42. Moda actual para seres del pasado

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Mientras bajaban por el ascensor, Laufeyson cambió su aspecto según las indicaciones de Jotunheim mientras iban discutiendo qué aspecto iban a coger para el engaño. Todo bajo la atenta mirada de María.

– ¿Qué te parece, María? – preguntó Jotunheim –. ¿Se parece a alguien de una minoría cultural que podría haber existido hace setecientos años?

– Yo desaparecí hace dos mil años, no sé si soy la más indicada para juzgarlo – contestó María –. Pero sí que me recuerda a alguien que existió hace dos mil años.

– Me sirve.

– ¿Cómo que te sirve? – preguntó Laufeyson.

– Deberías ver lo poco que saben los midgardianos sobre su historia. Especialmente sobre minorías culturales.

– ¿Entonces consideramos este mi aspecto real en esta mentira?

– Si no te gusta, lo podemos cambiar.

Laufeyson se miró en el espejo del ascensor. Los ojos no se los había tocado, mostrando así su ascendencia de gigante de hielo. Llevaba una media melena marrón oscuro, la piel morena, y se había quitado algunos centímetros. También se había puesto un par de pecas estratégicas. Una al lado del ojo derecho, y otro bajo el labio, a la izquierda. Las cejas eran un poco más espesas, los pómulos más anchos, y se había agrandado la nariz ligeramente. No parecía él, pero le gustaba ese aspecto.

– Está bien así – terminó diciendo Laufeyson –. Lo que no tengo claro es el aspecto que tengo que coger para el engaño de mañana.

– Tenemos que asegurarnos de que seas una gran belleza, y muy joven. Tienes que gustarle.

– No sé si podré hacer bien mi papel.

– Tranquilo, hablaré yo por ti. Necesito que seas lo más tímido posible con lo que me has planteado.

– Eso puedo hacerlo. Me vienen todas las inseguridades cuando te tengo al lado.

– Yo también las tendría si estuviera en tu lugar.

Sorprendido por esas palabras, Laufeyson se despistó un momento y casi se queda encerrado en el ascensor cuando Jotunheim y María salieron. Jotunheim les llevó a la tienda de una modista que hacía de todo, desde ropa de calle hasta vestidos de fiesta y de novia. El aparador mostraba que era toda una experta en su trabajo. Laufeyson y María se quedaron mirando los vestidos que había por allí mientras Jotunheim se acercaba al mostrador.

– Buenas tardes – dijo Jotunheim a la joven que había allí –. Busco las telas más exóticas de Babilonia.

– Enseguida. Espere un momento – contestó la joven, levantándose y dejándoles solos.

– ¿Babilonia? – preguntaron Laufeyson y María a la vez, extrañados.

– Jóvenes...

Una anciana pequeña, a quién Jotunheim le sacaba una cabeza, apareció del fondo de la tienda. Llevaba unas gafas grandes, y tenía dos mechones de cabello totalmente marrones encima de su cabeza gris. Abrazó a Jotunheim con sus largos brazos y le dijo algo en una lengua que ninguno de los dos entendía.

– ¿Quién te acompaña? – preguntó la anciana.

– María, una amiga, y Lafi, uno de mis hijos – contestó Jotunheim –. Se parece más a su madre que a mí.

– ¿Estás seguro? No tiene tu olor.

– Demasiadas explicaciones. Dejémoslo en que lo es.

– Muy bien. ¿Qué necesitas?

El Lokiverso: Un mundo extrañoWhere stories live. Discover now