8.- Un refugio lejos del mundo (2ª parte)

1.4K 144 26
                                    

Los cimientos chirriaron y la torre se estremeció cuando una ola cubrió la isla. Zero intentó protegerse bajo la mesa pero su pequeño refugio de poco le servía contra los embates del mar embravecido. En realidad, la torre misma ofrecía un pobre seguro contra nada. La misteriosa explosión la había afectado más de lo que parecía inicialmente y ahora, era cuestión de tiempo que cediera.

Ya había dado aviso de que seguían vivos, ahora solo cabía esperar y sobrevivir, y ninguna de las dos cosas podría hacerlo oculto bajo un escritorio en una torre que se derrumbaría en cualquier momento. Pero, ¿a dónde ir?

Sentía todo el cuerpo entumecido pero se obligó a moverse, con la cabeza gacha para que el agua no entrara en su boca mientras el aguacero le empapaba por completo. Tenía que llegar de nuevo al garaje, el único sitio que parecía seguro en la isla. Pero no podía rehacer el camino. No con esa galerna.

El viento amenazó con arrastrarle y el mar con aplastarle, pero Zero se las apañó para llegar, caminando, nadando y arrastrándose, hasta la parte de la casa que estaba menos derrumbada. Localizó la escalera que bajaba al sótano donde le esperaba Alicia, y se escurrió por ella. Como se esperaba, unos bloques gigantescos, restos del tejado, obstruían su camino. Se deslizó entre ellos, pasando a duras penas entre las aberturas que dejaban, y se encontró con un túnel tapiado pero seco.

Solo el suelo estaba mojado, de las olas y la lluvia que resbalaban por el embaldosado y se filtraban como un pequeño río cayendo por las escaleras. Por suerte, no se detenía allí, sino eso se habría convertido en una trampa mortal. El líquido elemento continuaba su camino entre las fisuras por las que él no podía colarse. Respiró un poco más tranquilo, al notar que su cabeza estaba seca. No es que pudiera hacer mucho más que esperar hasta que amainara el temporal. Ahora mismo, estar afuera era un suicidio.

Movió una de las piedras y, al retirarla, una cuantas se cedieron detrás. Zero retrocedió asustado, pero el derrumbe se quedó en eso. Tendría que ir con cautela si quería liberar ese paso. Y ahora, no eran más que bloques de hormigón que se habían desprendido del techo, pero más tarde, serían las piedras de la isla. Se subió a los restos de escombros que había en el suelo, alejándose del cauce de agua. Se quitó las botas, vació de agua su interior, y las dejó entre los huecos de la piedra para que se secaran un poco. Se quitó los calcetines y se abrazó los pies, intentando darles calor. Estaban blancos, casi tanto como su pelo, y arrugados como una bola de papel mojado. Resultaba ridículo intentar dar calor a sus pies cuando su cuerpo estaba helado.

—Aguantar —dijo en voz alta mientras todo el esfuerzo y la tensión comenzaban a pasarle factura—. Aguantar... solo aguantar.

Era sencillo. ¿Por qué entonces le parecía tan difícil?

***

Entre abrió los ojos al vislumbrar un rayo de sol. Solo era uno, ni siquiera era fuerte, pero era lo que necesitaba, la señal de un claro. Zero se despertó, sin ser consciente de cuánto tiempo llevaba durmiendo. Recogió sus botas y se las puso. Todavía estaban algo húmedas pero eso era lo de menos. En cuando tocó el suelo, se empaparon por completo.

Subió las escaleras de dos en dos, y se deslizó entre las losas para salir al exterior. Y ver el claro. Aunque más que un claro, fuera un ligero agujero entre las nubes. Apenas había un retal de cielo que le indicaba que ese respiro no duraría mucho. Pero no necesitaba más que el tiempo necesario para bajar el acantilado de nuevo.

A la luz de Eos, el panorama era aún más desolador. Salió mirando el cielo pero cuando miró a su alrededor, el corazón se le detuvo. Era fácil reconocer cada rincón de la casa, cada cosa que había en el suelo.

«¡No mires!», se reprendió. «¡No hay tiempo para eso! Cuando haya un claro les buscarás», se reprendió. Pero luego, recordó las palabras que había pronunciado para tranquilizar a Alicia. «Nosotros estamos vivos, ¿no? No pensaré lo peor hasta que no vea sus cadáveres». Masculló algún juramento, ahora no había tiempo para eso pero y si...

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now