60-La madre de mis hijos

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*Gavi*

Había alquilado una casita de campo a las afueras de Barcelona, algo solitario e íntimo para tener más intimidad.

Solo llevaba seis meses con Dalia, pero para mi parecía que solo habían pasado dos días, mi vida a su lado se había vuelto tan sencilla, que solo deseaba que nada cambiase.

Ella miraba por la ventana viendo el campo, era un sitio bonito, tranquilo, tenía una terraza en la azotea de la casa y aprovechando que ya no hacía tanto frío estando en junio, quería que viéramos las estrellas.

-Es aqui-dije parando el coche y ella abrió los ojos.

-¿Aquí?-dijo mirando la casa, tenía pinta de ser súper acogedora, y al estar tan altos el mar se veía a lo lejos.

Yo asentí y ella sonrió lanzándose a mis labios.

-¡Amor es precioso!-me dijo al separarse y abrió la puerta del coche saliendo directa a la casa.

La seguí y abrí la casa dejándola pasar a ella, tenía chimenea, y me dio pena no poder usarla porque ya no hacía tanto frío, la habitación estaba a un lado, y un jacuzzi enorme ocupaba la mayor parte del baño.

Dejé nuestras cosas en el salón, y andé hasta ella abrazándola por detrás.

-No hacia falta nada de esto, pero me encanta-me dijo sonriente dándose la vuelta, sabía que había acertado.

-¿Damos un paseo por el campo?-Le pregunté y ella asintió.

Caminamos durante un largo rato disfrutando el paisaje y el olor fresco, no podía quitarme de la cabeza a mi suegro y sus últimas palabras, aunque veía a Dalia tan relajada que no quería preocuparla por algo que quizá estaba inventando mi cabeza.

Acabamos volviendo a la casa con ella colgada de mi espalda, mientras comentábamos mirando nuestro alrededor, la dejé en la cama y quité mi chaqueta.

Fui hasta el jacuzzi llenándolo y ella sonrió desde la habitación.

-¡Te sobra ropa!-le grité desde el baño y rió mientras se levantaba desabrochando sus vaqueros.

Cayeron sobre sus piernas, y miré las preciosas piernas que tenía mi chica, sin duda, sus ojos y sus piernas eran lo que más me gustaba de ella, tenía los muslos redonditos y se me hacía la boca agua de pensar que era solo mía.

Me bajé mi pantalón también mientras ella se deshacía de su ropa interior y se metía en el jacuzzi cerrando los ojos relajada.

Cuando acabé igual de desnudo que ella, me metí en el pegando su espalda a mi pecho y la rodee dejando mis manos apoyadas sobre su abdomen.

No hicieron falta palabras, solo nos quedamos relajados abrazados el uno al otro con los ojos cerrados, yo no necesitaba nada más, solo a ella pegadita contra mi.

-Cuando empezamos a tontear, me daba mucho miedo pillarme de ti-me confesó y yo abrí los ojos- pensaba que nuestros mundos eran opuestos-me dijo y yo la apreté contra mi dejando un beso en su mejilla.

-¿Y eso porqué?-pregunté.

-Pues obvio, porque era la limpiadora que trabajaba en tu casa, tu eras un mujeriego que estaba con una y con otra, y yo la tonta que ni siquiera se había dado un beso en su vida-me dijo encogiendose de hombros y yo sonreí.

-A mi me encanta saber que soy el único en tu vida-le murmuré cerca del oído y sonrió-yo creo que me pillé de ti en el mismo momento que te vi tirada en el suelo de mi cuarto-dije soltando una risa recordando el momento.

*Flashback*

-ay!-escuché grita a una chica al abrir la puerta de mi habitación.

-¿y tu quien coño eres y que haces en mi habitación?-pregunté cruzandome de brazos.

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