CINCO.

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Thomas condujo alrededor de veinte minutos, en los cuales lo único que hicimos fue escuchar la música de la radio en silencio, no sabía a dónde íbamos pues ya estábamos al final de Dexter y el chico aún conducía.

One Kiss de Dua Lipa empezó a sonar por la radio, juro que intenté con todas mis fuerzas no tararear el coro pero me fue sumamente imposible, y cuando me di cuenta la melodía ya salía de mi garganta, me sentí avergonzada, pero ese sentimiento fue sustituido con gracia cuando escuché la voz de Thomas cantando igual de horrible que yo.

—Somos realmente malos—dije entre risa una vez la canción terminó

—Definitivamente lo somos, chica bonita.

—Necesito saber en que momento se te ocurrió llamarme así, ¿qué tiene eso de original? Absolutamente nada.

—Bueno, chica bonita. Lamento decirte que soy un cliché irremediable, he intentado calmarlo, no lo niego. Pero es casi imposible dejar de ser tan común—eché a reír burlándome de él, en cambio el chico me vio con una expresión neutral en el rostro.

—Bien, no te juzgo. Y no tienes que preocuparte, te enseñaré a tener tu propia personalidad—mi vista se posó nuevamente en la carretera ignorando las mariposas que habitaban en mi estómago.

—Entonces espero con ansias esas clases, chica bonita—sonreí disimuladamente para que él no viera mi acción, pero al parecer no había funcionado.

Él también sonrió haciendo que el sol golpeara su rostro a través de la ventana del coche y que las pequeñas manchitas marrones se notaran aún más en sus mejillas.

Entonces el coche se detuvo en el bosque, una gran y espesa selva se apoderaba de cada rincón del lugar, era hermoso y aunque probablemente debería tener miedo, no lo sentía, al contrario. Me sentía bien, y tranquila. Pude visualizar unos cuantos árboles con flores, pero uno en especial llamó mi atención. Era un árbol relativamente grande, sus hojas eran de un color lila o rosado fuerte, era hermoso. Incluso era el que más resaltaba en ese lugar.

Lo miré fijamente mientras me acercaba a el, sentí pasos detrás de mí los cuales ignoré pues estaba sumida en un especie de trance encantador, la belleza de ese árbol me cautivó.

Cuando llegué a él me vi a mi misma un poco asombrada, pues sus hojas parecían de mentira, como las flores de plástico que siempre quedaban intactas, y ahí escuché una voz detrás de mi la cual me sacó de mi ensoñación.

—Hermoso, ¿no? Lo llaman árbol perenne, sus hojas no se desprenden como normalmente lo hacen la de los otros árboles. Sin embargo llegan a cambiarlas pero tienen que pasar meses para que eso pase.

Miré asombrada aquella maravillosa obra de la naturaleza, nunca había escuchado que un árbol tardara tanto para cambiar sus hojas, y enterarme ahí en ese momento, hizo que me sintiera de alguna forma especial.

—Es increíble—murmuré girando mi cuerpo hacia el chico—. Y entonces ¿qué haremos aquí?

—No lo sé, ¿hablar de nuestras vidas tal vez?—propuso subiendo y bajando las cejas cosa que me dio gracia y me hizo reír.

—¿Qué te hace pensar que quiero contarle de mi vida a un desconocido?—repetí su acción y esta vez fue su turno de reír.

—Oh vamos, yo se que si quieres.

—Okey, voy a decirte que si solo para no hacerte sentir mal—respondí sonriendo.

—Bueno, particularmente disfruto muchísimo de la naturaleza y pues.. Fue mi mejor opción.

—Creo que tenemos algo en común.

***

El cielo empezaba a notarse de un color anaranjado conforme las horas iban pasando, lo único que habíamos hecho era observar la hermosa naturaleza y hablar un poco de nuestras vidas. Básicamente conocimos un poco de cada uno, al menos yo había descubierto que su color favorito era el azul, su comida favorita era la pasta a la carbonara y sus padres estaban juntos pero separados. Esa fue la parte más confusa.

Por su parte había descubierto mi color favorito, el cual casualmente también era el azul, mi comida favorita que obviamente era la comida china y bueno... Puede que llegué a contarle un poco sobre la vida trágica de mamá cuando papá murió.

Veía las estrellas empezando a notarse cuando recordé que había quedado con Mackenzie en vernos a las siete pm en el hotel para pasar la noche juntas.

—Mierda, ¡mierda!—murmuré cuando vi el reloj, eran las seis y media de la tarde, no me daría tiempo de llegar.

—Que te pasa mujer, ¿estás loca?—preguntó el chico levantándose exaltado del suelo.

—Tenemos que irnos, rápido—caminé hacia la salida casi corriendo, sentía las zancadas del chico detrás de mí, y en ese momento me sentí mal.

Mal por no haberme acordado y mal por acabar con esta salida cuando empezaba a sentirme mejor, así que dejé de caminar abruptamente haciendo que Thomas chocára con mi espalda, y para mi mala suerte los dos caímos de bruces al piso.

Froté mi frente con los ojos cerrados intentando aliviar el fuerte dolor que se hizo presente en ese minuto, me había dado justo en ella. Sentí una risilla a mi lado cosa que hizo que mis ojos se abrieran y dejara de frotar mi frente al instante.

—¿Por qué te estás riendo?—inquirí desconcertada viendo a el chico en el piso riéndose de mi.

—Tu... tu frente—Balbuceó palabras que a penas pude entender.

—Pero.. ¡Que idiota! Acabo de casi partirme la frente, es obvio que estará roja—reprendí un poco enojada por su actitud.

—No es eso, solo me dio gracia el bulto que se formó en ella—habló con su respiración agitada cuando logró calmarse y dejar de reír.

—¡Callate, cabezota! Más bien ayúdame a levantarme, si me quedo un minuto más aquí en mis nalgas también se formará un bulto.

Thomas se levantó del suelo y me ayudó a levantarme, me dolía la frente pero era un dolor soportable, entonces tomé mi teléfono—que para mi alivio no le había pasado nada—Y marqué el número de mi amiga, para hacerle saber que no iría. Aunque no sabía si estaba preparada para escuchar aquel grito de emoción que casi hace que se me cayera el teléfono cuando la chica se enteró que estaba con Thomas.

—¡Siiiii! Ya era hora de que alguien te gustara Beli, pásatela bien, nos vemos mañana si o si. Tengo que contarte algo.

—Carajo, ya te he dicho que no me gusta, ¿es tan difícil entenderlo?—susurré lo más bajo que pude, pues Thomas no se encontraba tan lejos y no me agradaba la idea de que escuchara la conversación.

—Bien, Linda. Nos vemos mañana.

Colgué la llamada intentando ignorar el hecho de que me había llamado Linda. Volví a guardar mi celular en el bolso que traía y caminé hacia donde el chico estaba recostado de su auto mirando hacia el cielo en silencio. Me dispuse a quedarme a su lado viendo a las estrellas. Amaba el cielo en todas sus facetas. De verdad lo hacía.

—Entonces chica bonita... ¿Quieres ir por comida china?—sentí cuando mis pupilas se dilataron y mi corazón dio un salto al escuchar esa maravillosa frase.

Me giré hacia el como una persona poseída haciendo que mi cabello pegara fuerte en mi cara, pues la ventisca estaba hacia ese lado.

—Hey, eso no se pregunta, Sherlock.

—Bien, Shelby. Entonces vamos—atacó el chico mientras yo empezaba a odiar a ese personaje.

Subí al auto rápidamente, el me siguió en silencio y comenzó a conducir mientras la radio sonaba con una canción que no conocía muy bien. Los árboles empezaron a pasar rápidamente por la ventana del auto, y miré aquel hermoso y llamativo árbol de hojas lilas alejándose de mi, y ahí confirmé lo increíble que era, jamás había visto algo tan maravilloso, su belleza me había cautivado de una forma tan especial que quise arrancarlo y llevarlo a mi casa, entonces me dí cuenta de algo.

Tenía que volver a ese lugar.

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now