Se estaban terminando los helados cuando alguien golpeó el cristal del balcón. Una mujer de unos cincuenta años, piel morena y cabello marrón, escondido bajo un velo, les saludó desde el otro lado mientras un hombre alado con la piel ceniza y tatuada fumaba sentado en la barandilla del mismo. Tenía una cicatriz bastante vistosa alrededor del cuello. Jotunheim les abrió la puerta como si fuera la cosa más normal del mundo.
– Ya podríais haber avisado que veníais – les dijo Jotunheim.
– Sam lleva un cabreo bastante grande después de lo que ha descubierto – explicó la mujer –. Por lo menos llevándome a mí he podido evitar que entre rompiendo el cristal. Ahora está intentando calmarse.
– ¿Tan grave es?
– Algunas mafias con las que él tiene un trato más cordial nos han pasado información bastante fuerte. Y nosotros también hemos encontrado cosas. Cosas muy desagradables.
– Después de lo que hemos encontrado nosotros, no me sorprende demasiado. Nos está ayudando su sobrino a desenmascararlo, pero aún nos faltan muchas cosas, y Lafi hará el plan. Le tengo que entrenar de alguna manera.
– Entiendo. ¿Lafi era...?
– Mi hijo, con el que me reencontré hace dos años.
– Ah, sí. Recuerdo que nos habías hablado de él. Un chico tímido.
– Ya empieza a abrirse un poco.
A Laufeyson le sorprendió que esa mujer aparentemente normal colaborara con la mentira de Jotunheim, pero el hecho de que hubiera venido con un arcángel caído le hacía sospechar de qué no lo era tanto. Se levantó y se acercó a ellos, curioso de saber quién era ella.
– Ah, Lafi – dijo Jotunheim cuando notó su presencia –. Te la presento. Esta es María, la prometida de Samael.
– Un placer – la saludó Laufeyson.
– El placer es mío – contestó María –. Aún no conozco a todo el mundo por aquí, Sam apenas está recuperando el contacto.
– Yo menos. Prácticamente acabo de llegar.
– Ya les irás conociendo. Son todos muy amables. Por cierto, Loki. Mi hijo me ha pedido que te diera esto. Es todo lo que hemos encontrado, y mucho más.
María le dio una memoria USB a Jotunheim, quién la introdujo en el ordenador. Laufeyson se puso a revisar los archivos con él mientras Kevin se acercaba a ellos para poder verlo todo. Thor salió un momento a saludar a Samael para ver cómo estaba. El arcángel caído acababa de encender su segundo cigarrillo, el cual había terminado de montar con su propio tabaco.
– ¿Esta pequeña es Sylvie? – preguntó María, sentándose al lado de Erik.
– Sí. ¿A qué es preciosa? – contestó el chico.
– Se parece mucho a Loki.
– Es idéntica a él, excepto por los ojos. Tiene los míos.
– ¿La puedo coger? Hace mucho que no tengo un bebé divino en brazos.
– Unos dos mil años, ¿no?
– Poco menos. Hola pequeña.
Erik le entregó la pequeña Sylvie a María, quién la abrazó con mucho cuidado. Samael la observó desde el balcón, con las alas negras ya escondidas, y aún con el pecho descubierto mientras se terminaba ese segundo cigarrillo. Tenía un tatuaje de unas orquídeas lilas en la clavícula derecha que no había visto antes. Era extraño en él, ya que normalmente se tatuaba hechos importantes de su vida. Precisamente, en el brazo derecho, tenía Notre Dame en llamas y una de sus gárgolas escupiendo fuego. Tatuajes que habían servido para identificarle el día anterior.
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El Lokiverso: Un mundo extraño
General FictionDespués de escaparse de la prisión de la TVA y robar una tempad, Loki fue saltando de línea temporal en línea temporal hasta que llegó a una que desconocía por completo. Esta historia contiene información de una novela que estoy escribiendo, y ocurr...