45. Últimos detalles

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– Tú, qué cama más cómoda que tenéis – dijo Kevin cuando se despertó y vio a Erik volver de la ducha.

– Los dioses valoran la comodidad, y Loki aún más – le contestó Erik.

– No me quiero mover de aquí...

– Pues que sepas que Loki no tiene manías y no le molestaría que estuvieras aquí mientras...

¡Erik, tío, que ahora no me lo podré quitar de la cabeza!

– ¿Qué esperabas? Llevo conviviendo con él los últimos cinco años.

– Oye, ¿cómo es la diosa Hela?

– Mortalmente agradable.

– No sé si tener miedo o no.

– Es muy agradable, excepto si la hacer enfadar. Y cuesta mucho hacerla enfadar. Además, la conoces. ¿Recuerdas esa chica con el cabello totalmente blanco que me iba a buscar a veces?

– Cómo olvidarla, era angelical. ¿¡Era ella!?

– La misma señora de Helheim.

– Como ahora me digas que el abuelo que te venía a buscar era Odín...

– ¿El del largo bastón? Era él.

– ¡No jodas!

– La primera vez me sorprendió verle. Pero había momentos en los que Freya no podía mientras Loki, Thor y Hela investigaban a mis padres, así que venía él.

– Muchos se reían de todo eso. Y después te vieron por la tele esos días que no viniste y... Como conocía la situación, les dije que toda aquella gente era policía de incógnito.

– Mal no ibas. Venían para protegerme, ya que no sabían si mis padres se saltarían la orden de alejamiento, y yo estaba bastante asustado. La calma que me debe ver a uno de ellos allí, fuera quién fuera.

– Si ignoramos todo lo que te ocurrió, tuviste mucha suerte de conocer a los dioses nórdicos.

– Si no hubiera sido por todo lo malo que me ha pasado, no les habría conocido. Dúchate, que tú y yo también tenemos que ir a la fiesta.

– Qué pereza me da... Y no tengo nada para ponerme.

– ¿Aún tenemos la misma talla?

– No lo sé, ¿por qué?

– Deberíamos comprobarlo. Te espero abajo. El baño es la habitación de delante, usa lo que necesites y no mires demasiado los armarios.

– Vale.

Erik bajó, encontrándose a Samael fumando en el balcón, a Jotunheim en la cocina, y a Laufeyson con Sylvie en brazos. Se acercó a Jotunheim sin decir nada, lo abrazó por detrás y le dio un beso.

– Buenos días cuchi – le dijo Jotunheim.

– Buenos días amor.

– ¿Y Kevin?

– En la ducha, supongo. Le he dicho que no explore demasiado los armarios.

– ¿No quieres que sepa lo que te gusta?

– Creo que se escandalizaría demasiado si lo viera. Por cierto, nosotros también necesitamos ir elegantes.

– ¿Has comprobado que le vaya bien uno de tus trajes?

– Aún no. Después de desayunar lo hacemos.

Kevin tardó una media hora en bajar, al mismo tiempo que Samael volvía a entrar con una caja que le había entregado un pájaro de gran envergadura.

El Lokiverso: Un mundo extrañoOnde histórias criam vida. Descubra agora