Capítulo 15. Un suspiro directo al alma

651 54 0
                                    

Ya hace un mes que me mudé a Holmes Chapel y han cambiado tantísimas cosas desde entonces... Contemplo la noche, callada e incierta. Salgo al porche, me da algo de miedo estar sola dentro. Me percato de que pequeñas lucecitas danzan en el aire frente a mí. Frunzo el ceño, ¿de qué puede tratarse? Intengo agudizar la vista para saber si lo que sucede en mis narices es real o un simple producto de mi imaginación. Me levanto con cautela y acerco hasta la fuente de luz. «¡Luciernagas!» Sonrío contemplándolas danzar en la inmensidad. El frío arrecia y decido entrar de nuevo. Cruzo el pasillo con la mayor rapidez posible pero cuando me doy cuenta estoy frente al que un día fue mi dormitorio. Trago saliva y deseo entrar, enfrentarme a mis demonios y a los dañinos recuerdos que esta estancia de la casa conserva, pero algo en mí me advierte. Es cómo si una horda me esperase dentro, dispuesta a acabar conmigo en cuanto tuviese un pie en la habitación. Alargando la mano con precaución rodeo el pomo y poco a poco cierro la puerta que cruje por cada movimiento que realiza.

Creo que hoy Harry trabaja en la panadería y decido hacerle una visita. Camino por las calles desiertas, la lluvia habrá espantado a todo el mundo, menos a mí. Diviso el pequeño cartel que anuncia la panadería y entro. En el interior un calorcito bastante agradable me recibe junto con la campanita que se halla encima de la puerta. Una mujer anciana con el pelo cano y gafas sale a mi encuentro.

– Dígame, querida.

– Esto... buscaba a Harry.

– ¿A mi nieto? – asiento y sonríe –. Tú debes ser Hess, ¿verdad? – asiento nuevamente y la mujer me regala una sonrisa cálida, tanto como la temperatura del local –. Yo soy Mabel Saunders, eres más guapa de lo que imaginaba – esto... ¿Harry le ha hablado de mí a su abuela? Me sonrojo y musito un inaudible gracias –. Pero no te quedes ahí cielo. Pasa – me ofrece.

Me quito el abrigo y la señora Saunders parece reconocerlo. Lo coge, mira y sonríe. Colgándolo en un perchero que hay en la trastienda me pregunta:

– Harry no entra hasta las siete, ¿tienes algo que hacer mientras tanto? – niego – ¡Por el amor de Dios, muchacha, no soy el conde Drácula, háblame! – me río. Mabel es la típica señora que inspira bastante confianza, bajita y rechoncha. Con unas mejillas sonrojadas permanentemente y una sonrisa eterna en el rostro salpicado por arrugas.

– Creía que Harry estaría aquí y pensé hacerle compañía el tiempo que tuviese que permanecer en la tienda.

– Pues como te decía Harry no entra hasta las siete y si no tienes que hacer nada puedes quedarte a ayudarme o simplemente permanecer sentada en algún sitio.

– La ayudaré, pero he de advertirle que no sé hacer absolutamente nada.

– Por favor, tutéame y no te preocupes, en una tarde convierto a un niño pequeño en el mejor chef del mundo – sonrío. Me tiende un delantal blanco manchado con toda clase de ingredientes y me lo pongo –. ¿Qué te gustaría hacer mientras tanto? – lo pienso, debería empezar con algo sencillo.

– Pan.

– ¿Pan? – contesto que sí y Mabel me indica que pasemos a la cocina.

Cogemos la harina de trigo, levadura, el agua y los demás ingredientes. Armadas con todo lo que necesitamos Mabel a mi lado me va indicando qué hay que hacer.

Con más harina en el cuerpo que en la mesa contemplo satisfecha mi creación que se termina de hacer en el horno.

– ¡Abuela! – oigo. En mi interior miles de maripositas que dormían tranquilas se desperezan y despiertan haciendo de mi estómago un auténtico descontrol en el que vuelan ni cortas ni perezosas.

Eternal ▴ H. S [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora