Capítulo 30. Una última visita

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Desde su cama Maggie era capaz de escuchar el desesperante sonido que emitía el reloj de su habitación.

Tic tac.

Tic tac.

Qué extraño era el tiempo, pensaba. Un elemento inagotable e impalpable que acababa con la vida de todo ser vivo de una forma u otra. Cada persona poseía una cantidad limitada de tiempo para disponer a su antojo. Algunos lo invertían completamente en sus estudios; otros lo invertían en sus trabajos y proyectos de vida o en sus amigos y familiares.

Maggie en aquel momento invertía su tiempo en sus pensamientos. Se sumergía en ellos lo más profundo posible mientras, inconscientemente, escuchaba el constante tintineo de aquel bonito reloj de pared de su habitación, el cual alguna vez había pertenecido a su madre.

Tic tac.

Tic tac.

El reloj no se detenía, jamás lo había hecho ni tenía intenciones de hacerlo.

El tiempo no esperaba a nadie.

—¿Qué hago aquí? —Preguntó al aire—. ¿Por qué estoy viva? —El sonido insistente del reloj fue lo único que obtuvo como respuesta.

Soltó un suspiro y paseó sus ojos por su habitación. La estancia era bonita y acogedora; poseía altas paredes color cielo, una pequeña chimenea al fondo y estantes de libros por cada rincón, los cuales estaban adornados con marcos de fotografías móviles de sus padres. Una enorme ventana acaparaba la mayor parte de la pared junto a su cama, la cual dejaba ver una gran parte de los jardines de su hogar.

O, mejor dicho, del lugar que alguna vez había sido su hogar.

Ya no quedaba rastro de lo jovial que alguna vez había sido la mansión Dumbledore-McGonagall.

—Yo debía morir ahí... —Susurró al silencio. Las lágrimas ardían en sus ojos.

Tic tac.

Tic tac.

—Jamás debieron haberse sacrificado por mí.

Se mantuvo observando la ventana por unos instantes más, perdiéndose en aquella noche azul que parecía no tener fin. Lentamente, después de solo observar las hojas de los árboles a distancia y escuchar el feroz rugido del viento, sus pensamientos tomaron un rumbo distinto y sus recuerdos comenzaron a inundar su memoria. Aquello se había tornado en una costumbre dolorosa e inevitable. Una vez que un recuerdo llegaba era imposible detenerlo.

No era capaz de dejarlos ir.

—Ustedes nos protegían a todos... —Sollozó.

Las palabras las ahogaba el viento. Cerró los ojos y mordió su lengua al recordarse a sí misma —pequeña e inexperta— de la mano de sus padres, riendo. Conoció el mayor punto alcanzable de felicidad y logró disfrutar de él sin siquiera saberlo por años, y ahora el vago recuerdo se proyectaba entre la oscuridad, en su memoria, como recordatorio de lo que alguna vez tuvo y que nunca volvería a tener.

Padres.

Sus ojos se abrieron de golpe.

Un repentino nudo se formó en su garganta en cuanto una idea remota se cruzó por su mente.

—Harry... —murmuró. Le dio un vistazo a la ventana y negó con la cabeza. La noche transcurriría al fin y al cabo y nada cambiaría si se mantenía esperando. Perderse en sus propios sueños no serviría de nada; el espejo de Oesed le había dejado claro cuál era el deseo más grande de su corazón, pero aquello no significaba que fuera capaz de obtenerlo algún día. No podía pretender sobrellevar bien lo que siempre había sido y aún era una carga inmensa sobre sus hombros. Debía haber algo más allá de todo lo que estaba pasando; debía haber alguna forma de arreglar el pasado aun cuando fuera terriblemente tarde.



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⏰ Última actualización: Oct 16, 2019 ⏰

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Inmemorables Recuerdos {Harry Potter/MMAD}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora