VEINTIOCHO.

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Mis ojos veían la puerta que me separaba de Thomas nerviosamente. A mi lado estaban dos de mis maletas y yo estaba teniendo un debate interno en si tocar o no.

Bueno Belinda, ya estás aquí.

Alejé mi mano temblorosa de la maleta y esta fue directo al timbre, lo toqué haciendo que una corta canción sonara adentro de la casa.

Ya lo hiciste.

A los minutos la puerta se abrió de par en par, dejándome ver a mi chico envuelto en una toalla, no sé describir las emociones que sentí cuando él me miró a los ojos sin creer que estaba ahí. Entonces su vista viajó a mi lado donde yacían las dos maletas y sonrió. Su sonrisa me hizo sentir tan bien que no puede hacer más nada que no fuera lanzarme hacia él mojando mi ropa al instante.

Sus brazos me abrazaron brindándome su calor y sentí como su pecho vibró ligeramente. Estaba riendo de la emoción.

—Florecita, te juro que yo...

La frase flotó en el lugar pesadamente, lo abracé más fuerte por última vez y me alejé de él para ahora juntar nuestros labios.

—No iba a dejar al amor de mi vida, cielo.

Su manos viajaron a mi trasero y con un mínimo esfuerzo me elevó, pasé mis piernas por su cintura y puede que eso haya hecho que la toalla cayera al piso.

Inmediatamente mi chico cerró la puerta con el pie, y me fue imposible no bajar la mirada para ver eso.

—¿Subimos a mi cuarto?—sonreí asintiendo y volví a besarlo—Espera amor. Las maletas.

Después de que las maletas estuvieran a salvo, subimos al cuarto y pasamos una hora sin salir de allí.

***

—¿Está todo listo?—preguntó mi chico yo asentí subiendo al auto—. Bien, vamos.

El auto comenzó a andar, la ambulancia iba delante de nosotros. Thomas se había ofrecido a llevar a su padre, pero el médico se negó diciendo que eran muchas horas de viaje y que lo mejor sería ir acompañado de ayuda médica.

Las horas pasaron en silencio, se hicieron aproximadamente las cuatro de la tarde cuando íbamos llegando, teníamos tanta hambre que decidimos entrar a un café para comer algo. El aire acondicionado acaricio todo mi cuerpo en cuanto pasamos la puerta, el cambio de clima ya empezaba a afectarme. Al contrario de Dexter, El consejo era una ciudad caliente y creo que me iba a costar muchísimo acostumbrarme al repentino cambio de clima.

Luego de comer volvimos a nuestro viaje, en mi mente pensaba la miles de maneras de decirle a Wolfhard  lo que su madre había hecho, decidí que lo mejor seria esperar al menos que llegáramos a la casa. con suerte Valeria decidió quedarse en Dexter, cosa que me quitaba un gran peso de encima.

A el padre de Thomas lo pasaron directamente al hospital donde lo estarían observando, y depende de como saliera le pondrían los medicamentos adecuados para su enfermedad. El auto se parqueó en una casa la cual desconocía completamente, lo primero que visualicé fue un gran jardín en la entrada, y luego una casa de un solo piso pintada de color blanco. Me bajé del auto adolorida, el viaje me había cansado de una manera impresionante. Tomados de la mano nos acercamos hacia la entrada donde un señor de unos treinta años nos esperaba con una sonrisa en el rostro.

—Buenas tardes, Lavignase—habló mi chico con su típico tono cortés.

—Buenas tardes, Thomas. Aquí está su llave—se giró hacia mi—. Espero que le guste su nueva casa, ¿señorita?....

—Belind...—dejé de hablar en cuanto procesé lo que acababa de decir ese hombre. Con el ceño fruncido me giré hacia Gray quien me veía con una sonrisilla en el rostro.

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now