VEINTISÉIS.

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La lluvia empapaba mi cuerpo haciendo que mi ropa se pegara como una segunda piel, de mis ojos brotaban lágrimas las cuales la lluvia se llevaba. Iba de camino a casa, había caminado aproximadamente media hora y aún me faltaba un poco para llegar.

No podía creer que fue ella, no podía creer que esa víbora había matado a mi bebé. No lograba asimilar que Eric me había engañado así, cuando yo juré que era mi "amigo".

Las luces de un auto se hicieron presente alumbrando el lugar, estaba temblando de frío, entonces logré distinguir el auto de Thomas parqueandose a mi lado, pero no dejé de caminar. Al contrario, comencé a correr lo más rápido que pude, me negaba a volver a casa con él, no podía hacerlo.

Sus brazos me tomaron por detrás pero mi orgullo hizo que me removiera hasta zafarme de él, me estaba costando tanto asimilar todo eso....

—Bel—gritó en medio de la lluvia para que lograra escucharlo, su mano tomó su barbilla e hizo un pequeño esfuerzo porque lo mirara, pero no lo hice—, amor, ¿qué te hizo, cielo? ¿Qué te hizo esa hija de puta?

Sus palabras me tomaron por sorpresa, pensé que me insultaría por haberle pegado, pensé que después de eso no querría volver a verme más nunca en su vida.

—Florecita, háblame. Yo sé que tú no eres así, linda. Sé que si no lo fuera merecido, no le hubieras pegado.

De mis ojos volvieron a brotar las lágrimas, entonces me abrazó transmitiendome su calor. Y aunque lo intenté no podía hablarle, no podía decirle "tú madre mató a nuestro hijo" no podía hacerle eso. Ni a él, ni a ella, porque por más que la odiara no podía hacer que su hijo tuviera ese sentimiento hacia ella.

Y tal vez Valeria tenía razón, jamás fui buena para Thomas.

—¿Podemos hablar otro día?—su cara me indicaba que no estaba de acuerdo con lo que había dicho, y es que ni yo lo estaría, pero ese chico era muy compresivo y como lo supuse asintió.

—¿Al menos dejarás que te lleve?—negué alejándome de él y volviendo a caminar en la lluvia.

—Adiós, amor—y me alejé. Me alejé sintiendo la opresión en mi pecho, pero repitiéndome una y otra vez "Después de la tormenta viene la calma" y antes de que Thomas subiera al carro me giré hacia él.

—No me busques más, por favor. Al menos no hasta que me sienta preparada—pedí mirando hacia el asfalto.

—Belinda, no puede pedirme eso—sus pasos acercándome partían más mi corazón.

—Por favor—dije en un aludido.

—El viernes me iré a El Consejo. Quería pedirte que vinieras conmigo y que formaramos una familia haya, juntos. Y aun sigue en pie. Si cambias de opinión, florecita. Te estaré esperando hasta las tres de la tarde, de no ser así me iré. Y nunca más volverás a saber de mí.

Asentí sintiendo como mis ojos picaban, entonces me acerqué y dejé un beso en su mejilla. El beso que nos marcaría para siempre.

—Nos vemos, Gray.

—Nos vemos, chica bonita—comencé a caminar nuevamente—. Y Bel... Te amo.

Con una sonrisa melancólica seguí caminando, ¿era esto lo correcto? ¿Era esto lo que quería para mi?

Llegué a casa sintiéndome la peor basura del mundo, quería acabar con esto, quería dejar de sufrir tanto. Mack abrió la puerta y al verme en mal estado no lo importó que estuviera mojada. Simplemente dejó que la abrazara empapandola tanto de agua como de lágrimas, no quería vivir. Quería acabar con esto.

—Hermana... ¿Qué pasó, Linda?

—Mack—hipé—. No puedo, no puedo.

Ella acariciaba mi cabello brindándome su apoyo, caminamos hacia el sillón donde ella tomó una sábana y la paso por mi cuerpo, luego de unos minutos ya no sentía tanto frío. Y aunque estaba más calmada el dolor era igual que unos minutos antes.

No lo tuve que pensar dos veces antes de decirle todo lo que había pasado, ella permanecía en silencio, incluso cuando le conté lo que Valeria había hecho ella no dijo absolutamente nada, aunque sabía que el el fondo de esa expresión neutra estaba queriendo salir por esa puerta y matar a esa vieja con sus propias manos.

—Y se va.. él se va, Mackie y no sabes todo lo que me duele dejarlo ir, pero no soy suficiente...

Ella tronó los dedos de su mano analizando la situación y.... aquí viene el increíble sermón.

—Mira, Belinda. Sabes que yo no tengo filtro y me gusta ser clara, y también sabes que la verdad duele. Esa maldita vieja infeliz no merece que tú le des el gusto de alejarte de su hijo, recuerda que antes que los demás siempre estas tú, y si tú felicidad es al lado de ese chico cursi y estúpido búscalo y vete con él, no mereces despertar cada día de tu vida y arrepentirte por no ir a buscarlo solo por un estúpido capricho de alguien que ni siquiera vale la pena.

»Sé lo mucho que te duele lo de tu bebé, pero este no es el fin del mundo. Y ahora tendrás tiempo para tener cincuenta más si quieres. Ahora lo importante es no hacer que la maldita bruja se sienta importante. Así que vas a arreglar tus estúpidas cosas y vas a ir a buscar a el chico de tu sueños, se van a casar y van a tener cien malditos mocosos y cincuenta gatos en su nueva casa.

La miré procesando todo lo que había dicho, definitivamente ella si sabía como subir mi ánimo, y la sonrisa que se plasmó en mi rostro fue lo suficientemente para que ella supiera que me había convencido.

—Y no es un consejo, Linda. Es una órden. Hoy es miércoles, y el se va el viernes, ¿no es así?—asentí sorbiendo mi nariz—. No vas a llamarlo, no vas a escribirle. Vas a dejar que sufra, y el viernes aparecerás en su casa como si nada hubiera pasado. ¿Entendido?

—Entendido mi coronel.

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now