2- Navidades Perfectas (1ª parte)

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Navidades Perfectas

De nuevo la molesta pesadilla. La oscuridad, los gusanos, el frío...

 Zero se despertó y se incorporó sobresaltado, con una pátina de sudor frío cubriendo su frente y su torso, la respiración entrecortada y una molesta sensación de malestar. Siempre era igual y lo sabía, parecía mentira que a estas alturas todavía se olvidara de tomarse la medicación.

Le costó unos segundos ubicarse. Pequeñas ventanas como ojos de buey, la enorme cama con dosel y una recargada decoración que hacía que el barroco pareciera un movimiento arquitectónico promovido por minimalistas. Dibujó una media sonrisa al reconocer el vano esfuerzo del diseñador por recrear hasta en los más ridículos detalles, lo que alguien debía considerar que era un camarote de lujo de un vapor del XIX. Claro que esos vapores nunca se pensaron para viajar entre planetas.

Una presencia se removió a su lado y le pasó el brazo por encima. Zero la apartó sin contemplaciones y se deshizo de la presa somnolienta de la mujer para salir de la cama. Para conseguirlo, primero tuvo que pasar por encima del cuerpo desnudo de su otro amante que apenas se movió al notar su presión. Sin molestarse en localizar la ropa, Zero se escurrió en el cuarto de baño y cerró la puerta con llave.

Le dolía la cabeza. Un poco de resaca para empezar el día, o la noche, porque no tenía ni idea de la hora que era y, en el espacio, no había más referencia que la quería brindarle el capitán al variar los filtros luminosos de las claraboyas. Por suerte, la resaca y el resto de los efectos de lo que había ingerido no solían durar más de media hora. Su cuerpo tenía una capacidad increíble para metabolizar el alcohol y otras substancias.

—Inteligencia —pidió en voz alta, no recordaba el nombre de la IA de la nave. ¿Se lo habían dicho? Seguro que sí. En condiciones normales tenía una magnífica memoria eidética, fruto del diseño genético que le había originado, pero cuando tomaba lágrima-púrpura, todo era demasiado difícil de interpretar y mucho menos de recordar. En parte, por eso mismo lo tomaba; para olvidarse de quién era—. Hora y situación.

Por favor, especifique planeta y huso horario.

—¿Cuánto falta para el desayuno? —preguntó, desechando su pregunta anterior, mientras localizaba las pastillas para dormir que tomaba desde que era niño. «Cualquier otro lo habría superado», se reprendió mientras se peleaba con el recipiente.

Dentro de tres horas y media se habilitará el comedor principal para el servicio de desayunos. Este servicio, estará abierto durante cuatro horas —informó la máquina, con su monocorde tono metálico.

—Unas siete horas —pensó en voz alta. Eso era tiempo más que de sobras para dormir bien. Se tragó la pastilla acompañándola de un buen trago de agua.

Ahora a dormir. Mucho, profundo y sin sueños. Sobre todo sin sueños.

Al regresar al dormitorio, observó los cuerpos desnudos que yacían en su cama. La mujer era original, o eso le pareció; piel rosada, cabello oscuro y unas curvas que invitaban a ser recorridas. El joven debía ser poco mayor que él, y ocupaba gran parte de la cama dejando entrever toda su anatomía. El sitio que había entre ambos le llamaba poderosamente, gritaba su nombre en susurros capciosos prometiéndole un sinfín de excitantes sensaciones. Zero agitó la cabeza y apretó las mandíbulas, haciendo acopio de voluntad para mantener su sangre lejos de dónde era reclamada. La medicación haría efecto en pocos minutos y sería fulminante, no tenía ganas de compañía.

«¿Cómo demonios se llamaban?». Despertó con malos modos al grandullón. El cuerpo escultural, el brazalete... «Un amante profesional, sin duda». Pero él no era consciente de haberlo alquilado así que debía ser cosa de la chica.

—Despierta —dijo con tono seco, dándole un empujón con el pie—. Arriba —dijo a la chica, tirándole el vestido a la cabeza.

—¿Qué sucede? —dijo el joven desperezándose—. ¿Ya es de día?

—No, pero quiero dormir solo —dijo Zero—. Idos a vuestra habitación.

—No seas antipático, Adam —gruñó la chica cubriéndose la cabeza con uno de los numerosos cojines—. Estoy cansada. Déjame dormir.

—Te dejo dormir pero en tu habitación. Quiero estar solo.

—¿Por qué quieres estar solo? —susurró el leónida con voz tentadora. La luz mortecina de la habitación arrancaba reflejos argénteos de sus ojos felinos. Zero no contestó, no quería dar una respuesta educada y la verdad era demasiado complicada y, desde luego, no lo que buscaba el que le hacía la pregunta—. Déjala que duerma —le sugirió en voz baja, deslizando una mano entre sus piernas—, yo me ocuparé de mantenerte entretenido. Elaine es muy divertida, pero... es un poco egoísta. No se le da muy bien compartir.

La  proposición era sugerente, muy sugerente, eso tenía que reconocerlo. Tal y como había dicho el amante, el juego había sido divertido pero había tenido la sensación de estar todo el rato jugando para satisfacerla a ella.

—Mañana tal vez —dijo, intentando no ser demasiado desagradable—. Ahora estoy cansado y prefiero dormir solo. Me muevo mucho.

—Como quieras —dijo el joven encogiéndose de hombros.

«¿Cómo se llamaba?».

—No quiero ofenderte pero... ¿nos presentaron?

—No lo recuerdo —se rio el leónida—. Sé tu nombre porque todo el mundo sabe quién eres y porque, para serte sincero, he querido que pasara esto desde que te vi en la cubierta principal. Pero no me imaginaba que tendría el valor para acercarme.

—Pensaba que te dedicabas a esto —se extrañó Zero.

—Porque soy leónida, ¿no? —dijo el joven con una mueca mientras localizaba su camisa—. No, me llamo Iván, Iván Rothfuss. Soy mestizo. Mi madre es dueña de una empresa de perfumes.

—Supongo que te debo una disculpa —murmuró bajando la cabeza.

—No, ¿por qué? Me halaga que creyeras que era uno —dijo Iván con una risa ligera—. ¿Sabes? Tú también podrías pasar por uno.

Zero sintió como su cabeza se embotaba y la modorra se hacía con él. Eso se estaba demorando. ¿Cómo podía ser tan difícil recuperar su habitación?

—Oye, Iván, de verdad, me ha encantado follar contigo pero ahora estoy cansado —dijo con sequedad—. Si quieres, lo repetimos más tarde pero ahora, quiero estar solo. ¿Podrías irte y llevártela?

—Vaya, el rey de la simpatía —murmuró—. Eres más divertido cuando estás puesto. Elaine, Elaine —insistió moviendo a la mujer que emitió un débil gemido y apenas se movió—. Tenemos que irnos.

—Sácala de aquí —pidió Zero, echándose en la cama. La pastilla estaba empezando a hacer efecto y mantenerse despierto empezaba a ser demasiado cansado.

—Sí, me la llevaré, te cojo una de las sábanas, ¿vale? Supongo que mañana vendrá alguien a buscar su ropa —dijo Iván envolviendo a su amiga en uno de los lienzos y alzándola en brazos—. Mañana hay una fiesta temática: Navidad. ¿Te veré allí?

—Sí, claro —murmuró Zero mientras Morfeo lo acogía en sus brazos. Ni siquiera oyó cómo la puerta se cerraba.

Dormir, mucho, profundo y sin sueños. Eso era lo que necesitaba.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now