3.-Lo que está muerto (2ª parte)

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La imagen de los leónidas era algo que variaba mucho según la procedencia de a quién le hicieran la pregunta. Cualquier habitante de las lunas de Verdara te hablaría de los tipos rudos, altos, con más músculos que neuronas, que trabajaban en los muelles de carga. Y esta imagen contrastaba ferozmente con la imagen que tenían de los mismos en Galileo o en las lunas de Origen donde eran considerados poco más que preciosos muñequitos que bailaban bien y follaban como nadie. Dos estereotipos muy comunes pero que, obviamente, no solían ajustarse a la realidad más que en las mentes más simples.

Dorrick era un excelente ejemplo de ello ya que no era ni lo uno ni lo otro, y si no fuera por sus ojos brillantes nadie pensaría que ese chico desgarbado y lleno de pecas pertenecía a la raza genética de las terribles bestias de Sparta y de los bellos amantes de Galileo. No, Dorrick era normal. No era demasiado alto, era más bien delgado, la nariz grande y los ojos un poco juntos. Tenía cierto aire juvenil que parecía perdurar por los años y que no contribuía a hacer su imagen más terrorífica o atractiva. En cualquier caso, él no quería ninguna de las dos cosas.

Hacía mucho tiempo que un compañero de orfanato le había sacado del antro en el que trabajaba con la promesa de grandes planes. Planes que harían que los leónidas volvieran a ser considerados como personas más allá de la imagen que se tenía de ellos. Y él le había seguido y las grandes promesas se convirtieron en hechos o… o puede que no. Pero al menos tenía la sensación de estar por el buen camino.

Elíseo era una muestra de ese buen camino. De ese pasado lleno de sangre dejado atrás. De esa imagen monstruosa  y simplista convertida en algo más. Convertida en algo… humano. El Elíseo no era su sitio y Dorrick lo sabía, solo estaba de paso. Un poco de control para que el jefazo máximo pudiera estar tranquilo cambiando el sistema o haciendo cosas de esas importantes de las que prefería no saber nada porque saber, en su trabajo, significaba una responsabilidad y un riesgo que no estaba dispuesto a correr.

Así que, cuando apareció un desconocido enterrado vivo solo pudo pensar en problemas y de los grandes. Y deseó con todas sus fuerzas no saber nada del asunto, cerrar los ojos e ignorarlo pero… no podía. Después de todo, él era el responsable.

—¿Cómo está? —preguntó cuando su mujer abandonó la habitación.

—Vivo —concluyó la óptima, mientras se lavaba las manos—. Y en su situación parece un milagro. ¿Qué puedes decirme de él?

—No mucho —dijo el leónida tomando asiento. Su visita a Elíseo tenía que haber finalizado el día anterior, pero la aparición del extraño en su territorio había retrasado su salida y la de Nullien, su esposa óptima. La nave permanecía en órbita, esperando a recogerles en cuanto él diera la orden. Pero no podía dejar las cosas así—. A juzgar por el nivel de fluorescencia de la barra química que estaba con él, lleva enterrado cerca de cinco días, puede que algo menos, puede que más. Le habían colocado una tabla de madera que cubría su cuerpo, impidiendo que la tierra cubriera su rostro y, bueno, está la tubería que le daba aire. Fuera quién fuera quién le enterró allí, quería que estuviera vivo el mayor tiempo posible.

—Y quería que viera lo que tenía alrededor —dijo Null jugueteando con la barrita química que apenas guardaba rastro de luminiscencia—. Es cruel, incluso para un leónida.

—Oh, no —negó Dorrick—. Hay que verlo. No tiene gracia que pase si tú no puedes verlo. Y esto es demasiado lento para ser leónida. Más dolor físico y menos psíquico, no somos tan retorcidos.

—Habla por ti, cariño —dijo Null con una sonrisa. Dorrick se vio obligado a admitir que era cierto, había leónidas muy retorcidos. Él conocía a unos cuantos y servía a uno de ellos—. ¿Qué te puedo decir yo de él? —preguntó la doctora en voz alta, pero no necesitaba una respuesta para continuar—. Es humano original. A simple vista no se han detectado ningún tipo de mutaciones adaptativas así que, a falta de los análisis genéticos que corroboren mis observaciones, podríamos decir que es un pura sangre auténtico. A nivel médico sufre hipotermia y desnutrición aguda, así que es probable que, como has dicho, lleve cinco o seis días sin comer y ni beber nada. Las bajas temperaturas han hecho que no perdiera mucha agua así que eso le ha salvado de la deshidratación pero por lo demás, es un milagro médico que siga vivo. No hay heridas aparentes ni traumatismos perceptibles más de los que se ha infligido él mismo al intentar salir. Estoy pendiente de los análisis de drogas pero seis días es bastante tiempo y la mayoría habrán desaparecido. A parte de eso, hasta que no recupere la consciencia no sabremos nada más. ¿Qué vamos a hacer con él, Dorrick? Quiero volver a casa.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now