– Buenos días a todos – saludó Laufeyson esa mañana, cuando llegó a la sala común.
– Vaya, mira quién ha podido volver a su aspecto de siempre – dijo Hades al verle.
– ¿Cómo te encuentras, Lafi? – le preguntó Perséfone.
– Mejor de lo que me esperaba después de haber estado sangrando mucho tres días, y dos más de flujo extremadamente leve – contestó Laufeyson.
– Tampoco ha sido para tanto. Deberías ver las de mi madre. Los cinco días con flujo alto y sin parar.
– No me lo quiero ni imaginar... ¿Y Siff?
– En los baños termales. Se ve que ayer por la noche desprendías mucho frío – le informó Hades.
– Oh, vaya... ¿Y vuestros hijos?
– ¿Les dirás a dos niños de dos años que no se pueden bañar con su tía del norte?
– No, tenéis razón. Ahora lo que necesito es un descanso de todo. Nada de entrenamientos, ni caminatas, ni siquiera salir afuera. Me pienso quedar tumbado en el sofá sin hacer nada.
Laufeyson se acercó al sofá y se tumbó en él de un salto, cerrando los ojos y relajándose. Hades y Perséfone se lo quedaron mirando con una sonrisa en la cara.
– Y, dime, ¿cómo piensas hacerlo con dos niños de dos años correteando por aquí? – le preguntó Perséfone.
Esa pregunta hizo que Laufeyson abriera los ojos. No contaba con lo activos que eran esos pequeños que, muy probablemente, querrían jugar con él. No se podía negar a sus caritas inocentes. Era incapaz de hacerlo.
– ¿Dónde decís que está esa zona más privada? – les preguntó Laufeyson poco después, pensando en cómo evitarlos.
– ¿Estás seguro de querer ir? – le informó Hades –. No es para descansar, y algunas de las habitaciones están muy bien equipadas... A nosotros nos gusta mucho esa que tiene un arnés colgado del techo y cadenas en las paredes.
– Y a ti te gusta especialmente esa cadena con esposas que cae del techo a la que te ato... – soltó Perséfone.
– Sssh... Eso no se dice, reina.
– Tampoco sonrías cuando pienses en lo que te hago en esa posición tan vulnerable.
– ¿Podéis dejar de hablar de estas cosas? – les pidió Laufeyson –. Estoy aquí.
– Precisamente. Lo que hay en el edificio anexo son salas de tortura sexual. De menor a mayor intensidad, depende de lo que quieras. Sé que la preferida de Loki tiene una bañera bastante grande. Nunca sabe qué clase de cosas le pueden gustar a sus parejas sexuales. Y los colchones terminan tan destrozados por la actividad sexual que sólo duermes en ellos cuando no puedes más. De hecho, Patrick sólo los cambia cuando alguien trae a una pareja diferente o cuando ya no están en condiciones.
– Lo he entendido, no hace falta que sigas.
Laufeyson se sentó en el sofá, intentando quitarse ciertas visiones de la cabeza. Podía notar la sonrisa malvada de Perséfone en su espalda. Hades le dio un beso en la mano a su esposa, seguido de una pequeña lamida.
– Ahora no, querido. Podrían salir en cualquier momento – le recordó Perséfone.
– Lo sé. Cuando tú quieras, ya lo sabes.
– Parecéis una pareja de recién casados – les dijo Siff, entrando en ese momento en la sala con los gemelos –. Lafi, veo que has recuperado tu aspecto de siempre.
– ¡Papá! ¡Papá! ¿Nos das unos zumitos? – pidieron los gemelos a la vez.
– Por favor... – suplicó Altaïr.
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El Lokiverso: Un mundo extraño
General FictionDespués de escaparse de la prisión de la TVA y robar una tempad, Loki fue saltando de línea temporal en línea temporal hasta que llegó a una que desconocía por completo. Esta historia contiene información de una novela que estoy escribiendo, y ocurr...