4.-Sombras del pasado (2ª parte)

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Los años no habían hecho mella en él. Pero claro, nunca había llegado a saber su edad. «Más de los que aparento», le había respondido entonces esquivando una respuesta directa como había hecho con cada una de las preguntas que Zero le hiciera. No había conseguido ni una sola respuesta.  «No sé nada de él», se recordó. Aunque una parte en su interior insistía en decirle que sí le conocía. Se olvidó por completo de desviar la mirada, mostrarse sumiso… Sus ojos azules buscaron con insistencia encontrarse con los de su… No, no podía pensar en eso ahora. No era lo mismo.

—Dejadnos solos —pidió Nadie, y aunque apenas alzó la voz para dar la orden, su tono implicaba que no aceptaba réplicas.

Garou asintió con la cabeza y se marchó sin mediar palabra, Artos le siguió y solo Dorrick permaneció en la habitación.

—Le he cuidado lo mejor que podido —dijo.

—Lo sé —dijo Nadie.

—Es… peligroso. No sé de qué le conoces pero no te fíes de él, es mucho más de lo que aparenta.

—Eso también lo sé. —Dorrick alternó miradas entre Zero y Nadie; se veía que no parecía muy conforme con esa situación, pero se marchó sin decir nada más—. Ulises, no quiero interrupciones —dijo en voz alta. Zero dedujo que debía referirse a una inteligencia domótica, quizás, porque no había nadie más en ese momento.

Ese pensamiento le produjo un nudo en el estómago. Estaba… ¿asustado? No, no era eso. O no era solo eso. Ahora estaban solos, y ninguno de los dos decía nada, sin duda, esperando a que el otro diera el primer paso. ¿Hablar? En ese momento, Zero no sabía ni cómo se hacía.

—Ha pasado mucho tiempo —dijo Nadie.

Zero asintió confundido. Era como tratar con dos personas diferentes. Su postura, la caída de sus hombros, el brillo de sus ojos… La persona que tenía delante no parecía la misma que con una mirada había echado a los leónidas de la habitación, no la misma que le había llamado juguete roto en la habitación del Venecia. No, en su mirada reconoció a alguien que conocía; era Nadie. El que miraba por la ventana de la habitación, el que daba conversación a extraños en un ascensor…

—Tu pelo… —murmuró con tristeza.

—¡Crecerá! —se apresuró a contestar Zero. En seguida se arrepintió de haberlo hecho. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué ese estúpido nerviosismo? Ya no era un muchacho perdido e inexperto en su primer viaje al mundo real. Y sin embargo, seguía temblando como entonces. Aquella vez tenía un sentido, pero ahora… Nadie tenía razón, había pasado mucho tiempo y Zero no era el mismo. Pero a pesar de todo, se comportaba igual—. ¿Por qué…? —La voz le temblaba—. ¿Por qué estoy aquí?

—Porque no quiero que mueras —contestó Nadie—. Hay alguien que…

—… que me odia tanto que no se conforma con verme muerto —dijo Zero terminando la frase por él—. Lo sé. ¿Crees que no me he dado cuenta? Pero sigo sin saber por qué te importa a ti. —Nadie no contestó—. «¿Eres consciente que cuando salga por esa puerta no volverás a verme?». Entonces dije que sí pero la verdad es que tardé bastante en ser consciente. Y… y no sé por qué. ¡Ni siquiera sé tu nombre!

—¿No sabes mi…?—se extrañó Nadie—. ¿No lo preguntaste?  ¿Ni cuando me fui, después de que discutiéramos?

—Tampoco entonces —dijo Zero con una mueca.

—Temo preguntar… ¿por qué no lo hiciste? ¿Tan enfadado estabas que no querías…?

—¿Enfadado? —Zero rio con amargura—. Esa es buena. Supongo que sí, cualquiera en mi situación habría actuado con despecho. Pero yo soy estúpido, ¿recuerdas? ¡No lo pregunté porque tú no querías que lo supiera! Exactamente lo mismo que te contesté aquella vez.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now