Capítulo 7. El ataque.

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1974.

—¿Ma...?

—¿Sí, Maggie?

—¿Pa viene? —la bebé observaba a Minerva fijamente. Sus ojos verdes brillaban como de costumbre.

Minerva elevó la vista y observó a la bebé que yacía sobre ella. La niña sonrió al verla de frente.

—Pues... —La bruja observó a su alrededor y no vio señales de que Albus se acercara. Soltó un suspiro y volvió a recostar su cabeza sobre la sábana—. Supongo que vendrá pronto. Tendremos que esperar.

Maggie frunció el ceño al ver que el rostro de su madre volvía a esconderse. Rápidamente se bajó de su abdomen y a como pudo se desplazó gateando en la sábana hasta llegar al rostro de Minerva.

—¿Ma?

La pelinegra había cerrado los ojos y se había dejado llevar por el susurro del viento que soplaba ligeramente en aquella tarde. Sintió una cálida sensación en su rostro y por ende abrió los ojos. Las pequeñas manos de Maggie se encontraban sobre sus mejillas y unos grandes ojos se encontraban frente a ella. La bebé sonrió cuando sus ojos se abrieron de nuevo.

—¿Qué pasó cariño? —susurró ligeramente posando su mano sobre la de la pequeña.

—Tus ojos... dindos —susurró—. No los ciedes.

Minerva sonrió enternecida al escuchar las palabras de Maggie y abrió bien los ojos, haciendo que la bebé riera. Amaba como hablaba; su voz era sumamente ligera, y aunque era incorrecto, era muy tierno cuando pronunciaba las palabras mal.

—¿No quieres que cierre los ojos? —le preguntó mientras se sentaba en la sábana. Maggie negó con la cabeza.

—No... —susurró. Puso su pequeña mano sobre la de Minerva—. Tu mano es gande —dijo animada.

Minerva sonrió de nuevo y asintió mientras la niña comparaba el tamaño.

—Sí, es muy grande.

La bebé de casi dos años observó detalladamente ambas manos y continuó hablando—: la mano de Pa es más gande —afirmó después de unos momentos. Minerva rio ligeramente y la cargó en sus brazos. Maggie volvió a sonreír al ver sus ojos de nuevo.

—Ojos dindos —dijo de inmediato.

—¿Y por qué crees que son lindos? —le preguntó. No esperaba una respuesta de momento, pero Maggie no tardó en dársela.

Poque... poque son ojos vedes —afirmó—. Pa lo dice.

—¿Verdes? —Minerva enarcó una ceja y miró a la bebé sorprendida—. ¿En dónde aprendiste eso? —le preguntó.

La bebé le sonrió a su madre dulcemente y se mantuvo observándola hasta que vio una silueta que se posaba detrás de ella. Sus ojos recuperaron su brillo peculiar.

—¿Maggie...? —Minerva no pudo terminar la oración porque la bebé chilló y extendió sus brazos repentinamente. Soltó un suspiro y se volteó de inmediato. Tal y como imaginó, Albus se encontraba a sus espaldas con una sonrisa en el rostro.

—¿Por qué siempre que quiero asustarte Maggie lo impide? —dijo él lanzándole una mirada a la bebé. La niña sonrió.

—¡Pa! —exclamó con una gran sonrisa. Sus mejillas se tornaron rojas mientras agitaba sus brazos emocionada. Minerva sonrió.

—¡Hola! —dijo él. Se acercó a Minerva y tomó a Maggie entre sus brazos. La bebé comenzó a chillar de la emoción.

—No entiendo por qué se emociona tanto cuando te ve, simplemente eres tú. —comentó Minerva observando la escena. Albus le sonrió a la niña.

Inmemorables Recuerdos {Harry Potter/MMAD}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora