7.- Un gato sin sonrisa (4ª parte)

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-Todavía nos quedan un par de horas -dijo Alicia cuando acabaron de cargar todas las provisiones en el pequeño hidrodeslizador-. Podemos dar una vuelta por el pueblo antes de regresar.

-¿No es arriesgarnos demasiado? -preguntó, mirando con suspicacia las nubes negras que amenazaban desde el horizonte.

-No, tengo el reloj programado. Me avisará cuando sea el momento de regresar a casa. Además, tengo un margen de seguridad, tranquilo. No es la primera vez que hago esto, ¿sabes?

-¿Y vas a enseñarme el pueblo? -se extrañó él.

-Bueno, sí, verás todas las calles que por las que pasaremos de camino a ver al señor Seaward -dijo Alicia empezando a caminar sin esperar a que su amigo la siguiera-. Acabaremos rápido: esto es la calle principal y el paseo marítimo y, cuando hace bueno, donde se pone el mercado y hay puestecillos con recuerdos y sitios para tomar zumos. La estación seca te encantará, ya verás. Hace calor, y puedes pasarte todo el día en la playa. -En ese momento paseaban por una avenida ancha con soportales a un lado y el espigón al otro. No era difícil imaginárselo lleno de vida y de puestos callejeros aunque en ese momento apenas una docena de personas se atreviera a aprovechar los escasos rayos de Eos-. Durante la temporada de tormentas, la mayor parte del pueblo se mueve bajo tierra. Casi todas las casas son más grandes por debajo -explicó Alicia señalando los pequeños rectángulos.

-Entonces, ¿por qué todas las casas tienen patio? -Alicia empezó a reír a carcajadas.

-Por qué tienen patio, pregunta -se burló-. Ay, Ches, perdón, Adam -se corrigió-. Todavía no me he acostumbrado a tu cambio de nombre. Se nota que eres original, cariño. No sé si te has fijado pero todo el mundo aquí es verde. Nos ponemos un poco más apagados en la época de tormentas, pero en la estación seca, podemos vivir solo con los rayos de Eos. Resulta barato, saludable y muy, muy agradable. Pero para que sea perfecto es mejor estar completamente desnudo así que todas las casas de Verdara, hasta las más pobres, tienen una zona privada para tomar el sol, lejos de las miradas de curiosos. Unos se cubren con bolsas de plástico, otros con telas, vegetación... Aquí usamos materiales de construcción sólidos porque si no estaríamos todo el día volviendo a levantarlos.

-Quería preguntarlo cuando hablabais antes pero... después de tus risas ya no sé si debo hacerlo.

-No seas tonto -exclamó Alicia-. Siento haberme reído pero es que a veces resultas adorablemente ingenuo, Ch-Adam. Uh, lo del nombre me va a volver loca. Ya verás cuando Suspirosa se entere de que te iba a poner tu nombre de verdad. Estará insoportable una semana. ¿Qué ibas a preguntar? ¡Venga! Hoy respondo gratis.

-¿Qué es la Casa del Indiano? -preguntó. Ya no sabía ni cómo llamarse a sí mismo. Cheshire no era su nombre, de eso estaba seguro. Pero Adam... por mucho que recordara ese nombre, recordaba también enfadarse porque lo llamaran así. ¿Qué demonios estaba pasando?

-Pues es una casa grande y vieja, bonita, supongo. Aunque más bien es rara. El primer dueño de la mina la construyó para instalarse y después se han ido turnando capataces y directores, algún dueño de paso... Le pesan los años pero sigue siendo muy bonita. Es la casa más grande del pueblo, aunque la mayor parte del tiempo está deshabitada. Mira -le indicó cuando esta apareció al final del paseo-, es aquella de allí.

Tal y como había dicho, la casa era grande y parecía mucho más vieja que cualquier otra casa en el pueblo. Para empezar, tenía una estructura cuadrada que chocaba frontalmente con las construcciones abovedadas, perfectas para resistir los embates de las rachas de fuertes vientos, que formaban el conjunto de la villa. Y allí era donde residía el supuesto salvador de la comunidad: el señor Seaward.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now