VEINTE.

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Mi vista estaba posada sobre el increíble paisaje de la playa. Conocería a mis suegros y estaba casi hiperventilando. Thomas decidió que la ir al mar sería la mejor opción para que sus padres estuvieran al tanto de nuestra relación.

Su mano estaba entrelazada con la mía brindándome fuerzas cuándo dos siluetas aparecieron detrás de nosotros acelerando más los latidos de mi corazón. Lo primero que visulicé fue una cabellera roja, casi tan roja como la de Elle si no fuera por las canas que salían desde la raíz de este cabello.

Una señora en perfecta figura se acercó a nosotros y detrás de esta su esposo. Dos iris azules se posaron en mi atravesandome como dagas, no dudé ni un segundo en levantarme de la arena y sacudir un poco mis manos para poder extenderla hacia ella.

—Buenas tardes. Un gusto conocerla, señora....—no sabía su nombre, Thomas muy pocas veces habló de ella.

—Valeria—contestó con un tono cortés.—. Creo que mi hijo no te habló de mi.

—Oh, si lo hizo... y tal vez lo mencionó, pero ahora no lo recordaba—mentí, aunque para ser sincera no quería traerle más problemas a mi chico. Ella sonrió y dio paso a su esposo para que así este me saludara.

Noté como Gray se tensó al oír a sus padres soltar una risillas por lo bajito, no comprendí el porqué. Así que con mi mano acaricié su espalda levemente para intentar que se relajara.

—Mi nombre es Orlando—tomó mi mano y dejó un beso en esta.

—Belinda. Belinda Clark—en ningún momento había sentido tensión, hasta que Thomas se acercó a su padre y le dijo algo en el oído que no pude escuchar, solo se que la sonrisa de mi suegro se borró al instante de su rostro.

—Espera, ¿eres hija de Frank Clark?—asentí como respuesta, pero la mirada de advertencia que le dedicó a mi novio no me gustó ni un poco.

—Pero miren, tenemos a la hija de nuestra competencia en la familia.

Esto no puede estar pasando.

Thomas:

¡Mierda!

Sabía que esto pasaría, en cuanto la chica bonita dijo su apellido supe que esto iba a traerme problemas. Por esa misma razón no quería que Bel conociera a mis padres.

Mi padre me miró advirtiéndome mil cosas con sus ojos, todas prometían cosas muy malas.

—Pero miren, tenemos a la hija de nuestra competencia en la familia—mi madre abrió su boca para lo único que sabía hacer. Soltar veneno. Ella era como una víbora, una de las peores que hacía las cosas para su propia conveniencia.

Mi padre me llamó en un mascullo para hablar a solas, la cara de mi chica demostraba absolutamente confusión, y luego de preguntarle con la mirada ella me dio un asentimiento de cabeza para que fuera con mi padre.

Una vez estando lo suficientemente lejos pude detallar que la vena de su cuello estaba a punto de explotar, y eso no me indicaba nada bueno, sin embargo de me dejé llevar por eso.

—Primero: Tu madre y yo nos divorciamos ayer, ¡maldita sea Thomas, ayer! Y ahora, vienes y me presentas a tu noviecita la cual casualmente es hija del maldito empresario que está por encima de nosotros. ¿Ahora qué? ¿Te vas a casar con esa bastarda?

—De hecho, padre. Si, pienso poner el anillo en el dedo de esa chica que ves allá. Te guste o no. ¿Sabes por qué? Porque es el maldito amor de mi vida, pero tú ni siquiera sabes el significado de esa palabra.

Dicho esto me dí la vuelta ignorando sus llamados, tomé a Bel de la mano y comencé a caminar hacia el auto repitiendo a cada segundo, "sabía que esto no era buena idea" a mi lado la chica estaba siendo arrastrada, pero permanecía en silencio dejando que la llevase hasta el auto.

No esperé dos veces antes de abrir su puerta y hacer que ella entrara teniendo un máximo cuidado, pues lo que menos quería en ese momento era lastimarla. Y conduje en silencio, pensando y solo pensando. No iba a dejar a Bel, y ahora menos que sabía que a mi padre le quedaba muy poco tiempo de vida.

—Tiene lupus—solté unos minutos después, cuando me sentía un poco más calmado.

—¿Qué dices?—preguntó la chica sin entender nada, la enfermedad que mi padre padecía no era muy común en Dexter.

—Es una enfermedad que puede llegar a afectar las articulaciones, el corazón, los huesos, el cerebro y los pulmones.

—Lo siento—pronunció Bel luego de unos minutos procesando la información.

—Se lo merece—murmuré por la bajito, era lo que yo creía, hasta que esa chica abrió la boca para dejarme sin palabras.

—Nadie se merece esto, amor. Sé que tal vez tu vida es difícil, pero tenemos que aprender a perdonar. Te lo digo por experiencia, cielo. No valoré a mi madre, no lo hice y ahora me culpo de eso porque ahora ella... ya no está. Y no quiero que esto pase contigo, Gray. Quiero que te perdones a ti mismo, porque sé que en lo más profundo de tu corazón sientes que todo lo que hicieron tus padres fue tu culpa. Y no, no lo fue. Entonces cuando tú, amor. Te perdones, podrás perdonar a los demás.

Detuve el auto sorprendido, mirándola a los ojos pude descifrar que tenía razón. Tenía tanta razón que me odié a mi mismo por no darme cuenta, ¡joder! Amaba a esa chica, entonces me pregunté. ¿Qué sería de mi vida sin ella? No tenía respuestas para esa pregunta, y tampoco quería saberlas.

—Te amo tanto, florecita—logré pronunciar en medio de mis pensamientos.

—Yo también te amo, Thomas. Y nunca dejaré de hacerlo. Porque el día en que te conocí me cambiaste, me hiciste alguien mejor. Y ahora, soy plenamente feliz a tu lado, Wolfhard.

Solo esto bastó para que su cuerpo se  lanzara al mismo ignorando el hecho de que estábamos en medio de una carretera. Sus brazos me envolvieron mientras yo aspiraba el increíble olor de su cabello.

No necesitaba a nadie más para ser feliz, si ella estaba a mi lado.

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now