofríos—habló mi amiga caminando hacia el coche, y mientras yo la miraba como si quisiera matarla Thomas por su parte intentaba aguantar una sonrisa.

—Permítame decirle con todo el respeto del mundo que hoy luce increíblemente guapa—su tono cortés hizo que soltara una risilla, el frunció su ceño al verme reír.

—No intentes ser original con ese tono, amigo. Y con eso puedo terminar de afirmar que eres Sherlock Holmes.

—Auch, ese amigo fue como una bala que me dio justo en el corazón—no pude evitar sonrojarme, entonces esperé unos segundos para responder.

—Pero eso es lo que somos, ¿no?—ironicé sosteniendo mi mirada chocando con la de él, aunque lo único que quería era bajarla al suelo no lo hice, mi orgullo era aún más grande.

—Lo somos por ahora, chica bonita. Por ahora—remarcó la última frase y tuve que esconder un escalofrío que recorrió mi cuerpo frotando mis brazos con mis manos.

No respondí pues no tenía la fuerza para hacerlo, así que decidí caminar hacia el coche sintiendo sus pasos detrás de mí. Con cada paso los tacones que calzaban mis pies sonaban y para decir verdad caminaba muy bien con ellos, pues era de unos veinte centímetros pero para mi eran muy cómodos.

Algo que me gustó fue que aún teniendo ese alto calzado, Thomas seguía siendo más alto que yo, por poco, pero lo era.

Una vez montada de copiloto en el auto, Thomas subió a él impregnando con su colonia el pequeño espacio automáticamente, no llevaba olor a vainilla, ahora llevaba su colonia Dior, el olor era tan impresionante que me vi a mi misma suspirando para que este abarcara todo mi ser.

Era la segunda vez que suspiraba.

En una misma noche.

¿Cuando la Belinda de hace unos días haría eso? Nunca.

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now