Capítulo 28. Cabras, Descubrimientos y Decisiones

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1989.

—¿Tío Ab? —La puerta se abrió lentamente. Un hombre de cabello canoso apareció tras ella—. Hola tío Ab... —Un ligero destello apareció en los ojos claros del hombre al ver a aquella joven pelinegra frente a él.

—Maggie... ¿qué...? —Una pequeña de cabellera castaña se asomó tras el vestido de la joven. La niña que saltó a la vista lo obligó a esbozar una sonrisa—. Ariana... —Maggie sonrió y revolvió el cabello de su hermana pequeña.

—Ya casi es Navidad y queríamos venir a visitarte... La abuela nos lo permitió, aunque probablemente venga a recogernos dentro de poco. —Aberforth asintió con la cabeza.

—Claro, sí. Pasen —y sin más les abrió la puerta de la casa en su totalidad.

Tras la muerte de Albus Aberforth era el único Dumbledore mayor restante. Maggie recién había cumplido los diecisiete años y en términos legales ya era oficialmente una mujer adulta, pero tanto su tío como su abuela seguían viéndola como una niña. Albus había establecido en su testamento que en cuanto muriera la mitad de aquella propiedad pasaría a Minerva; y en caso de que ella muriera también, a Maggie. Su tío consideraba que era muy joven todavía y por ende incapaz de entender aquellos términos, pero la realidad era distinta.

De todos modos, si bien era cierto que comprendía lo que pasaría con su tío si se reclamaba su parte, no le incomodaba en lo más mínimo que él dispusiera de la otra mitad de aquella casa en El Valle de Godric que había sido de sus abuelos. La mansión que sus padres habían comprado hacía ya décadas era más que suficiente para Ariana y para ella.

Aunque claro, Isobel y Robert McGonagall eran quienes la administraban, no ellas.

—¿Cómo estás, pequeña? —Le preguntó el hombre a Ariana mientras la tomaba en sus brazos.

—¡Bien tío Ab! —Respondió la niña de ocho años con entusiasmo—. Lima te manda muchos besos —El hombre carcajeó. Lima, la cabra blanca que él mismo le había regalado a su sobrina cuando tenía cuatro años, siempre había sido uno de sus animales favoritos.

—Y yo a ella. —Respondió con una sonrisa—. ¿Te gustaría ver a Coco?

—¿Coco? —Preguntó la niña confundida.

—Sí, Coco. Es la hermana menor de tu cabra.

—¡Oohhh!

—Está afuera, ven. —La niña asintió y bajó de sus brazos de un salto para luego tomarlo de la mano. En cuanto comenzaron a caminar juntos se dio la vuelta y miró a su hermana mayor.

—Ya regreso —le susurró con una sonrisa. Maggie soltó una ligera risa y asintió con la cabeza. Una vez que su tío y su hermana se perdieron por la puerta sus ojos volvieron a perderse en los recuerdos que cargaba aquella casa.

—¡Tío Ab! ¡Pa! ¡Tío Ab! ¡Pa! ¡Tíiiooo Abbb! —De repente se recordó en los brazos de su madre. Minerva la había hecho callar dándole un beso en la mejilla.

Sus muestras de afecto repentinas siempre la silenciaban. Era una especie de truco que solo su madre podía hacer.

—Te he dicho que hagas silencio, Margaret. —La pequeña de tres años miró arriba entonces y clavó sus ojitos verdes en Minerva.

—P-pero... ¿Pa... y Tío Ab? —La mujer pelinegra le depositó un beso en la frente en cuanto rechistó—. ¡Ma..! —Maggie sonrió y se aferró a su pecho.

Minerva suspiró contenta.

—Pa y tío Ab están ocupados, cariño. —Susurró mientras frotaba su pequeña espalda con dulzura. Albus y Aberforth se distinguían a lo lejos, ambos estaban junto a las cabras, hablando.

Inmemorables Recuerdos {Harry Potter/MMAD}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora