DOS.

83 22 6
                                    

Me encontraba en la habitación de mi amiga ayudándola a desempacar sus cosas, llevábamos al menos unas dos horas guardando todo y aún quedaba una maleta, mi cabeza trataba de descifrar como es que pudo traer tantas cosas en un solo viaje.

—Bel... sé que no te gustan las fiestas, de verdad lo sé. Pero necesito que me acompañes, quiero ir, lo juro—suplicó la chica y al instante dejé de doblar ropa para mirarla desconcertada.

—¿Qué? ¡Oh, no! Ni lo sueñes Mackenzie, no lo haré, que te quede claro.

—¡Vamos Beli! No te arrepentirás—se acercó hacia mí batiendo sus pestañas cosa que la hizo parecer una bebé—Hazlo por mí.

Ya con eso me había convencido.

—Solo si prometes no decirme Beli por una semana—suspiré resignada.

—¡Lo juro! Gracias, gracias.

—Ya termina, ¿si? Después me agradeces.

Ella asintió felizmente, y aunque mi ánimo había bajado, pues de verdad no me apetecía ir a esa fiesta, me sentía en paz al poder complacer y apoyar a mi amiga en algo.

—Deja de comportarte como una bebé, y dedícate a guardar la ropa—le regañé a lo que ella echó a reír, ¿qué era tan gracioso.

—Después dices que yo soy la mamá.

***

Entramos por la puerta de una casa la cual estaba llena de personas haciendo que hiperventilara casi al instante. No estaba acostumbrada a salir de fiestas, de hecho se me hacía algo estúpido, era de las personas que pensaba ¿Por qué ir a "divertirte" con un par de hipócritas que después hablaban mal de ti? Creo que esa era la razón por la cuál no tenía amigos.

Mi forma de pensar era muy distinta a mi físico, a simple vista me veía como una chica ruda y desagrasable, pero por dentro era todo lo contrario, aunque como todas las personas también tenía mi lado sensible y me gustaba analizar muchísimo las cosas.

En ese momento odié haber elegido un vestido negro, pues el calor era más insoportable aún, mi mirada se detuvo hacia un rincón del lugar, y entonces dije, ¿en serio? En un susurro, que gracias al cielo, no se escuchó por lo fuerte de la música. Pero entonces Mackenzie comenzó a caminar justo en esa dirección haciéndome respirar profundo para no perder la paciencia. No estaba preparada para lidiar con Lauren, estaba segura de que con cualquier mínimo comentario esa noche iba a acabar en pelea.

Caminé hacia ella sin más opción, se encontraba con otros chicos, solo conocía a dos. Y uno era el chico del hotel. Espera ¿¡Era el chico del hotel!? Dos iris grises estaban clavados sobre mí, los cuales traté de ignorar, aunque no estaba muy segura de si había funcionado. Sin embargo no me dejé entrar en colapso por eso.

Más bien ignoré su presencia dejando de caminar a un lado de mi amiga la cual ya había entablado una conversación con Lauren. Dejé que mi mirada se perdiera entre las personas que se encontraban en el lugar, ¿cómo podía alguien llegar a ser tan feliz con las cosas tan pequeñas? Era algo inexplicable, como muchas de las cosas en este mundo, no todo era perfecto, sin embargo eso no llamaba mi atención. Mi atención toda la vida se había centrado en tratar de descubrir cosas simples pero que dejaban muchísimo que pensar, como por ejemplo, ¿puede llegar a haber vida tras la muerte? Sé que puede llegar a parecer estúpido, pero es una pregunta insignificante que aunque duremos horas analizando tal vez nunca llegaremos a descubrir.

Entonces escuché un carraspeo a mi lado que me hizo parpadear varias veces para poder salir del mundo en el cual me había sumergido, giré mi rostro hacia un lado, encontrándome con ese chico, el que esa mañana olía a vainilla, pero ahora olía a perfume de la marca Christian Dior, lo sabía porque mi padre solía trabajar en una perfumería y también lo usaba.

¿Así que olía a chico estúpido de día y a chico interesante de noche? Curioso, ¿eh?

Él me dedicó una sonrisa ladeada y aunque me costó un poco se la devolví, tampoco era mal educada. Además, no podía negar que el chico se veía realmente guapo.

—Hola, hermosa. Mucho gusto, me llamo Thomas—habló él rompiendo el incómodo silencio que se había creado en el lugar. No pude evitar fijarme en su voz... era algo difícil de explicar, en realidad era fuerte, pero a la vez firme. Se escuchaba muy bien además de ser algo completamente nuevo para mis oídos.

—Hola, me llamo Belinda, pero mayormente me dicen Bel—contesté extendiendo mi mano hacia él, la tomó delicadamente para después llevarla a sus labios y dejar un beso en ella.

Esa simple acción me desconcertó, de verdad era primera vez que alguien hacía eso, y era tan nuevo y extraño para mí, que esta vez no pude mantener mi típica expresión neutral, simplemente mi verdadera expresión salió a la luz como si volviera a ser yo. Aunque no tardé mucho tiempo en volver a recomponerme.

—Belinda...—habló como si estuviera saboreando mi nombre.

—Si, se que suena raro, por eso prefiero que me digan Bel—fruncí el ceño al ver que su mirada se había perdido entre la multitud.

—No, de hecho es hermoso, muy hermoso—Me miró luego de unos segundos, ¿estaba todo bien con él?

—Gracias... Supongo—murmuré extrañamente avergonzada haciendo que obligatoriamente mi mano subiera a mi ceja y pasara dos de mis dedos por ella, como siempre lo hacía cuando me sentía expuesta, nerviosa o avergonzada.

—Aunque claro, si lo prefieres puedo llamarte Bel, pero no puedo negar me daría un inmenso placer ser la primera persona que no te llame por un diminutivo.

—Pues entonces puedes llamarme como gustes—propuse viendo hacia un lado, entonces vi a Mackenzie hablando con un chico, reí y negué con la cabeza, sabía que quería venir por una razón.

—Es tu amiga, ¿no?—preguntó viendo hacia donde se encontraba la rubia.

—Si, lo es—respondí con una sonrisa en el rostro.

—Tiene un parecido a... ¿Cómo se llama esta princesa?—pude ver como su mirada volvió a perderse entre las personas y ahí entendí que esto le pasaba cuando estaba pensando en algo.

—¿Rapunzel?—terminé la frase por el.

—¡Esa misma!—y me miró fijamente haciendo que quisiera esconderme en un refugio y nunca salir—. Y tú... cabello castaño, baja, rostro perfilado... Ya la tengo, tu definitivamente eres "Bella"

—¿En serio? No me parezco a ella, en absolutamente nada—respondí mirándolo a los ojos, entonces una tercera voz se escuchó en el lugar.

—Hola amor, ¿puedes venir un momento?—puse los ojos en blanco al ver a Lauren hablándole con su típica expresión de mosquita muerta.

—No soy tu amor. Y claro, hablemos—respondió, y aunque se veía molesto su voz había sonado extrañamente cortés.

—Bien, ya volvemos. Beli.

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now