6.-El otro lado del cristal (2ª parte)

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«¿Eres consciente de que cuando abandone esta habitación no volveremos a vernos?». Eso le había dicho, ahora solo faltaba que él mismo fuera consciente. Vamos, ¿qué otra cosa podía hacer? Esa relación estaba predestinada a la tragedia desde el mismo momento en el que Zero dijo su nombre. No debía darle más vueltas. Solo había sexo, nada más.

—Menuda cara —dijo Lenda sacándole de su ensimismamiento—. ¿Una mala noche?

—No precisamente —replicó, contento al encontrar un rostro amigo dentro de las instalaciones de Seguridad Interorbital. El óptimo había resultado ser una pieza muy valiosa cuando se trató de recuperar su antiguo puesto y un amigo como nunca habría pensado que volvería a tener. «Cosas que pasan con la convivencia forzosa», se dijo.

—Intenté localizarte en tu habitación —continuó el óptimo tomando asiento delante de él sin esperar una invitación—. Tenía entradas para un espectáculo. Pero no apareciste. En toda la noche —dijo remarcando el “toda”—. ¿Ligaste?

—No voy a contártelo.

—Sí, vas a hacerlo, porque te mueres de ganas. Debe de ser la primera vez que sales con alguien sin pagar, ¿verdad? Eres guapo, y muy atractivo pero no se puede decir que tengas don de gentes.

—¿Te me estás insinuando, Lenda? —inquirió frunciendo el ceño mientras se asombraba, como siempre hacía, de que el óptimo todavía estuviera vivo.

—Dime quién es, anda —insistió el óptimo—. No fue un amante profesional porque si no hubieras estado en tu habitación.

—No habría contestado.

—Oh, sí, lo habrías hecho para mandarme a freír espárragos. Fui muy insistente. Vamos, Tristan, yo siempre te cuento mis conquistas. Deberías…

—Nunca he podido evitar que lo hagas —le interrumpió.

—Te encantan. Reconócelo. Te encanta saber que hay gente con vida allí fuera. Ya sabes, eso que se te escapa mientras haces planes. Cuéntamelo, Tristan, cuéntamelo todo. Quiero saber quién es el que hace que tengas esa sonrisa boba y esa brillante aura de “hoy he follado”.

¿Sonrisa boba? Eso sí era una novedad.

—Es igual —dijo agitando la cabeza—. No volveré a verle.

—¿Por qué? ¿No quiere verte más? Es evidente que tú si quieres verle.

¿Tan evidente era? Sí, claro que quería verle de nuevo. Lo deseaba más que nada en ese momento. Pero era consciente de lo que implicaba, arrastrar a ese chico a su mundo era cruel. Se lo comerían vivo. Alguien como Zero no podría sobrevivir y seguir siendo él mismo si se bañara en las aguas de tiburones en las que nadaba Tristan. Él mismo era un gran tiburón.

—Es complicado. Se trata de Adam Alcide —confesó finalmente, pensando que si el óptimo le había sonsacado tanta información era porque él estaba deseando contarlo. Tenía dudas, demasiadas dudas, y en ese momento necesitaba un amigo que le ayudara. Como no tenía a ninguno cerca, tendría que conformarse con Lenda.

—Adam Alcide —repitió el óptimo pensativo—. ¡Adam Alcide! ¡Mierda, Zero! ¡Te has tirado a Zero! —exclamó, sorprendido, levantándose del asiento.

—¿Le conoces? —preguntó Tristan, ahora era su turno de mostrarse sorprendido.

—No personalmente —reconoció Lenda—. ¿Sabes que es un clon diseñado para ser perfecto? —Tristan asintió—. Vale, mejor. No estaba seguro de si estaría metiendo la pata al explicártelo. Resulta que hace unos años, antes de que acabara metido hasta el cuello en política leónida, me pasaron el informe médico del caso. Se suponía que tenía que buscar coherencias e incoherencias, saber hasta qué punto lo que había allí era real o había sido alterado. Ya sabes: mi trabajo. Pero era una historia realmente adictiva. El doctor que lo escribió, Milo, era muy detallista y llenó todo con grabaciones, impresiones subjetivas… todo. Tendrías que verlo, Tristan, Zero tiene un magnetismo que te atrapa a través de la pantalla. Y es… humano. El humano más humano que he conocido nunca.

Nadie es perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora