56. Señores del inframundo

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Alguien correteando por el pasillo les despertó al día siguiente. Les pareció que debía ser algún padre persiguiendo a sus hijos sólo por el sonido que hacían. Escucharon a la que debía ser la madre reír por debajo de la nariz, siguiéndoles. Laufeyson se abrazó más a Siff, enterrando la cabeza en su pecho. Ella le acarició el cabello.

– Buenos días, Lafi – le dijo Siff.

– No... No quiero que sea otro día... Es un día manos para estar a tu lado... Quedémonos así para que no pase el tiempo...

– Lo sé, pero el tiempo pasará igual, hagamos lo que hagamos.

– No quiero...

– Lafi, tranquilo. Estemos lo mejor posible, ¿vale?

– Siff...

-Dime.

– Déjame estar un rato más así...

Siff le estuvo acariciando el cabello hasta que lo notó más tranquilo. Entonces él la besó lentamente, con mucho cuidado, mientras buscaba meter las manos bajos su ropa. Se puso encima de ella con intenciones claras, queriendo dominar la situación. Ella le dejó hacer mientras se desabrochaba los pantalones, queriendo saber qué se encontraría esa vez. Él le sacó las manos de esa zona enseguida e hizo que le abrazara. Quería que le mimaran un poco más antes de llegar a ese momento. Ella lo entendió enseguida y empezó a acariciarle el cuerpo mientras le mantenía bien cerca y se quitaban la ropa lentamente. Una vez estuvieron desnudos, se tocaron y acariciaron lentamente antes de pasar al siguiente nivel.

Laufeyson quiso estar todo el tiempo en posición dominante, y Siff se lo permitió. Ambos sabían muy bien que él había estado perdiendo la sensación de control sobre sí mismo, y si tener el control en ese momento le ayudaba, ella no se lo impediría. Había algún momento en el que él paraba durante unos segundos para comprobar que seguía teniéndolo todo bajo control y continuaba después de darle un pequeño mordisco en el cuello.

– ¿Más tranquilo? – le preguntó Siff mientras le acariciaba el cabello una vez hubieron terminado.

– Sí, bastante...

– ¿Salimos afuera?

– Dame cinco minutos...

Siff le dio un beso, se levantó y se vistió. Laufeyson tardó un rato más, pero terminó haciéndolo. Se agarró al brazo de Siff al salir de la habitación, intentando buscar una sensación de seguridad que no acababa de llegar. Saludaron a Patrick al pasar por la recepción y salieron afuera, dónde una brisa glacial les dio la bienvenida. Eso hizo que Laufeyson se relajara y, dejando la seguridad que le proporcionaba Siff, se lanzara en el grueso de la nieve, quedando envuelto por la misma. Siff se lo quedó mirando con una sonrisa, viendo cómo se restregaba contra la nieve, disfrutando como un niño pequeño.

– Hola Siff – dijo alguien detrás de ella –. Cuánto tiempo.

Sorprendida por esa voz, Siff se giró y se encontró con Hades, con el cabello lleno de nieve y vistiendo un grueso anorak azul. Una bola de nieve fue directa a su cogote, que él devolvió con rapidez. Entonces Siff pudo ver cómo Perséfone se escondía detrás de una pared de nieve.

– ¿Qué hacéis vosotros dos aquí? – le preguntó Siff.

– Cuatro. También hemos traído a los niños – explicó Hades –. Llevamos un tiempo de visita por las tierras del norte, y ahora nos toca parar aquí.

– Sí, lo recuerdo. Creía que ya estaríais en casa.

– Pues no. A los niños les ha gustado la nieve, y aquí nos tienes. Soy incapaz de negarme. ¿Y vosotros qué? ¿Qué le pasa al gatito?

El Lokiverso: Un mundo extrañoOnde histórias criam vida. Descubra agora