5.-El pájaro enjaulado (4ª parte)

1.7K 160 40
                                    

Dos entrevistas y ninguna de las dos había ido bien. Por lo menos, el doctor había dicho que hablaría a su favor pero tenía que aprender a controlar su genio. No debería resultar tan difícil, después de todo solo tenía que transparentar un poco el miedo y el nerviosismo que sentía.

«Solo tienes que comportarte como el idiota que eres cuando estás con Tristan».

Esta vez, no había nadie esperándole en el pasillo. Zero se apoyó contra la pared y se dejó caer hasta sentarse en el suelo. Podría intentar encontrar su habitación pero en ese momento, las respuestas que tenía que haber dado flotaban en su mente torturándole. No debería ser tan difícil. Había pasado toda su infancia ocultando cómo se sentía, siendo un solícito y tímido estudiante. Por qué ahora…

«Porque no es lo mismo. Allí conocías a tu adversario y sabías exactamente qué era lo que querían de ti, qué podías hacer y qué no. Aquí te atacan por sorpresa y esperan a que bajes la guardia y ni siquiera conoces el rostro de tu enemigo. No conoces el juego, ni las normas, ni cómo puntuar y estás perdiendo».

Zero se levantó y avanzó con paso lento, con rumbo a ningún sitio. Después de todo, Ulises estaba en todas partes y tenía que irse muy lejos si quería escapar de su control, si alguien le buscaba, no importaba dónde se escondiera, le iba a encontrar.

Un grupo de voces captaron su atención. Todos sus músculos se tensaron esperando una nueva prueba pero no parecía tener nada que ver con él. Eran jóvenes, debían de ser de su edad, más o menos, una docena, puede que más. Avanzaban ocupando todo el pasillo y hablando entre ellos a gritos. Llevaban algo que podía denominarse ropa deportiva.

Zero agachó la cabeza y se enganchó a la pared, procurando no destacar demasiado. El grupo pasó por su lado sin prestarle mucha atención, Zero suspiró aliviado por ello, no tenía ganas de encontronazos.

—¿Zero? —preguntó una voz conocida. No necesitó girarse para reconocer la voz de Artos. Intentó retomar su camino, ignorando la llamada pero el joven insistió—. ¡Zero!

—Artos —dijo girándose, al decidir que no iba a pasar tan inadvertido como quería.

—¿Qué haces aquí? —inquirió el leónida frunciendo el ceño. Cuando hacia ese gesto, el parecido con su hermano se multiplicaba.

—Revisión médica.

—¿Y qué haces aquí? —repitió sorprendido.

Zero miró a su alrededor y se encogió de hombros.

—Me he debido perder.

—¡Vamos, Artos! —gritó alguno de los otros.

—¿Estás bien? —preguntó.

—¿Quién es ese? —decía uno de los jóvenes a otro y recibía una respuesta que no pudo oír pero que se imaginó.

—Sí —dijo, tragó saliva para bajar la bilis que subía por su garganta y forzó la sonrisa para ser un poco más creíble—. Solo un poco desorientado pero cuando me rinda, pediré ayuda a Ulises, no te preocupes.

—¿Quieres ayuda? —se ofreció Artos. Parecía preocupado de verdad, quizá porque no llevaba ni esposas ni escolta en ese momento.

—¡Artos, vamos!

—¡Ya voy! —gruñó de malos modos—. ¿Seguro que estás bien? No tienes buena cara.

«Un robot psicópata me ha abierto los brazos y he perdido litros de sangre. No hay forma humana de que engorde los kilos que perdí tras pasarme una semana enterrado bajo tierra rodeado de cadáveres. No duermo en días porque tengo terrores nocturnos que hacen que vomite todo lo que haya comido y, como tengo un metabolismo acelerado por cuestiones de estética, nunca es lo suficiente y más, si luego lo vomito por las noches. Además, mi amante me hace pasar como su mascota tirando mi poco orgullo por el suelo para destruir una compañía que no sé si me importa, y lo peor es que no sé si soy el amante que se hace pasar por mascota o la mascota que se cree amante. Pero no pasa nada, como nadie se lo está creyendo, me matarán. Así que sí, no tengo buena cara».

Nadie es perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora