8.- Un refugio lejos del mundo (1ª parte)

1.3K 145 30
                                    

El agua se colaba entre las losas que se cernían sobre ellos excavando caminos, creando nuevos, encharcando el suelo del garaje. El sonido constante de la lluvia torrencial competía fieramente con el del mar embravecido y el ulular del viento.

Zero se llevó la mano a la frente y se apartó un mechón húmedo. Cogió la pequeña lata y esperó, con paciencia, a que se llenara del agua que se filtraba entre las rocas de la entrada. Intentar asomarse más a la salida era arriesgarse a que se invirtieran los papeles y fuera el agua la que se lo llevara a él. Miró con suspicacia el contenido de la lata y decidió darse por satisfecho. Si fuera necesario, conseguiría más. No sería otra cosa pero no iban a morir deshidratados.

Al menos, él no lo haría.

-Bebe un poco -dijo, acercando el recipiente a los labios de Alicia que habían perdido la coloración. La joven temblaba de frío, empapada como él mismo, rozaba la inconsciencia pero aceptó el agua que le brindaba y tragó sin apenas abrir los ojos.

-No quiero -gimió, negándose a tomar más-. No sirve de nada. Clara... Marie... -murmuró-. Papá... Todos están...

Zero contempló la pared destrozada que tenía delante. La única salida que quedaba era la que daba al mar, la otra se había desmoronado sobre sí misma. Si hubieran llegado un par de minutos antes, solo un par de minutos antes, la explosión les habría cogido en la casa, como al resto de la familia, y ellos también estarían muertos. Negó con la cabeza, no tenía sentido dejarse hundir por eso. Estaban vivos y tenían que seguir estándolo.

Alicia tenía una pierna destrozada y pasaba las horas deambulando en la raya que separaba la conciencia de la enajenación. Cada vez que decía algo, repetía los nombres de su familia y lloraba en silencio. Zero había sido algo más afortunado. Había recibido un fuerte golpe en la cabeza y tenía una brecha en la frente que se negaba a dejar de sangrar. A pesar de eso, había ayudado a su compañera sacándola del montón de escombros que la había sepultado y luego había improvisado un refugio en el extremo más alejado del garaje. Allí, estarían a cobijo de la lluvia y el viento siempre que este no cambiara de dirección y azotara el mar hacia el interior de la caverna, cosa que podría suceder en cualquier momento.

Un relámpago iluminó el interior de la gruta.

Esa era otra, la oscuridad. Por ahora, habían podido arreglárselas utilizando de forma intermitente la batería del hidrodeslizador pero esta no duraría eternamente. Por suerte, los víveres que habían comprado todavía estaban en el vehículo así que la comida no sería un factor limitante. El agua tampoco, al menos, su escasez, aunque podría ser que murieran de hipotermia.

Solo cabía resistir lo suficiente hasta que llegara un claro.

¿Y luego qué? No había ningún hidrodeslizador que funcionara, ninguna forma de abandonar la isla. Tenían que pedir ayuda. Necesitaban que alguien supiera que estaban vivos y que vinieran a buscarles. Zero miró con preocupación la cortina de lluvia continua que cerraba la entrada de la caverna. Tras ella; el mar. Y sobre sus cabezas, un ascenso de veinte metros por rocas afiladas antes de llegar a la casa y al faro.

«O lo que quede de ellos», pensó. Apartó a un lado los pensamientos, ese no era el momento de lamentarse; había que pensar cosas útiles.

-Alicia -llamó, moviéndola un poco para sacarla de su ensoñación. La joven le miró con ojos perdidos en algún sitio-. Alicia, tengo que irme.

-No hay salida... -murmuró entre temblores.

-Tengo que llegar hasta la torre de comunicaciones y pedir ayuda -explicó.

-¡No! -exclamó Alicia saliendo de su sopor y agarrándose a su jersey. Estaba helada. Zero soltó sus manos, más decidido que antes.

-Alicia, no hay otra salida. Si no nos ayudan, moriremos. -Podía haber hablado en singular. Era ella la que tiritaba sin parar, la que tenía una pierna destrozada y un hematoma que se extendía hasta el pie. Algo le decía que él podría sobrevivir, que podía quedarse a un lado sin hacer nada, matando las horas, y que tarde o temprano alguien aparecería, pero no podía hacerlo, no podía quedarse de brazos cruzados mientras lo que quedaba de su familia agonizaba-. Llegaré hasta la torre y espero que haya algo que todavía funcione. Diré que estamos aquí y... que lo sepan. Que vengan cuando puedan.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now