Capítulo 1. Segundas oportunidades

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Cuando mi hermano mayor me contó que debíamos mudarnos en parte respiré aliviada. El campo, las flores, el polen y mi alergia no hacían una gran combinación. Pero al saber que volveríamos a Holmes Chapel preferí vivir cada día de mi angustiada vida con la peor alergia del mundo. ¿De verdad debíamos volver allí? Aquel pueblo..., demasiado pequeño, pero que alberga tantísimos y atroces recuerdos, los cuáles cada noche se reviven en mi deprimente cama, en mi enfermo cuerpo, en mi estropeada cabeza.

Me negué rotundamente, pero pude notar cómo mi hermano sintió la decepción inundándole y me obligué a ceder. Así, se supone, me enfrentaría a mis peores miedos. A la oscuridad que aflora en mí. A los demonios que atormentan mi existencia desde hace cinco años, con sus mil ochocientos veinticinco días y con sus mil ochocientas veinticuatro noches. Sé que la idea a él tampoco le hacía mucha gracia, para Dustin volver allí también le traía muchos y muy malos recuerdos.

Pero sin más preludios, llegó el día en el que nos montamos en la vieja ranchera y conducimos hasta llegar a mi viejo "hogar".

Sin mediar palabra, abandonamos el coche, demasiado anticuado, pero el cuál en un sitio cómo éste no desencaja en absoluto. Cierro la puerta haciéndola chirriar de manera estrepitosa y emprendemos la marcha. Caminamos en silencio, haciendo crujir la tierra seca que nuestros pies machacan y entonces una oleada de terror me golpea cuando noto una mano en mi hombro. Mi hermano se percata de lo lívida que es ahora mi piel y acude en mi ayuda. Capta la atención del viejo granjero Erl y le ofrece un apretón de manos, haciendo que de nuevo el color impregne mi cara.

—¿Qué tal estáis chicos? Hace siglos que no os vemos. Dustin, no has cambiado en absoluto. En cuanto a ti, pequeña Hess eres toda una mujer —sonrío incómoda.

—¿Qué tal, Kate? —pregunta mi hermano para desviar de nuevo la atención de mí.

—Mi querida Kate, falleció Dustin.

—Vaya, lo siento, no quería importunarle.

—¡Tonterías hijo! Hace más de tres años de ello. Jamás lo superaré, aunque sí he asimilado que mi preciosa mujer se marchó, pero que sigue viva aquí dentro —añade señalándose la cabeza con el índice —, bueno, muchachos, aún queda faena por hacer. Espero veros más a menudo.

Nos despedimos de Erl y proseguimos nuestro camino hasta que llegamos a la destartalada casa en la que vivimos tanto tiempo.

—En el fondo, necesita unas pequeñas chapuzas, pero es bastante bonita.

—Dus, no la afea lo de fuera, sino todo lo que tiene dentro —claudico—, ¿Te importa que me quede fuera un momento? Necesito asimilarlo todo.

—Claro, nos voy instalando.

Entra y contemplo como la noche se cierne sobre la casa. Creando formas en el tejado y sombras que danzan en la fachada del porche. Cierro los ojos sintiendo mis largas pestañas como un velo y entonces un recuerdo acude a mi mente.

—¡Vamos nenaza, seguro que no eres tan valiente ahora, eh!, ¡mira cómo ya no replicas!

Trago saliva. ¿Por qué trata así a Dustin? Acude a su habitación y veo cómo tira uno por uno todos los libros que con tanto esfuerzo mamá le compró.

—¡Eres una puta nenaza! ¿Jane Austen? ¡Eso sólo lo leen niñas!

Saca un mechero de su gabardina, impregnada en hedor a alcohol y tabaco. Coge uno de los libros y enciende el mechero, lo acerca a las páginas de Orgullo y Prejuicio y éstas comienzan a arder. Mi hermano contiene las lágrimas de rabia. Mamá llega y grita. Entra en el cuarto e intenta apagar el fuego que se hará aún mayor si no lo detenemos, pero papá la empuja. Y le pega. Le da puñetazos y veo como las lágrimas surcan los ojos de mi hermano, entonces un sabor salado inunda mi boca, haciéndome saber que las lágrimas hace mucho que rodaron por mis mejillas.

Sé que éste es sin duda uno de los episodios menos fuertes de mi vida, y me da miedo entrar en esa casa y que pise por dónde pise el miedo me recorra el cuerpo. No hay más de diez recuerdos bonitos, más de diez momentos que merecen la pena revivir y contar. No queda absolutamente nada por lo que desee quedarme.

—Dale una segunda oportunidad —susurra entonces Dustin, que está a mi lado.

—Lo que no salió bien a la primera, jamás saldrá bien a la segunda.

—Hess, todas las cosas merecen una segunda oportunidad, y algo me dice que esta vez todo va a ir bien.


Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora