46. Preludio

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A las cinco de la tarde, poco después de que empezara la fiesta, Erik y Kevin se plantaron en la entrada del hotel Mother Mary con un Rolls Royce negro conducido por Heimdall, que había bajado de Asgaard sólo para hacer este pequeño trabajo. Para aparentar, Heimdall salió del coche y les abrió la puerta.

– Gracias por traernos Heimdall – le dijo Erik antes de bajar del coche –. Y perdona por las molestias.

– No me molesta – le contestó Heimdall –. Fue una buena idea sacarme el carné de conducir de Midgard. Lo tengo que devolver al mismo sitio, ¿no?

– Sí, y cuidado no lo ralles o Loki se enfadará bastante.

– No me arriesgaré a su rabia.

– Una última pregunta – dijo Kevin mientras salía del coche –. ¿El Bifröst cómo se abre? ¿Con una espada como en Marvel o tiene algún otro mecanismo que...?

– Kevin, vamos – le interrumpió Erik –. Otro día se lo preguntas. Ahora tenemos cierta prisa.

– No me puedes presentar al guardián del Bifröst y esperar que no quiera hacerle cientos de preguntas.

– La próxima vez que os veáis, que me avise y me preguntas lo que quieras – dijo Heimdall –. Erik tiene razón, ahora mismo tenéis cosas más importantes que hacer. Tu herencia depende de lo que pase hoy.

– Trato hecho. Erik, no lo olvides.

– No lo haré – le contestó Erik.

Heimdall cerró la puerta del coche, volvió al asiento del conductor, y se marchó del hotel una vez los chicos se hubieron alejado. El Mother Mary era un cinco estrellas gran lujo en el mismo centro de Oslo. Sólo la entrada lo demostraba, con esa majestuosa y brillante alfombra roja, y la carpa de tela verde sobre sus cabezas. Kevin no sabía adónde mirar, siguiendo de cerca a Erik.

– Estoy flipando – dijo Kevin –. No he entrado nunca en uno de estos.

– Mantente sereno, que no noten que no eres uno de ellos – le pidió Erik.

– Ya me dirás cómo. Estaré rodeado de la alta sociedad en un momento.

– Cálmate. Respira hondo, y mírales como lo que son. Gente normal. Es el consejo que me dio Loki la primera vez.

– Lo intentaré.

Llegaron a la puerta del salón dónde se hacía la fiesta, dónde el vigilante les dio permiso para entrar sin casi pedirles nada. De repente, Kevin se vio envuelto de gente que sólo había visto en las revistas del corazón que leía su madre. No sabía muy bien cómo comportarse entre todos ellos.

– Judas, ya estamos dentro – dijo Erik.

– ¿Cómo nos han dejado pasar si esto tiene que estar muy vigilado? – preguntó Kevin.

– Es muy fácil – explicó Judas a través de los auriculares –. Erik es de la alta sociedad por adopción, así que no tiene ningún problema para entrar. Y que el vigilante es sobrino mío de quinta generación.

– Ahora tenemos que encontrar a tu tío – le dijo Erik a Kevin.

– Seguramente estará con alguna jovencita. ¿Queréis que lo busque por las cámaras?

– No hace falta, ya lo buscamos nosotros. Kevin, intenta llamar la atención.

Se mezclaron enseguida con la gente, buscando con la vista al tío de Kevin. Erik iba saludando brevemente a todo el mundo, y la mayoría le devolvía el saludo. Con algunos se entretenía un poco más. Algunas de las chicas más jóvenes no les sacaban los ojos de encima, cosa que no parecía incomodarle y Kevin lo notaba.

El Lokiverso: Un mundo extrañoWhere stories live. Discover now