OCHO.

50 14 22
                                    

—¿Qué demonios haces en mi casa? ¡Al menos ten un poco de dignidad y lárgate!—me enfurecí muchísimo más al ver que Jason soltó carcajada que se sumergió en el lugar haciendo que mi corazón latiera más fuerte, ahora por miedo.

—¿Quieres que me vaya, chiquita?—maldije para mis adentros al oír el apodo "cariñoso" que usaba para mí, en ese momento solamente prefería escuchar el típico "Chica bonita" que usaba Thomas en mí.

—Si—dije tan firme como pude, aunque por dentro lo único que quería era desfallecer y empezar a llorar cual niña chiquita y berrinchuda.

—Si yo me voy, tu vas conmigo, Bel—y antes de que pudiera hacer algo él tomó mi brazo y comenzó arrastrarme hacia su coche.

—¡Sueltame infeliz!—yo había quedado en un completo shock físico, pero dentro de mí estaba implorando que Mackenzie oyera mis gritos o que alguien llegara a salvarme.

Y mis súplicas fueron escuchadas. Cuando iba a subirme al coche a la fuerza, una tercera voz se escuchó en el lugar haciendo que mis músculos se tensaran al instante.

Era Thomas...

Esperen...

¡Era Thomas! Mi cuerpo se descompuso y mi expresión de asustada cambió a una de desconcertada, ¿por qué carajos estaba en mi casa a las diez de la mañana? Aunque no puedo negar que pude empezar a respirar bien nuevamente y disfruté ver como el rostro de Jason cambiaba drasticamente a una expresión de cachorrito asustado. Thomas era mucho más alto que él.

El cuerpo flacucho de aquel chico al parecer quería desaparecer de allí, lo supe cuando se hizo ovillo en su lugar y estuve a punto de reírme cuando se sobresaltó al oír la voz de mi salvador.

—¿No escuchaste que la sueltes?—en cada palabra, Sherlock hacia una pausa intimidando aún más, el castaño me soltó rápidamente, pero no corrí hacia Thomas. Más bien me levanté del asiento donde había caído y me acerqué hacia mi ex novio con una sonrisa triunfadora adueñandose de cada facción de mi rostro.

—¿Estás asustado?—giró su mirada hacia mí y visualicé sus pálidos labios y sus ojos rogándome que lo dejara ir, sin embargo...—Cobarde.

Escupí con rabia y mi mano se estampó en la mejilla sana, no estaba molesta. Estaba furiosa, furiosa por lo que me hizo, me hizo sentir basura, me humilló y me quitó todo lo bonito que tenía, por eso lo odiaba con todo mi pequeño y delgado ser, Thomas permanecía callado, mirando la escena como si fuera una serie graciosa de televisión. Por su parte Jason seguía sobando su mejilla con una de sus manos mientras yo lo veía con mi ojos llenos de una mezcla de malas emociones.

—Vete de una maldita vez, y si vuelves a aparecer por aquí, te juro que partiré tu maldito rostro de mierda, ¿entiendes?—fue Thomas quien dijo esto, el chico no lo pensó dos veces antes de salir corriendo y abrir la puerta de su coche para luego manejar hasta perdelo de vista.

—Gracias—murmuré mirando hacia abajo con mis mejillas encendidas, era primera vez que alguien me veía realmente molesta. A parte de Jason, claro.

—No es nada, chica bonita. ¿Ahora piensas saludarme bien o te quedarás ahí parada mirando hacia el suelo?—sonreí y me acerqué hacia el dejando un beso en su mejilla, entonces recordé...

—¿Y que haces aquí?—pregunté arqueando una ceja y antes de que respondiera la puerta de mi casa se abrió de par en par dejándome mostrar a una Mackenzie con una cara de. ¿Qué demonios está pasando ahora mismo en este lugar? Entonces el chico habló mirándome e ignorando la presencia de mi amiga.

—Entra y vístete. Iremos a un lugar, la rubia va con nosotros.

Y con esto se alejó hacia su coche el cual estaba parqueado a unos metros antes de casa.

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now