Capítulo 26. El Limón y el pelirrojo

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1976.

—¿M-ma...? —Sus ojos se abrieron de golpe. Gotas de lluvia medianas se estrellaban contra la ventana que daba a los terrenos de Hogwarts, lo cual provocaba que un terror intenso le corriera bajo la piel. Justo cuando intentaba respirar con normalidad y mantener la calma un fuerte trueno rugió y rebotó por las paredes—. ¡Ma! —Chilló aterrada. Con el corazón en la garganta corrió a la puerta de su habitación y la abrió con un fuerte estrépito, lo cual le abrió paso a la pequeña sala de las cámaras de sus padres. Sus pequeñas piernas se desplazaron con rapidez por un corto pasillo que daba a la estancia y justo después de pasar los sofás aterciopelados y la gran chimenea divisó la puerta caoba del fondo, tras la cual descansaban sus padres.

Minerva y Albus dieron un salto en cuanto la puerta de su habitación se abrió de golpe.

—¡MA! —Chilló Maggie. Otro fuerte trueno alcanzó sus oídos y un destello blanco traspasó las delgadas cortinas que cubrían las ventanas, lo cual provocó que la niña se lanzara a la gran cama de la habitación en un instante y se envolviera ella misma en los brazos de su madre.

Minerva abrió los ojos sorpresivamente y miró hacia abajo. Un bulto pequeño envuelto en sábanas y sus propios brazos temblaba con fuerza.

—¿Maggie? —Susurró con una dulzura que hubiera asombrado a cualquiera. Albus bostezó y le sonrió adormilado.

—N-no... M-ma... n-no... —Gimoteó bajo las sábanas. Minerva removió el inicio de estas lo suficiente para dejar al descubierto una parte de su oscura cabecita y depositó un suave beso sobre ella. Maggie se estremeció.

—¡Pijamada! —Chilló Albus alegremente mientras también se echaba las sábanas encima—. Maggie no puedo verte... todo está muy oscuro aquí abajo. ¿Quieres un caramelo de limón? —Minerva rodó los ojos y le dio una palmada en la cabeza rojiza. Albus carcajeó.

—¿C-caramelos...? —Susurró la pequeña de cuatro años. Lentamente se descubrió el rostro y clavó sus ojos en los de Minerva—. ¿M-ma...?

—Ah, mi bebé ha decidido salir de su escondite. —Le dijo para luego depositarle un beso en la nariz. Maggie rio levemente; siempre tendía a disfrutar los extraños ataques de dulzura que rara vez le daban a Minerva. Un par de lágrimas rodaron por sus rojizas mejillas al cerrar los ojos.

—¿Caramelos...? —Repitió. De repente otro fuerte rayo rebotó por las paredes, lo cual hizo que Maggie saltara y se aferrara al pecho de Minerva. La mujer suspiró y volvió a envolverla en sus brazos.

—Solo un par. —Le susurró mientras le frotaba la cabeza. Maggie sollozó y se aferró más a ella—. Está bien, está bien... puedes comer unos cuantos más que un par...

—¡WUUUU! parece que podremos comer caramelos juntos a media noche como siempre quisimos, Pelotita. —Chilló Albus saliendo de entre las sábanas, lo cual hizo que Maggie saltara de nuevo. Minerva la atrajo más hacia sí y le lanzó una mirada asesina a su esposo, a quien se le formó un nudo en la garganta—. ¡Caramelos! ¡Caramelos! —Susurró. Maggie elevó la vista de nuevo.

—¿Ma...? —Minerva despegó los ojos de Albus para mirar a la niña—. L-los truenos... —sollozó—, m-me asustan... mucho...

—Lo sé, cariño. Lo sé... —La niña la miraba con ojos tan tristes que le desgarraba el alma—. Con nosotros estás a salvo... siempre estarás a salvo... —La consoló. Albus, mientras tanto, se volteó hacia su mesa de noche, en búsqueda de caramelos para alegrar a su Pelotita y para él mismo. Levantarse a altas horas de la noche nunca resultaba ser bueno para Albus, pues su voraz apetito por dulces se incrementaba aun más de lo usual.

Inmemorables Recuerdos {Harry Potter/MMAD}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora