VEINTICUATRO.

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La sala del hospital se encontraba completamente sola, a mi lado Thomas miraba en la televisión pública del lugar un partido de fútbol. Estábamos en la espera, ese día veríamos a nuestro hijo por primera vez.

No estaba nerviosa, estaba feliz. Esperaba con ansias ver ese retoño en mí. Unos minutos después este sacó su teléfono y comenzó a leer lo que supuse que era un libro, y así pasaron los minutos hasta que..

—¡Se murió Bel! ¡Luke murió!—me giré exaltada hacia él, su mano tapaba su boca y sus ojos estaban llenos de lágrimas. ¿Quién demonios era Luke?

—¿Quién?—pregunté confundida.

—¿¡No sabes quién es Luke!?—negué con la cabeza—. Que decepción Belinda. Vas a leer este libro te guste o no.

—Acabas de decirme que ese tal Luke se muere, ¿y quieres que lo lea? ¡No tiene sentido!

—Ups—respondió e iba a seguir hablando cuando una enfermera salió por el pasillo y me llamó, haciendo que mi corazón empezara a golpear con fuerza.

Tomé la mano de mi chico y juntos nos adentramos al frío de la ginecóloga, una pequeña sonrisa se plasmó en mi rostro cuando una muy sonriente señora de unos treinta años nos recibió sentada junto a el ecógrafo.

—Belinda... siéntate aquí, por favor, empezaremos con la ecografía para ver en que estado está el bebé.

Me acosté en la camilla con los nervios a flor de punta, ¡vería a mi bebé! La doctora echó un líquido frío en mi vientre que me provocó escalofríos, entonces comenzó a hacer el eco.

Su cara de concentración me daba un poco de miedo intenté mantenerme en calma pero de pronto su boca se abrió ligeramente, eso me asustó a un más, entonces le transmití el miedo a Thomas por mis ojos, no podía hablar. Así que fue él quien lo hizo.

—¿Está todo bien?—preguntó y la doctora lo miró seriamente.

—Lo siento mucho, el bebé no está con vida, yo.... no me explico esto, lo siento mucho.

No puede ser...

Mis ojos se llenaron de lágrimas, mi vista se nubló a tal punto de ni siquiera poder ver lo que estaba a mi alrededor. Y entonces caí en un agujero negro.

Me había desmayado.

***

No, no, no...

Esto no puede estarme pasando a mí.

El llanto se hizo presente en cuanto mis ojos volvieron a abrirse, mis manos se fueron directamente a mi vientre deseando que toda esa mierda fuera un sueño.

Pero al ver las paredes del hospital me dí cuenta de que no lo era..

Thomas entró a la habitación unos minutos después, sus ojos rojos me indicaban que había llorado, y me derrumbé aún más.

¿Por qué esto me pasa a mi? No tenía fuerzas desde lo de mi madre, y ahora mi bebé...

—Amor—me llamó mi chico y yo lo miré sintiendo las lágrimas bajar por mis mejillas—Te juro que saldremos de esta, cielo..

—Thomas—hipé—, ¿y si yo no puedo tener hijos?

Solo la idea de que eso pasara me aterraba, no poder tener a esas almas llenas de vidas corriendo por mi casa me hacían querer llorar por toda mi vida, pero sentí un poco de alivio cuando el chico me habló nuevamente.

—No florecita... Si puedes, cielo. Solo que este embarazo no salió como lo esperábamos.

—¿Y como sabes eso?—pregunté mirándolo a los ojos.

—La doctora me lo ha dicho.

—Tengo miedo... miedo a no ser lo suficientemente buena para tí—susurré por lo bajito, pero logró escucharme.

—Escúchame bien, Belinda—tomó mi cara entre sus manos y con su pulgar limpió mis lagrimas—. Nunca digas eso, jamás te atrevas a decir que no eres buena para mi.

Mack y mi padre entraron al lugar con un ramo de rosas, por sus caras supuse que Thomas les había avisado para que estuvieran al tanto de la situación. Padre fue el primero en acercarse a mi, mientras Mack y mi novio hablaban en susurro para que no se oyera su conversación.

—Chiquita—le dediqué una pequeña sonrisa falsa a mi padre el cual acariciaba mi mejilla sutilmente—Vendrán tiempos mejores, Linda.

Asentí dándole la razón, esa era la frase que siempre escuchaba de su parte cada que algo iba mal, y tenía tanta razón...

—Después de la tormenta viene la calma—hablé con la misma frase que él me dijo unos días después de que madre muriera.

—Chica bonita—Wolfhard me llamó—tienes que quedarte aquí el día de hoy, amor. Iré a comprar algo de comer.

—Bien.

Mackenzie se acercó con una sonrisa melancólica, no pude devolverle el gesto aunque lo intenté, me sentía tan cansada y deprimida.

Tras desmayarme me ingresaron a la sala de operaciones donde me provocaron el aborto con medicamentos y luego me hicieron legrado bajo anestesia por esto tendría que guardar reposo, pues estaba débil gracias a la noticia y a la casi operación.

—¿Cómo te siente, Beli?—preguntó la chica aún con las rosas en su mano.

—¿Si te digo que bien me creerías?—negó con la cabeza—. Entonces mejor no te respondo.

Ella extendió las rosas hacia mi, yo las tomé un segundo para olerlas y luego dejarlas en la mesita de noche que estaba a mi lado.

—Sé lo que sientes en este momento, hermana—sonreí abrazándola.

No Mack... Te aseguro que no lo sabes.

En ese momento una opresión en mi pecho no me permitía respirar con normalidad, estaba siendo un mar de emociones en esos momentos. ¿Cómo fue que de un momento feliz pasé al peor momento de mi vida? Las palabras se quedaban reprimidas en mi garganta, me negaba a aceptar que mi bebé estaba muerto.

Dos personas se habían ido de mi vida, y aunque ni siquiera haya conocido a esa vida, estaba dentro de mí. Y sólo la ilusión de tener una familia con Thomas me hacía la mujer más feliz del mundo.

Entonces me pregunté. ¿Qué estoy haciendo mal?, ¿esto es lo que merezco? Y esas preguntas acechaban mi mente haciéndome sentir más miserable aun.

La rosa de nuestro amorWhere stories live. Discover now