48. Pretendientes

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A los cinco y cuarenta, un Porsche 911 Carrera de la década de los 60 y de un color rojo brillante llegó a las puertas del hotel Mother Mary. Dentro iban dos mujeres de cabello castaño y ojos claros, y una era más joven que la otra. Dos bellezas que hacían que cualquiera se girara a mirarlas.

– Papá, no sé si estoy preparado – dijo la más joven de las mujeres.

– Lafi, por todos los dioses, cálmate – le pidió la mayor –. Lo harás bien.

– No me veo capaz. Y me da un poco de vergüenza que todos me vean así.

– La ventaja es que nadie te reconocerá. Anda, vamos.

Jotunheim, que era la mayor de las dos mujeres, abrió la puerta del coche y le dio las llaves al aparcacoches después de susurrarle algo al oído. Entonces fue a la otra puerta del vehículo y la abrió, haciendo que Laufeyson, que era la joven, saliera.

– El objetivo se acaba de alejar de mis padres – les informó Judas a través de los auriculares –. Ha sido impresionante ver a mamá así.

– Mira, antes de lo previsto – contestó Jotunheim –. Gracias Judas, ahora entramos.

– No quiero entrar... – dijo Laufeyson.

– Ya hemos hablado de eso, pequeña. Hemos venido a cazar un buen partido que nos pueda mantener a las dos. ¡Vamos!

Jotunheim cogió a Laufeyson del brazo y lo arrastró hacia el interior del hotel. Iban los dos vestidos muy parecidos, con un buen escote, medias negras semitransparentes y pendientes grandes de oro. Laufeyson llevaba un vestido dorado mientras que Jotunheim lo llevaba de color cobre, y la falda del primero era algo más corta. Ambos parecían tener purpurina, por la cual brillaban bajo cualquier luz.

– No sé si avisar a seguridad o dejar pasar a las dos mujeres de Europa del Este que acaban de entrar – susurró Liam a través de los auriculares, siguiéndolas con la mirada des de la recepción.

– Son Loki y Lafi, tranquilo – le avisó Judas.

– Vale.

El vigilante de la puerta rió disimuladamente cuando Jotunheim le guiñó el ojo al entrar con Laufeyson cogido del brazo en la sala dónde era la fiesta. Una vez dentro, buscaron a Marcus con la mirada.

– No lo veo – dijo Laufeyson con una voz femenina, dulce y juvenil.

– Lo encontraremos, tranquila – le contestó Jotunheim con una voz femenina, más madura –. A ver el maquillaje. ¿Lo llevas bien?

– ¡Mamá, por favor!

– Tienes que estar preciosa, ya lo sabes.

– Pero yo no quiero hacer esto. ¿Por qué no te lo buscas tú el marido rico?

– Porque los hombres no quieren mujeres como yo. Quieren jovencitas como tú. ¿Verdad que lo entiendes?

– Sí mamá... Lo tienes detrás, tres mesas más allá.

Jotunheim giró la cabeza, observando al hombre que debían abordar. Estaba intentando entrarles a unas chicas jóvenes, más o menos de la edad que aparentaba el aspecto que había adquirido Laufeyson.

– Me da asco – soltó Laufeyson.

– Ya lo sé, a mi también – le contestó Jotunheim –. Me he acostado con peores para engaños.

– Sí, ya me contaste uno.

– ¿Preparado?

– ¿Tengo otra opción?

– Que lo haga yo solo, pero el objetivo de esto es que cojas práctica en este tipo de engaños.

– Ya lo sé.

El Lokiverso: Un mundo extrañoWhere stories live. Discover now