TREINTA.

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—Thomas, ¿podrías ir a bañarte? Hueles muy mal—Inquirí intentando no tapar mi nariz, no soportaba ese olor, me daba nauseas.

—Amor, acabo de bañarme y me rocié de la colonia que tanto te gusta—Respondió él frunciendo el ceño.

—Gray—le llamé cambiando el tema repentinamente—. ¿Cuando llegará mi sorpresa? Prometiste traerla hace dos semanas y aún no llega—un puchero se creó en mi labio, el pelinegro se acercó a mi pasando los brazos por mi espalda y dejando un beso en mi cuello.

—Hoy llegará florecita, lo prometo.

Asentí confiando en su palabra y me dirigí a la cocina, era la hora de comer y aun no había preparado nada, así que comencé mi trabajo haciendo una ensalada con miel, tomate y brócoli. Nunca la había probado, pero en mi mente se veía como algo delicioso, así que lo hice.

Una vez puse la comida en la mesa llamé a mi chico para que viniera a comer, este apareció unos segundos después con el cabello mojado.

¡Ay, se había bañado por mí!   

Su cara de asco al ver mi ensalada me hizo abrir mi boca indignada, su mirada me vio de una forma suplicante y supe lo que iba a decir.

—¿Y si pedimos comida china?—negué un poco molesta sentándome en el comedor y comenzando a comer mi comida con gusto.

—Pide tú si tanto asco te da mi comida—rugí mirándolo a los ojos. 

—¿Estás en tus días, florecita?—No respondí y seguí comiendo, no pasó mucho cuando el suspiró y caminó hacia la nevera tomando una manzana y dándole un mordisco a esta. 

—Acabo de hablar con mi padre—y esa frase hizo que dejara de comer al instante.

—¿Está bien?

—Si, de hecho está un poco mejor. los médicos dicen que seguirá en tratamiento por todo el año pero dentro de un mes lo darán de alta y podrá irse a su nueva casa.

—No sabes cuanto me alegra eso—Sonreí levantándome de la silla y acercándome a él, iba a besarle, si no fuera porque el maldito timbre sonó interrumpiendo el momento.

—Oh, creo que tu sorpresa acaba de llegar, florecita.

Y solo esto bastó para que mi ánimo subiera nuevamente, salí del comedor dando pequeños saltitos hasta llegar a la puerta, no lo pensé dos veces y la abrí encontrándome con mi mejor amiga.

¡Mi mejor amiga!

Reaccioné saltando hacia ella y enredando mis piernas en la espalda de mi amiga aun sin poder creer que ella estaba ahí, junto a mí.

—¡Te extrañamos tanto, Beli!—exclamó la peliazul dejándome en el suelo.

Entramos una vez el momento emotivo acabó, Thomas nos veía desde en pasillo sin borrar la sonrisa tierna de su rostro.

—¡Pero miren! ¡Si es la entrometida mayor!—dijo fingiendo sorpresa.

—Yo también te extrañe, cursi.

Con toda la felicidad del mundo al fin pude mostrarle mi pequeño hogar a Mackie en persona, ella al ver la piscina inmediatamente corrió al cuarto de huéspedes para ponerse un bikini, y me obligó a hacer lo mismo.

Entré a mi cuarto con una sonrisa y me conseguí a mi chico acostado en la cama leyendo como era costumbre en él, al verme esbozó una sonrisa que me desconcentró por un momento, así que me acerqué a el sentándome en su estómago torturándolo un poco, sus traviesas manos intentaron viajar a mis pechos pero lo impedí levantándome y caminando hacia donde estaban mis trajes de baño. Escogí uno color rojo que justamente el chico me había regalado en nuestro tercer aniversario y comencé a quitarme la ropa ahí sin ningún tipo de vergüenza.

—¿Qué te está pasando, florecita? 

—¿Por qué, cielo? ¿Te enferma no tenerme?—pasé por su lado moviendo mis caderas y saliendo de la habitación con una sonrisa triunfadora en mi rostro.

Mi amiga ya me esperaba en la piscina tomándose fotos dentro de ella. Volqué los ojos divertida y me introduje al sin pensarlo mucho. El agua fría me recibió como mil agujas perforando mi cuerpo, salí a la superficie tomando una bocanada de aire para nadar hacia mi amiga.

—¿Por qué Elle no vino contigo?

—Oh cariño, no pudo venir pero Leam viene en camino.

¿Leam?

Ah, el desconocido.

—Pero, ¿cómo es que costearon los gastos para venir?—pregunté sabiendo que aun ninguno conseguía trabajo.

—Eso pregúntaselo a tu hombre rico y empresario—Fruncí el ceño—. ¡Por Dios! ¿Por qué yo no pude conseguirme uno así? Aparte de tener dinero, es cursi y detallista.

Intenté sonreír, pero me sentía repentinamente mal por haber tratado mal a mi chico. Él había hecho todo esto por mí, ¿y yo le pagaba diciéndole que olía mal, dejándolo sin comer y provocándolo? Me disculpé con mi amiga diciendo que tenía que hablar con Thomas a lo que ella respondió un "No hagan mucho ruido". Tomé la toalla adentrándome a la casa, el aire acondicionado erizó mis vellos al instante. Y lo encontré en la cocina comiéndose una banana.

¡Y todo por mi culpa!

Me sentí tan mal que no pude contenerme más y comencé a llorar como niña pequeña. ¿Qué me estaba pasando? Al escuchar mis sollozos él se giró alarmado y trotó hacia mi envolviéndome en sus brazos.

Pero eso me hizo sentir peor.

—Lo siento amor—sollocé—. Yo... voy a prepararte algo, solo dime q-que quieres comer.

—¿Qué pasa, florecita? No llores, cielo. No me gusta verte así.

Y de pronto dejé de llorar al instante dejando un casto beso en sus labios y caminando a la cocina.

—¿Si vas a dejar que te cocine?—. Pregunté arqueando una ceja.

—Eh.. si, claro yo..

—Bien, anda al cuarto y acuéstate. Yo te llevaré la comida.

Le preparé la comida y justo cuando iba a llevársela escuché pasos detrás de mi, Mack venía temblando del frío aún teniendo una toalla tapando su cuerpo. Intenté no reírme al ver su cabello vuelto un desastre, un animal había hecho sus necesidades en el cabello de mi amiga.

Pero todo rastro de diversión se esfumó al saber que tenía que pedirle un gran favor, uno muy grande y que me aterraba muchísimo.

Antes de hacerlo le llevé la comida a Thomas, y cuando volví a la cocina ella aún estaba ahí esperando que le dijera que necesitaba.

—Necesito tres pruebas de embarazo.

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now