Capítulo 27. Año nuevo, vida nueva

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Abro los ojos despacio y me estremezco al sentir calor, calor que mana del cuerpo de alguien. Me percato de que quién me rodea es Harry y sonrío. La oscuridad hace tiempo que me deja de molestar en su presencia. Girándome con cuidado observo como el pelo le cubre parte de la frente y de los ojos, y que de entre los mechones asoman sus largas pestañas. Tiene la expresión tranquila, la de un niño inocente. Atisbo una arruga en su frente. «Será de tanto fruncir el ceño.» Sonrío y alargando la mano tímidamente le acaricio la mejilla. Paso la fría yema de mis dedos por sus labios y él poco a poco abre sus ojos verdes. Sonríe y sin previo aviso me muerde el índice. Estallo en carcajadas y me quejo fingidamente. Él se acerca a mí y susurrándome un «buenos días» con voz ronca, me abraza y me da un beso en la sien.

Mientras desayuno caigo de repente en la cuenta de que hoy es Año Nuevo y también mi último día en Francia pues mañana por la mañana regresamos. Me da pena, París me ha visto en mis peores y mejores momentos. En Francia por lo visto Año Nuevo es San Silvestre o Réveillon. La gente lo celebra con la familia y los amigos y después continúa la fiesta en las calles. Nosotros tenemos pensado ir a la Torre Eiffel esta noche. El hueco de la mañana lo pasamos de compras y más compras, regalos y además enviamos unas postales con algunos monumentos impresas en ellas. Dustin y yo le mandamos uno a la Tía Margo, yo le envío otra postal a Blaire y junto con Harry a Mabel. Regresamos al hotel para ponernos guapos, (bueno, más) porque vamos a ir a Epicure, un restaurante de París súper conocido. Nos montamos en el coche todo elegantes y glamurosos y ponemos rumbo al restaurante. El mâitre es un hombre mayor, con el pelo canoso y blanco. En la chapa con la que se le identifica veo "Karim". Nos sentamos y todos entablan rápidamente una conversación pero yo me fijo en una familia que tenemos sentada al lado. Un niño pequeño, que me recuerda a mí en su edad se queja en francés y creo que es por la comida. El padre que me resulta inquietantemente familiar le habla de malos modos y su mujer con voz conciliadora intenta poner paz. El hombre le lanza una mirada que me recuerda a las que Drew empleaba con mamá y la mujer calla al instante. El niño cabizbajo sigue sin comer y el padre le arrea un bofetón. Casi pego un salto para ir y cantarle las cuarentas al tío. Entonces un recuerdo asoma por mi mente.

-Come. -masculla mi padre pero yo niego por décima vez. Me duele la barriga, anoche vomité y esta mañana también. -No pienso gastarme una pasta para que tú no comas.

-Drew por el amor de Dios estamos en público, deja a la niña, si no se encuentra bien pue...

-Cállate. -espeta lanzándole una mirada indescifrable. Mi madre se arrellana en el asiento haciéndose pequeñita. Mi padre insiste e incluso me acerca el tenedor a la boca pero yo con fatiga y ganas de vomitar vuelvo a negar.

-Yo me lo comeré. -dice Dustin, mi salvador. Mi padre le mira feroz pero Dustin no se deja intimidar.

-No. Se lo comerá ella. -el dolor aumenta y sin previo aviso mi padre me da un bofetón de esos que te obligan a girar la cara. Mi madre se encoge.

-Drew, por favor...

-Cállate, zorra. Come, ¡ahora! -me grita nuevamente. Con manos temblorosas cojo el tenedor y arrimo el plato.

Me lo terminé todo pero después de aquello el médico me dijo que haber comido éso no hizo más que empeorar la gastroentiritis que tenía.

Me levanto y salgo para que me de el aire. Harry viene detrás de mí. Le miro; en su expresión: la preocupación, en el mío: el horror. Me coge ambas manos y me las acaricia con el puglar.

-¿Qué pasa, Hessa? -suspiro. Alguna vez tendré que contarle algo de mi tormentoso pasado, ¿no?

-Cuando éramos pequeños mi padre era un borracho que pegaba a mi madre y que nos pegaba a nosotros. Al lado de nuestra mesa un hombre ha pegado a su hijo por no querer comer y yo he recordado una vez en la que Drew...

-¿Drew?

-Mi padre. He recordado una vez en la que Drew me pegaba a mí también por no querer comer. Yo tendría alrededor de diez años. Después de salir de comer mi madre me llevó al médico y me dijeron que estaba enferma del estómago. A pesar de dolerme la tripa a rabiar mi padre me obligó a comer porque el dinero era más importante que la salud de su hija. Todo era más importante para él que su familia... -mascullo. Suspiro nuevamente. Esos recuerdos no me producen dolor, tan sólo rabia por lo hijo de puta que en su día fue Drew. Deseo con toda mi alma que se pudra en el infierno. Harry se acerca a mí y me acaricia la nariz con la suya. Sonrío. No dice nada pero a la vez lo dice todo. Su cercanía y presencia supone para mí más que mil palabras que utilice para consolarme. Entramos en el restaurante y oigo música, muy bajita y además ahogada por los murmullos lanzados al aire por la gente.

-I don't wanna love somebody else. -me susurra al oído Harry. Él también la ha oye. Cuando nos sentamos en la mesa me percato de las furtivas miradas que Dustin y Martina se dirigen. Inevitablemente me fijo en la mesa de al lado. El niño come con expresión serena en la cara y mirando al padre puedo ver en su semblante felicidad. Esbozo una leve sonrisa. Al cabo del rato mientras saboreamos nuestra comida la familia se pone en pie y al pasar por nuestro lado oigo al niño decirle a su padre «Je t' aime peg.» (Te quiero, papá.) A lo que el padre responde con un abrazo.

Abro el armario y en él únicamente queda el vestido que me pondré esta noche. El resto ya está guardado en la maleta. Lo cojo y tiendo sobre la cama. Me encanta la forma que tiene. Es rojo y de media manga, ajustado pero que en la cintura cae al vuelo. La espalda es totalmente descubierta. Cojo la ropa interior y me dirijo a la ducha. Abro el grifo mientras me permito repasar mi maravilloso viaje a Francia. Es increíble pensar que en cuatro días hayan podido cambiar tantas cosas, me arriesgaré diciendo que en tan sólo dos. Salgo y me visto. Decido alisarme el pelo y a continuación me maquillo un poco, nada exagerado. Tras calzarme los zapatos de tacón recojo mi chaqueta negra. Cuando salgo de mi dormitorio Harry espera increíblemente guapo. Lleva unos vaqueros negros y una camisa que se le ciñe a sus músculos de una manera que hace que se me corte la respiración. Encima lleva un abrigo azul oscuro y sonriendo me tiende la mano, la acepto y vamos hasta el aparcamiento del hotel. Mi hermano devora a Martina y hago una mueca de asco. Ella lleva un vestido negro que hace que sus ojos azules resalten, parecido al mío pero del todo suelto. Encima una gabardina beish y unos zapatos de tacón del mismo tono, el pelo castaño recogido en una cola alta. Dustin se ha puesto una camiseta básica con unos vaqueros azules y un jersey. Decidimos ver las campanadas en algún pub y cenar también allí, luego iremos a la Torre Eiffel. Llegamos a Sheroy Butt un sitio que tiene una barra simple y adornada con cosas de Navidad. Me percato de que el abarrotado lugar dispone de bastantes espejos y ventanas. Nos sentamos en una mesa y pedimos los platos del día. Mientras comemos y charlamos sobre temas triviales oigo al Dj y observo a los camareros detrás de la barra preparar los cócteles de manera impresionante. La televisión se enciende, ya son las doce menos veinte. Todos preparados y atentos escuchamos a la pareja que da las campanadas en francés. Entonces comienza la cuenta atrás y todos gritamos a pleno pulmón:

-¡Douce, onze, dix, neuf, huit, sept, six, cinq, quatre, trois, deux... un! -la gente se abraza pero yo tan sólo felicito el año nuevo. Harry se acerca a mí.

-Feliz año nuevo, nena. -y seguidamente me abraza.


Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Where stories live. Discover now