60. Entrenamiento en los fiordos

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– Hades, ni se te ocurra – lo medio amenazó Siff desde la puerta de la habitación.

Hades le sonrió, travieso. Llevaba a sus hijos en brazos y botaba ligeramente en el borde de la cama dónde Laufeyson dormía medio abrazado al cojín y vistiendo una vieja camiseta del dios Susanoo. Seguía sin poder usar su poder de transformación y, por tanto, convertido en una gigante de hielo.

– Hades... – le advirtió Siff una segunda vez.

El dios griego miró a sus hijos y estos asintieron. Querían hacer eso que su padre les había propuesto. Sin que sin pudiera impedírselo se lanzó a la cama, cayendo encima de Laufeyson y despertándole de un sobresalto, haciendo que soltara un grito. Se pusieron a reír los tres, esquivando un intento de Laufeyson de golpear a Hades.

– Siff, ¿por qué no se lo has impedido? – preguntó Laufeyson cuando la vio de pie en la puerta.

– Lo he intentado, pero ya me los he encontrado preparados para saltar – contestó Siff –. Si hubiera intentado cogerlos, habría caído encima de ti, o habrían saltado antes de que pudiera llegar.

Perséfone apareció en ese momento, alertada por el grito. Al ver la escena, cruzó los brazos y golpeó los dedos de su mano derecha contra su brazo izquierdo. Hades y los gemelos le hicieron ojitos, intentando librarse de lo que fuera que ella tenía en mente para castigarles.

– No os libraréis ni haciéndome caritas – les informó Perséfone –. Os he dicho que le despertarais, no que lo atacarais. A ver... Sí, os quedáis sin jugar en la nieve hoy.

– ¿¡Eeeeeh!? – se quejaron los tres a la vez.

– Pero reina... – dijo Hades, haciéndole ojitos mientras se sentaba.

– No me convencerás, Hades. Siff, ¿me los vigilarás?

– Claro. Nada de salir afuera para ellos tres. Cuídame a Lafi, ¿quieres?

– Tranquila, está en buenas manos. Lafi, come algo antes de salir. No quiero que tengas una bajada de presión.

– Entendido – dijo Laufeyson, saliendo de la cama.

Laufeyson le dio un beso a Siff antes de irse con Perséfone hasta la cocina. Allí comió algo mientras ella preparaba una bolsa con más comida.

– No te vistas, necesito que estés lo más en contacto con la nieve posible – le pidió Perséfone.

– Tampoco tengo mucha cosa más que ponerme. Los pantalones me van estrechos y cortos.

– La ventaja es que no hay nadie más aquí arriba. Y Patrick ha bajado al pueblo. Sólo te veremos nosotros. ¿Preparado?

– Cuando quieras.

Ambos salieron del edificio y se metieron en el bosque, cruzando el camino y alejándose todo lo que pudieron. Perséfone se lo había sugerido durante la cena debido a su estado. Tenía un poder que despertaba y uno que no podía controlar bien. Ella había estado en una situación parecida en el pasado, y podía ayudarle.

– ¿Cómo llevas el frío, Lafi? – le preguntó Perséfone.

– Ni lo noto. Para mí es como si fuera un día caluroso de primavera. ¿Es normal?

– Me temo que sí. A ver... Sí, aquí estaremos bien.

– ¿No es un claro algo pequeño si mi poder se sale de control?

– Bueno, no es un poder de muerte instantánea como puede ser el del inframundo al cien por cien. Y yo domino la naturaleza, igual que Siff.

– Tienes dos poderes muy contradictorios.

El Lokiverso: Un mundo extrañoWhere stories live. Discover now