51. Reunión con la mafia

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Una vez Vicky tuvo el alta, toda la familia se fue al Magia de Vanaheim. Era un sitio que no solían frecuentar, ya que su aspecto dejado no les gustaba demasiado. Pero ese día, por esa reunión, entraron. Kevin había ido en el pasado con sus amigos del instituto, pero ahora hacía mucho tiempo que no entraba.

Sólo entrar sintió como si el tiempo no hubiera pasado. Freya seguía detrás de la barra con sus dos largas trenzas rubias, sirviendo a dos clientes que se le hacían conocidos. Eran Laufeyson, con eses aspecto de piel morena y cabello marrón que había adoptado para hacer ver que era hijo de Jotunheim, y Siff. Kevin les indicó con un ligero movimiento de cabeza que les había reconocido antes de dirigirse a Freya.

– Ah... Hola... – dijo Kevin, tímidamente –. Un amigo mío nos ha reservado la sala privada y...

– Eres Kevin, el amigo de Erik – contestó Freya –. No has cambiado mucho. Ya os están esperando. Han venido muy temprano, me parece que querían un tiempo para ellos solos. Os acompaño.

Freya salió de detrás de la barra y les acompañó hasta el reservado. Sólo entrar, se encontraron con María y Samael riendo de algo, con dos platos vacíos delante. Callaron al escuchar la tos de Freya, mirándoles y cambiando completamente de expresión. Samael era el más serio de los dos, incluso un poco amenazador.

– No sé si los temas que hablaremos serán adecuados para una niña tan pequeña – dijo Samael al ver a la hermanita de Kevin.

– ¿Y dónde quiere que la deje con tan poco tiempo? – preguntó Héctor.

– Se puede quedar conmigo, si quiere – se ofreció Freya –. Los dos chicos de la barra son amigos míos, y mis hijastros estarán aquí en cualquier momento. No quedaría desatendida.

– Cuídela bien – le pidió la madre de Kevin.

– No se preocupe. Ven conmigo, bonita. ¿Quieres beber o comer algo?

– ¿Tiene zumos?

– Claro que tengo. ¿Ustedes quieren algo para beber?

– A mí me iría bien un zumo de naranja – contestó Vicky.

– Ahora se lo traigo. ¿Algo más?

– No, gracias – contestó Kevin.

– ¿Me puede traer otra cerveza? – pidió Samael –. A la señorita aún le queda vino.

– Enseguida.

Freya se fue, llevándose a la niña con él. Samael se movió hacia la derecha para dejarle espacio a María a su lado. Kevin y su familia se sentaron delante de ellos. Freya volvió para entregar el zumo y la cerveza, llevarse los dos platos, y cerrar la puerta del reservado, dándoles la intimidad que necesitaban. Héctor se veía enfadado. No le gustaba nada esa situación, y menos si era para hablar del hombre que tanto daño les había hecho a todos ellos.

– Supongo que ya les han explicado por encima quiénes somos y qué hacemos aquí – dijo Samael –. La organización de la señorita que me acompaña se dedica exclusivamente en las apuestas, y la mía tiene un poco de todo, incluso apuestas. Pero el tema que nos ocupa hoy es mucho más complejo que unas simples apuestas.

– ¿Qué quiere decir? – preguntó Vicky.

– También tiene deudas con mis chicas, y al menos tres relacionados con su trabajo.

– ¿Deudas... con sus chicas? ¿Quiere decir prostitutas?

– Entre dieciocho y treinta-y-cinco años, sí. Le gustan mucho las mías, más que cualquier otra prostituta de cualquier otro proxeneta.

El Lokiverso: Un mundo extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora